Todos, en algún momento, independie de nuestra edad, de nuestros roles y responsabilidades, hemos tenido que hacer alguna labor doméstica.
¿Se han preguntado alguna vez cómo encontrar a Dios en los quehaceres domésticos? Tal vez sí, o quizás simplemente lo hacemos mecánicamente, como una rutina que tenemos que cumplir, sin detenernos a meditar en esos momentos que parecen aburridos.
¿Es posible que aun en aquello que no nos gusta hacer y que se ha vuelto una rutina “aburrida”, podamos meditar en Dios y en su verdad? Buscando una respuesta a esta pregunta, se puede concluir con un sí rotundo. Daré algunos ejemplos.
1. Planchar la ropa.
¿A quién le gusta planchar ropa? ¿Para qué planchar? ¿Será necesario? Pareciera tiempo perdido. Hay varios tips a los que muchos recurren para evitar esta tarea “innecesaria”: planchar sólo los puños y el cuello de las camisas, usar sólo ropa que no se arrugue, tender las prendas húmedas en colgadores para que una vez secas, sólo se doblen con cuidado y estén ¡listas para usarse!
Pero sinceramente, ¿se siente usted cómodo cuando anda con su ropa arrugada? ¿Qué lección podríamos sacar de este trabajo, a veces aburrido, de planchar?
¿Se pueden sacar las arrugas con una plancha fría? ¡Claro que no! La plancha tiene que estar caliente. Ahora lo caliente de la plancha se logra de manera fácil conectándola a la electricidad, pero hace muchos años, las planchas usaban literalmente brasas candentes para calentar la base del metal… y a veces las brasas calentaban toda la plancha, al punto de que podía quemar la mano si no sabía usarse. En el plano espiritual, ¿cómo refina Dios a los que llama para que sean sus hijos? ¿Cómo nos prueba? ¿Cómo Dios suaviza las arrugas de nuestro carácter? ¿Lo hace con una plancha en frío? ¿Cómo saca Dios las arrugas de ese vestido que estamos preparando en la Iglesia para convertirnos en la esposa de Jesucristo? Sólo con las pruebas de fuego (1 Pedro 1:7).
El platero también usa altas temperaturas para purificar su obra. Y nuestro Padre, en su sabiduría, permite que seamos sometidos al fuego de las pruebas para que reflejemos su carácter… sin arrugas.
2. Lavar la ropa.
¡Qué privilegio tenemos hoy de contar con un gran mercado de lavadoras de ropa que ofrecen distintas opciones, versus las mujeres de antaño qué sólo contaban con sus manos para esta tremenda labor!
Sin embargo, en la época moderna, a veces no basta con el lavado en el lavarropas automático, tenemos que sacar a mano o con cepillo algunas manchas puntuales, difíciles y rebeldes. Entonces recurrimos a distintos productos químicos para ayudar a removerlas. El resultado puede ser el esperado o no. Las manchas pueden desaparecer rápidamente, pero a veces hay que repetir el proceso de desmanchar y a veces nuestra mancha ha decidido quedarse definitivamente.
¿Cómo podríamos relacionar el lavado físico de nuestra ropa con el lavado de nuestra ropa espiritual? ¿Será importante cómo está la limpieza de nuestra vestimenta espiritual o es sólo un detalle sin importancia?
El lavado de la ropa en lo espiritual es tan importante que sólo “los que han lavado sus ropas tendrán derecho al árbol de la vida” (Apocalipsis 22:14).
El rey David, en un momento muy difícil de su vida, cuando analizaba detenidamente su pecado con Betsabé y los demás pecados relacionados con este , se acercó a Dios y le pidió, en su arrepentimiento profundo, lo siguiente: “Lávame, y seré más blanco que la nieve” (Salmos 51:7).
Nosotros no debemos pensar que podemos ser más justos que David. Quizá haya manchas ocultas en nuestra vida espiritual que no hemos visto. Quizás también debemos pedirle a Dios profundamente, así como lo hizo David, que nos libre de nuestros propios errores que nos son ocultos y que nos lave y nos deje blancos como la nieve, a través del regalo maravilloso del sacrificio de Jesucristo.
3. Cocinar.
¿En serio podemos meditar y reflexionar en las maravillas de Dios cuando dedicamos parte de nuestra vida a cocinar? Yo sé que a muchos no les gusta cocinar y otros aman preparar comida para los demás. Las amas de casa generalmente no tenemos la opción de elegir. Tenemos que hacerlo. Por lo tanto, es necesario verle a la cocina la parte positiva, porque estaremos allí una buena parte del día.
