Jesucristo nos enseñó que antes de asumir compromisos debíamos calcular bien los costos de nuestra decisión ¿Qué nos dice la Biblia al respecto?
La expresión “juégatela” es usada en nuestro entorno para despertar en las personas el valor de tomar una decisión que implique correr con ciertos riesgos. Esta expresión, llevada a la acción, requiere asumir un nivel de compromiso en determinadas áreas de nuestra vida, lo que normalmente no haríamos si es que amamos estar en las suaves y delicadas manos del confort.
Haciendo cálculos
Recuerdo haber estado en una situación así en mis últimos años de campamento de jóvenes y, al igual que varios de los jóvenes que estén leyendo este artículo, también tuve miedo de seguir adelante en la vida cristiana. Me encontraba pasando una de las temporadas más cómodas de mi vida, por lo cual intentaba evitar en lo posible hacer cambios drásticos que pusiesen en riesgo el statu quo en mi vida. Ahora que puedo echar un vistazo al pasado, me doy cuenta del error que cometí como joven: creía que para llevar adelante compromisos en la Iglesia todo debía estar “fríamente calculado”. Es decir, pensaba que debía tener todo bajo control antes de tomar decisiones importantes.
Probablemente usted está pensando ahora en la enseñanza de Jesucristo acerca de calcular bien el costo de los compromisos que vamos a asumir. Pensar de esa manera es correcto y muy sabio. Pero ¿acaso calcular el costo es lo único que Dios nos enseña que se necesita para tener éxito en nuestros compromisos? ¿Existe algún componente adicional para llevar adelante compromisos con Dios y en nuestras relaciones con los miembros de la Iglesia?
Añadir valentía y fe a los cálculos
Existen momentos en la vida de un joven de la Iglesia en los cuales, además de calcular los costos, se requerirá ser muy valientes y confiar en que Dios nos tenderá la mano para que podamos tener éxito en nuestros compromisos. Algunas de estas situaciones pueden ilustrarse a través del bautismo y el matrimonio, dos compromisos muy grandes e importantes, quizás los más intimidantes para un joven, pero se aplica para muchas otras situaciones también.
Hace muchos años un hombre de la Iglesia tuvo la gran valentía de intentar caminar sobre el agua para ir al encuentro de Cristo. Tuvo también la confianza desde un inicio. Sin embargo, lamentablemente perdió la fe en medio del camino, porque tuvo miedo de lo que ocurría a su alrededor y se empezó a hundir en el agua. Luego de que Jesús lo pusiese a salvo, le dijo con firmeza una frase que yo he escuchado en altoparlante en mi cabeza muchas veces: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
Al final de la historia, este hombre logró lo que se propuso: llegar hasta Cristo. Ése es el punto que quiero resaltar. Es evidente que a Pedro le faltó más fe, pero él estaba en el lugar correcto para pedir ayuda al único que podía realmente ayudarle en ese momento y, por lo tanto, tuvo éxito. Pedro se atrevió a bajar de la barca para caminar sobre las aguas al encuentro de su Señor. Pensémoslo juntos un momento: ¿tenemos la valentía en nuestra vida para bajarnos de la barca y caminar hacia Dios sobre las aguas? Pedro la tuvo. Pedro se atrevió a hacer algo que nunca había hecho antes. ¡Él se la jugó por su llamamiento!
Sé valiente y juégatela
Luego de haber terminado mis seis años de estudios universitarios y prepararme un año más para rendir mi examen de grado en la Escuela de Derecho, me tocó vivir uno de los momentos más cargados de adrenalina y miedo que recuerdo haber pasado: dos de los profesores designados para ser jurados en mi examen me negaron la posibilidad de rendir el examen en otro día que no fuese el sábado. Luego de colgar el teléfono en la segunda llamada, me sentí desconsolado, mis cálculos habían fallado. Empecé a llorar de impotencia y apoyé mi cabeza en un balcón mientras oraba mentalmente a Dios. Yo no quería tirar el sábado a la basura, quería confiar en Dios, pero también quería lograr lo que me había propuesto, luego de varios años de esfuerzo. Cuando terminé de orar había tomado ya una decisión: no presentaría mi examen en sábado.
Tomé una vez más el celular, hice una oración corta en mi mente y me la jugué.
Marqué el número del tercer profesor que me faltaba llamar. Aun no estaba todo perdido, quizá yo había empezado a hundirme en medio de la situación, pero aún podía ser valiente y confiar en que Dios se haría cargo del resto. Inmediatamente escuché un sonido de respuesta y pronuncié las palabras: “Profesor, yo no puedo presentar mi examen de grado en sábado, no lo he hecho antes en todos estos años de estudio y tampoco voy a cambiar eso ahora. Los otros dos miembros del jurado no aceptan tomarme el examen en otro día. Por favor, ayúdeme”. La voz del otro lado me dijo: “Ok, no te preocupes. Presentarás tu examen el jueves. Los otros profesores saben que tenemos que estar los tres presentes para poder tomar el examen y esta semana yo sólo puedo el jueves”.
“Muchas gracias”, respondí. Dios había intervenido. Cada vez que recuerdo esta experiencia me animo mucho a ser valiente como el apóstol Pedro. Ahora siento más seguridad para jugármela por mi llamamiento santo.
Todos podemos confiar en que Dios nos ayudará a caminar sobre las aguas de los problemas y no dejará que nos hundamos en ellos, si es que estamos en el lugar correcto y tenemos el valor para hacer lo que tenemos que hacer.
Entonces: ¿te la vas a jugar por tu llamamiento? Espero que sí.