A lo largo de la Biblia, Dios se refiere a nosotros, su pueblo, como trigo, arcilla, ovejas, plata y, mi favorito, oro. ¿Por qué usa Dios esta analogía? ¿Qué implicaciones tiene para nosotros?
Job sufrió… y me refiero a que realmente sufrió. Podría escribir una extensa descripción de los eventos traumáticos que pasaron en su vida, el nivel impresionante de aflicción que experimentó, y todo esto no le haría justicia.
Sin embargo, a pesar de todo, Job hizo esta profunda declaración: “Más Él conoce mi camino; me probará, y saldré como oro” (Job 23:10).
Job perdió todo: sus hijos, sus hijas, sus posesiones… todo se fue. Para colmo, fue golpeado por “una sarna maligna desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza” (Job 2:7). Si tuviéramos que experimentar este tipo de prueba, lo último que la mayoría diríamos sería “Saldré como oro”.
¿A qué se refería Job cuando dijo esto? ¿Qué significa esto para nosotros?
El fuego refinador
¿Ha visto alguna vez oro en estado bruto? Yo sí. Déjeme contarle: no se parece en nada al oro que se ve en la joyería. Todos los collares, aros o brazaletes que ha visto han sido purificados. Ese oro, cuando fue descubierto, debió tener un bulto erosionado de piedra y tierra cubriéndolo. Probablemente no sea la mejor imagen, ya que no tiene parecido alguno con lo que conocemos como oro.
Sin importar la persona que encuentre oro, es un emocionante descubrimiento debido a su potencial.
Ese oro en bruto fue puesto en un crisol, dentro de un horno y calentado a unos ardientes 1.000 grados Celsius. El refinador deberá sacar el crisol periódicamente del horno, retirar el exceso de impurezas y devolverlo al fuego. Este proceso se repite una y otra vez. Dentro del fuego, fuera del fuego, dentro del fuego, fuera del fuego.
La Biblia Nueva Versión Internacional traduce Job 23:10 así: “Él, en cambio, conoce mis caminos; si me pusiera a prueba, saldría yo puro como el oro”. No como cualquier oro, sino como oro puro. Y cuando el proceso de refinación se completa, así es exactamente como salimos: puros como el oro, sin contaminación alguna.
Estamos siendo refinados
Dios es nuestro purificador y nosotros somos esa piedra y Él dice: “He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción” (Isaías 48:10). Esto lo hace con cada uno de nosotros, pero su trabajo no ha terminado aún. No estamos listos todavía, aún no reflejamos su carácter en nosotros.
Con cada día que pasa, el mundo se vuelve un lugar cada vez más difícil para un cristiano verdadero. Para algunos de nosotros, el cristianismo tiene como costo el dejar amigos, familiares, amores, trabajos, reputación, y la lista podría seguir y seguir. Sin embargo, a pesar de estas pérdidas, Dios permite que el calor suba, utiliza ese calor para remover toda deformidad, falla o defecto en nosotros, cualquier cosa que distorsione el reflejo de nuestro Refinador.
Cualquier cosa por la que usted esté pasando, no se preocupe, sólo repita después de mí: “Saldré puro como el oro” y con la ayuda de Dios, así será.