Aunque no lo hayamos imaginado, en el arte culinario están presentes las matemáticas, la física y la química. ¿Cómo? ¡Dios es un Dios de ciencias! Desde preparar una simple receta hasta el plato más sofisticado, ahí hay ciencia aplicada. ¿Ha observado, al picar las verduras y las frutas, sus colores, la perfección y la hermosura en sus diseños y patrones internos? ¿Ha notado la exquisitez y la fragancia de los sabores que Dios puso en cada uno de los vegetales y las frutas?
La cocina es como un pequeño laboratorio, con leyes físicas activas y perfectas, en donde podemos profundizar en la sabiduría y en la magnanimidad de Dios, al dejar elementos tan simples y a la vez tan complejos y que encierran sabores, colores y estructuras maravillosas para satisfacer y alegrar nuestro apetito.
Por eso Job se quedó sin palabras ante el desafío que nuestro Creador le hizo en relación a las cosas simples y complejas que Él creó: “Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía” (Job 42:2-3).
4. El orden y la limpieza.
¿Qué tal somos con el orden de nuestra casa? ¿Y con la limpieza? La limpieza y el orden son características de Dios y cuando somos así, es más fácil acercarnos a Él. Por ejemplos: para los cristianos, la época previa a la fiesta de Panes Sin Levadura, es quizás el tiempo más apropiado para meditar en la limpieza de nuestra mente y corazón. ¿De qué deberíamos limpiarnos? El apóstol Pablo exhortó a los corintios a limpiarse de la vieja levadura.
¿Reflejamos el orden de Dios en nuestra casa y en nuestra vida? Yo pienso que una cosa refleja la otra. ¿Qué sensación tenemos cuando nos encontramos con un espacio desordenado y sucio? Los cristianos, y todas las personas, debemos tomar el tiempo y esforzarnos para mantener en orden los distintos espacios de nuestra casa.
¿Proyecta orden nuestra vida? El orden es parte del carácter de Dios y como sus hijos también debemos esforzarnos para que haya orden en nuestra vida. Si no es así, utilicemos bien el tiempo para poner en orden los “desórdenes” que podamos tener en nuestra vida espiritual. Como bien lo dijo el apóstol Pablo: “Pero hágase todo decentemente y con orden” (1 Corintios 14:40).
5. Limpiar los vidrios de las ventanas.
Limpiar vidrios y ventanas es una tarea poca atractiva, especialmente cuando hace tiempo que no se han limpiado. La limpieza exterior de la casa también es muy importante porque refleja a los demás cómo está nuestra casa por dentro. Pero igualmente podríamos decir que las ventanas son los ojos de una casa, a través de los cuales nosotros vemos al mundo exterior.
Nosotros tenemos ojos espirituales a través de los cuales debemos ver hacia el exterior y nuestros ojos deben estar limpios, al igual que las ventanas de nuestra casa. Hay un dicho que dice: “los ojos son las ventanas del alma”.
Cuando Dios abrió nuestro entendimiento, nuestros ojos espirituales fueron abiertos. ¡Qué milagro! Éramos ciegos, vivíamos en la oscuridad y no lo sabíamos. Ahora podemos ver en otra dimensión, hemos comenzado a discernir espiritualmente, porque Dios nos dio vista espiritual. En un sentido figurado, Dios nos limpió los ojos para poder ver.
En la Biblia quedaron registrados milagros de personas que recibieron la vista. Debe ser algo emocionante recuperar este sentido cuando no lo hemos tenido antes o cuando perdimos la vista por enfermedad. Jesucristo se valió de estos milagros para enseñarnos acerca de recuperar nuestra vista espiritual.
Durante la conversión de Pablo, cuando Ananías oró por él para que recobrara la vista, no sólo la recuperó físicamente, sino que además Dios le abrió al apóstol sus ojos espirituales para que entendiera su verdad. El profeta Eliseo pudo ver más allá del plano físico en una situación compleja para Israel. Le pidió a Dios que abriera los ojos de su criado y “he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo y de carros de fuego alrededor de Eliseo” (2 Reyes 6:17).
En su misericordia, Dios quitó la venda de nuestros ojos y ahora es nuestra responsabilidad mantener limpia nuestra vista espiritual, de la misma manera que nosotros debemos limpiar los vidrios de nuestras ventanas para poder ver claramente hacia fuera de nuestra casa.
Podríamos seguir buscando a Dios en las muchas labores domésticas y rutinarias de nuestra casa. Basten las labores mencionadas arriba para animar a todas y a todos a quienes les gustan o no, las labores de la casa, pero que tienen que hacerlas, para meditar en Dios cuando estamos inmersos en esas labores. De esa manera podremos aprovechar el tiempo para crecer espiritualmente aun en las labores mecánicas y posiblemente aburridas de nuestra casa.