¿Estamos enfocándonos en lo más importante de la Pascua? Respondamos la pregunta y veamos lo que es realmente importante en esta ceremonia.
En algunos de sus primeros escritos el señor Herbert W. Armstrong dijo mucho acerca de la Pascua. Él, en su singular forma de describir las cosas, dijo que la cena del Señor, al igual que otras doctrinas importantes, ha caído desgraciadamente en tradiciones y mandamientos de hombres.
Judas nos dice en el verso 17 de su libro: “Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo”.
La confusión actual
Hoy en día diversas denominaciones le dan un significado muy distinto a la cena del Señor que el que Jesucristo enseñó. Algunas Iglesias claman que el pan y el vino se transforman literalmente en el cuerpo y sangre de Jesucristo mismo. Otras Iglesias los toman cuantas veces se pueda, otras cada domingo y aún otras, cuatro noches al año.
Verdaderamente existe una confusión religiosa en todo el mundo con respecto a este importantísimo tema. ¿Cómo podremos saber cuál es la verdadera intención de la Palabra de Dios? La respuesta se encuentra en las páginas de la Biblia y es ahí donde debemos escudriñar para encontrarla. Sólo la Palabra de Dios contiene el registro correcto de lo que Dios desea que se haga en la Pascua.
Regresemos al principio
Examinemos los primeros pasajes que muestran la institución de la Pascua. Leamos del libro de Lucas: “Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles… y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lucas 22: 19-20).
Notemos lo que acabamos de leer: “Cuando era la hora” (en algunas traducciones se lee “Cuando llegó la hora”). Jesús primero introdujo el pan y el vino. Había un tiempo definido —una hora específica— en la cual Él llevó a cabo la ceremonia. Y Jesús nos ha dado un ejemplo a seguir.
Veamos también que Jesús les dijo específicamente a sus discípulos: “haced esto”. Y, ¿por qué razón? “En memoria de mí”. Jesucristo les dijo que era un memorial para recordar su muerte. Él mismo lo instituyó la noche de su aprehensión.
Leemos en Mateo 26:26: “Y mientras comían”. Jesús tomó el pan e introdujo esta ordenanza solemne que llamamos la cena del Señor. ¿Cuándo se llevó a cabo todo esto? ¡Mientras comían la pascua! (Mateo 16:17 y Lucas 22:15).
Repasemos las siguientes escrituras:
En Mateo 26:2 dice: “Sabéis que dentro de dos días se celebra la Pascua y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado”. Jesucristo sabía que su hora había llegado; que la fiesta de la Pascua vendría dos días después y que el Hijo del hombre sería traicionado y crucificado. Jesús también sabía que Él era nuestra Pascua, que sería sacrificada por nosotros (1 Corintios 5:7).
“El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua?” (Mateo 26:17). Después de la puesta del sol (cuando comienzan los días, según lo establecido por Dios), Jesús se sentó con sus doce discípulos (Mateo 26:20; Marcos 14:15).
Y mientras comían la cena de la Pascua (Mateo 26:26), “Jesús tomó el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”.
Ya hemos revisado que sí es muy importante cuándo se celebra la Pascua. Hemos leído lo que Jesús hizo y sabemos que nos dejó su ejemplo a seguir. Ahora volvamos a la pregunta: ¿qué es lo más importante con respecto a la Pascua? Ya sabemos que el “cuándo” la celebramos es de vital importancia; sin embargo, ¿acaso eso es lo más importante?
Es hora de renovar nuestra dedicación y entrega a Dios
Al volver a tomar la Pascua este año, recordemos el gran privilegio que es para todos nosotros estar aún en la verdad. Muchos han sido engañados y siguen las tradiciones humanas de la “semana santa”, las cuales han llegado a reemplazar las verdaderas celebraciones que nuestro gran Dios ordena en su palabra.
Nuevamente debemos creer primeramente lo que Dios dice y no lo que la gente afirma. Jesús nos dio ejemplo de amor y humildad durante estos importantes días; amor y humildad que lo llevaron a la muerte. Él murió personalmente por usted y por mí. La Pascua representa el tiempo en que recordamos ese gran sacrificio. Jesús les ordenó a sus discípulos: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15-15).
Lo que Jesucristo hizo fue más que simplemente lavar los pies de sus discípulos —les dio a ellos y a nosotros la pauta para saber cuál debe ser nuestra actitud durante la Pascua y los días santos que se aproximan.
Meditemos bien sobre nuestra actitud y pensemos si estamos realmente dispuestos, no sólo a lavarnos los pies unos a otros, sino a hacerlo de corazón, con la actitud de humildad y de servicio que Dios espera de cada uno de nosotros. Celebremos, pues, la próxima época de fiestas santas no sólo conociendo la verdad, sino sintiéndonos profundamente conmovidos y agradecidos por ello. Hagámoslo con real humildad y actitud de servicio hacia Dios y hacia nuestros hermanos, porque sin duda ¡esto es lo más importante de la Pascua!