Una mala actitud que se anide en nosotros puede influenciar negativamente en lo que debería ser el mejor momento del año, celebrar la Fiesta de los Tabernáculos.
“Realmente hay que esforzarse para tener una mala fiesta!”
Esto es algo que he compartido con muchas personas a través de los años. Y confío en que la mayoría de nosotros estaría de acuerdo.
Personalmente, he asistido a la fiesta desde hace casi 60 años, aunque no recuerdo las primeras porque era demasiado joven. Pero sí tengo recuerdos maravillosos de muchas otras fiestas, en lugares exóticos y no tan exóticos de los Estados Unidos y el mundo. El común denominador de todos estos sitios fue la alegría de pasar tiempo con personas que compartían mis creencias, y estar lejos de la rutina de la escuela o el trabajo.
Lamentablemente, cada año también parece haber alguien que, por alguna razón, no aprecia la oportunidad que Dios nos da durante la fiesta de Tabernáculos. Su enfoque está en otro lado; tal vez en incomodidades superficiales, o algo más serio, como un problema de salud. O tal vez es el estrés del trabajo o la vida lo que le quita el gozo.
Sea lo que sea, siempre hay personas que permiten que alguna situación afecte su actitud. Algo no les permite “vivir en el momento” y “capturar la visión” de la que siempre se nos habla en los esperanzadores y animadores mensajes de la fiesta.
Mi fiesta con “mala actitud”
Recuerdo que hace muchos años también pasé una fiesta con la actitud incorrecta. No tenía mucho dinero, así que asistí a un sitio que no era tan emocionante como lo habían sido otros. Estaba recién casado y, aunque mi esposa y yo seguíamos en la fase de la luna de miel, también estaba en el proceso de iniciar mi negocio, y vivía con todo el estrés del trabajo que eso implica.
Nos quedamos en un hotel cómodo, y podría decirse que agradable. Pero por alguna razón, lo único que yo podía ver era lo malo de nuestra habitación —como la mancha en la alfombra, que parecía como si alguien le hubiera cambiado el aceite a su automóvil ahí dentro.
También me parecía que en todos los lugares a los que íbamos había problemas con el aire acondicionado. Afuera hacía demasiado calor y eso magnificaba el problema percibido. Es la única vez en la que recuerdo haberme parado a la mitad de una película para pedir que bajaran el aire acondicionado del cine. Un día salimos a comer a un restaurante y terminamos yéndonos porque simplemente hacía demasiado calor.
En servicios, había asientos reservados para los ancianos y las familias con niños pequeños, asientos reservados para el coro y los ministros, y asientos reservados para las personas con dificultad para oír y ver. ¡Todos parecían tener un asiento reservado excepto mi esposa y yo!
Esto no hubiera sido un problema cualquier otro año, pero justo entonces yo estaba convaleciente de una lesión deportiva que me afectaba la espalda y una rodilla. No había manera de encontrar una posición cómoda en esos espacios reducidos, a la mitad de una fila de sillas pequeñas y sin lugar para los pies. Así que lo que hacía era pararme en la parte de atrás del lugar de reunión para escuchar el sermón.
Me imagino que ya lo adivinó: mi actitud no era para nada la correcta. Pasados algunos días de la fiesta, mi esposa de hecho me recomendó meditar acerca de dónde tenía la cabeza y dónde debería tenerla, y ella tenía toda la razón.
Luego de pensar un poco, me di cuenta de que era culpable de hacer justo lo que mencioné al principio. Me estaba esforzando por pasarla mal. Había permitido que una mala actitud se anidara en mí e influenciara negativamente lo que debería haber sido el mejor momento del año.
Dios observa nuestra actitud
Proverbios 16:2 dice: “Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión; pero el Eterno pesa los espíritus”. La palabra hebrea ruaj (o ruach), aquí traducida como “espíritus”, es interesante porque puede usarse de muchas maneras. El Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo de Vine contiene nueve definiciones distintas del término, y la sexta de ellas se refiere al significado obvio del versículo: “con frecuencia se usa rûaj para hablar de la mente (intención), disposición ‘temperamento’ de alguna persona”.
En este sentido, “espíritus” se refiere a la disposición interna de alguien. La traducción de la Nueva Versión Internacional me parece muy acertada: “A cada uno le parece correcto su proceder, pero el Señor juzga los motivos [las actitudes que lo motivan]”.
Cuando Samuel visitó a los hijos de Isaí, Dios le dijo que Él “mira el corazón” (1 Samuel 16:7). Y lo hace para evaluar o determinar lo que las personas están pensando y cuál es su motivación.
Dios puede ver la actitud que hay detrás de los pensamientos, las palabras y las acciones de los seres humanos. Y en su Palabra dice claramente que no siempre concuerda con nuestra percepción de cuáles son nuestras motivaciones. En otras palabras, es posible que un ser humano esté seguro de que su única motivación es obedecer a Dios, pero Dios sabe que no es así.
Nuestro enfoque en la fiesta
Lucas 14 dice algo que debemos recordar mientras estamos celebrando la fiesta de los Tabernáculos. De hecho, deberíamos recordarlo todo el año: “Si alguno viene a mí, y no aborrece [ama menos] a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo” (vv. 26-27).
Claramente, Dios espera que estemos “conectados” con Él durante la fiesta. Quiere que nuestra mente y actitud estén enfocados en su Palabra y su plan, y no quiere que nos distraigamos por ningún motivo. En lugar de pensar “no puedo evitarlo. Tengo muchas preocupaciones en mi vida y eso me genera mucho estrés”, intente pensar en las palabras de Jesucristo registradas en Lucas. ¿Estamos escogiendo hacer lo que Dios nos pide?
Dios nos ha dado la bendición de entender el significado de sus fiestas —lo que implican para nosotros ahora y en el futuro. Sería una lástima que asistiéramos a la fiesta sin participar plenamente de ella, sin aprovecharla al máximo, simplemente porque elegimos olvidar la importancia de cuidar nuestra actitud.