Mudarnos a otro país es un cambio muy grande que probablemente nos tome lágrimas y algunas derrotas mentales antes de poder adaptarnos. Pero hay lecciones que podemos sacar de ello y salir fortalecidos.
Algunos cambios en la vida no son fáciles; a veces requieren tiempo y esfuerzo. Mudarse a otro país puede tener distintas razones: encontrar trabajo, casarse, buscar mejorar la situación económica, etcétera. Cada una de estas situaciones puede tener muchas implicancias: dejar atrás las comidas conocidas, las personas cercanas, la ciudad de origen y quizás hasta la lengua materna. Llegar a un nuevo lugar con nuevas tradiciones, nuevas enfermedades, nuevas reglas de tránsito (en ocasiones muy extrañas) y una serie de trámites migratorios, puede llevarnos a reflexionar si todo ello vale la pena o si es más conveniente regresar al lugar de dónde vinimos.
A continuación, quiero compartir algunas lecciones que he aprendido como una alemana que se mudó a Perú.
1. Somos peregrinos en este mundo
La tierra en la que vivimos es temporal. Nuestra estadía aquí es temporal. Al nacer se nos otorga la nacionalidad del país donde nacimos. ¿Qué valor tiene esta nacionalidad para un cristiano? Somos llamados a vivir en este mundo pero a no ser parte de él (Juan 17:14-18). Debemos cumplir las leyes nacionales mientras que no se contradigan con las leyes de Dios. ¿Influye nuestra nacionalidad en la forma que vivimos nuestra religión? Dios ha llamado a muchas personas de muchos países de este mundo en este tiempo. El que tengamos una cierta nacionalidad ¿hace que nos sintamos superiores a otros hermanos o que pensemos que tenemos ciertos derechos adicionales? Irnos a un nuevo país e integrarnos con los nuevos hermanos nos ayuda a cimentar nuestra nacionalidad como cristianos y captar a mayor profundidad que la nacionalidad terrenal con la que nacimos sólo será por un breve tiempo.
2. Nuestra ciudadanía está en los cielos
Al estar viviendo en Perú, siendo aún una ciudadana alemana, he tenido la oportunidad de reflexionar acerca de la importancia de la ciudadanía que Dios quiere que tengamos. El apóstol Pablo nos alienta a buscar nuestra ciudadanía en los cielos. En Filipenses 3:20 Dios nos dice: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo”. Como cristianos verdaderos esperamos la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo y el establecimiento de su reino. Ello significa poner nuestra fe en Dios antes que en nuestro país, nuestra cultura o nuestra tradiciones. Éste es un llamamiento mayor que nos debe llevar a la verdadera unidad entre hermanos.
3. Poner en orden nuestras prioridades
Entender que nuestra nacionalidad, de cualquiera que sea nuestro país en esta tierra, no es lo más importante ni lo que nos define. Los cristianos verdaderos buscamos el futuro Reino de Dios y eso nos ayuda a priorizar las cosas verdaderamente importantes. En 1 Juan 2:15-17 Juan advierte lo siguiente: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo”. El haber dejado muchas cosas atrás en un país nos puede ayudar muchísimo a no aferrarnos a lo terrenal, ya que en cualquier momento lo volveremos a dejar. Trabajemos para lo que verdaderamente importa, para llegar al Reino eterno. Dios nos anima en Mateo 6:33 que “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Si ponemos primero las cosas de Dios, Él nos proveerá todo lo demás que necesitamos en esta vida.
4. Dios llama a personas distintas
Podemos pensar que la manera como hacemos las cosas en nuestro país es la única correcta, pero vivir en otro país durante algún tiempo nos puede ayudar a aprender que en otros países Dios también se preocupa por las personas, y que no depende de una nacionalidad terrenal si llegamos al Reino de Dios o no.
A pesar de los preparativos que hagamos antes del viaje, mudarnos a otro país nos puede intimidar respecto de cómo sobreviviremos allí. Pero Dios en Mateo 6:25-26 nos alienta diciendo: “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”.
Podemos estar confiados de que Dios nos sostendrá también en nuestro nuevo hogar, así como sostiene a muchos hermanos alrededor del mundo.
Mudarnos a otro país no es fácil. Son grandes cambios los que tenemos que vivir y ellos nos marcarán por el resto de nuestra vida. Sin embargo, Dios nos muestra que somos peregrinos en este mundo y que lo realmente valioso y duradero para un cristiano es prepararnos espiritualmente para el Reino de Dios. Que Dios nos ayude a mantenernos enfocados en su camino y no en las cosas de este mundo.