El sacrificio de Jesucristo es el evento más importante en la historia. Este evento abrió la puerta al cumplimiento del plan de Dios para la humanidad.
Lo primero que debemos recordar es que el Verbo era Dios y estaba con Dios (Juan 1:1-2). Ambos seres de la divinidad coexistieron desde la eternidad y en algún momento de su existencia ambos desarrollaron un plan: querían tener una familia. Para llevar a cabo ese plan, habría varias “aristas” que completar primero. Con ese propósito Dios creó primero a los ángeles, no para que fueran sus hijos, sino para que fueran sus mensajeros y también eventualmente para que fueran ayudantes de aquellos que llegarían a ser parte de la familia de Dios, los seres humanos llamados por Dios para ese propósito (Hebreos 1:14). Luego Dios creó el universo físico y la Tierra. Después, Dios creó al ser humano, con el potencial de llegar a formar parte de su familia.
En el entendido de que el ser humano sería incompleto, imperfecto, sujeto a debilidades y pecados, el siguiente evento sería el más importante dentro de todo este maravilloso plan: el Verbo divino vendría a la Tierra como un ser humano, nacería de una mujer, sería totalmente humano y totalmente divino, y se sacrificaría asimismo para hacer posible la salvación de los seres humanos.
El Verbo era Dios y había sido el co-Creador de los ángeles, del universo físico y de los seres humanos, y como consecuencia su sacrificio sería suficiente para salvar a todos los seres humanos (Juan 1:3). En ese entendido el Verbo divino nació de María, fue bautizado por Juan en el Jordán y fue tentado en todo, como cualquier ser humano y finalmente se ofreció en sacrificio y experimentó la muerte más cruel de la historia, sin haber cometido ningún pecado. Así, este sacrificio maravilloso se convirtió en el evento más importante en la historia del universo para llevar a cabo el propósito de la creación de la familia de Dios (Hebreos 2:9-10).
Analicemos tres aspectos muy importantes en relación con el sacrificio de Jesucristo.
1. Hizo posible el perdón de los pecados de todos los seres humanos
Tan pronto como Dios creó a Adán y Eva, ambos desobedecieron a Dios… pecaron. Como consecuencia Dios mismo cerró la entrada al jardín de Edén para que “no comieran” del árbol de la vida. Dios mismo puso arcángeles para guardar la entrada al jardín y los primeros padres quedaron cortados de su entrada a dicho jardín. A partir de ese momento Adán y Eva y sus descendientes, quedaron cortados de tener una relación con Dios, excepto aquellos pocos a los que Dios mismo les abriría la mente para entender su plan.
A partir del momento en que se cerró la entrada al jardín de Edén, Dios empezó a llamar, de vez en cuando, a unos pocos seres humanos para que entendieran su plan divino. Sólo algunos pocos serían llamados por Dios (Juan 6:44, 65). Menos personas aún responderían a ese llamado del Creador. Aquellos que respondieran al llamado de Dios, necesitarían reconocer que sus vidas pasadas no habían sido perfectas. Tendrían que reconocer que habían pecado —infringiendo la ley de Dios— tendrían que arrepentirse de esos pecados pasados y sentirían la profunda necesidad de ser perdonados.
De hecho, todos los seres humanos, a su debido tiempo tendrán que llegar a la misma conclusión: solamente la fe en el sacrificio de Jesucristo hace posible el perdón de todos los pecados pasados. Por eso es que cuando una persona se arrepiente de sus pecados y tiene fe en el sacrificio de Cristo, dicho perdón se lleva a cabo (Hechos 2:36-39).
En este mismo contexto: después de que la persona se ha bautizado, seguirá cometiendo pecados de vez en cuando, por descuido o por alejamiento de Dios. Afortunadamente el sacrificio de Cristo seguirá perdonando los pecados de esta persona mientras que dicha persona se mantenga en el camino de Dios y se arrepienta cada vez que infrinja la ley de Dios. Esta es la gracia de Dios, el regalo más grande del Creador para sus hijos (1 Juan 1:8-10).
Aunque Dios, por el sacrificio de su hijo Jesucristo, nos perdona nuestros pecados en el momento en que nos arrepentimos, la Pascua es un momento especial cuando todo este perdón se lleva a cabo con más certeza. Dios, en la Pascua, es especialmente propicio para perdonar los pecados de los que se arrepienten.
2. Hizo posible la sanidad de nuestras enfermedades
Dios quiere ser primero en la sanidad de nuestras enfermedades. Él quiere que nosotros acudamos a Él por sanidad, antes que a los médicos. En este sentido es que la Palabra de Dios afirma que el sacrificio de Cristo se ofreció también por nuestra sanidad física, mental y emocional (Isaías 53:4-6, 1 Pedro 2:21-24)
Es con esa convicción que nosotros debemos ir al ministerio de la Iglesia para ser ungidos con aceite para mostrar nuestra fe en el sacrificio de Cristo ofrecido por nuestros pecados y por nuestras enfermedades. Es por eso que cuando somos ungidos con aceite con la actitud correcta de arrepentimiento delante de Dios, nuestras enfermedades son sanadas y nuestros pecados son perdonados (Santiago 5:13-15).
3 Abrió la puerta para todo el plan de Dios
Cuando los israelitas pasaron su última noche en Egipto —la noche de la Pascua— ellos tuvieron que comer el cordero de la Pascua. Cuando mataron el cordero, tuvieron que recoger la sangre en un lebrillo y luego usarla para pintar los dinteles de las ventanas y de las puertas de sus casas. Esa misma noche, mientras ellos comían el cordero de la Pascua, Dios mató a todos los primogénitos en las casas en donde no habían comido el cordero ni habían puesto la sangre en los dinteles. En cambio, en las casas en donde habían matado y comido el cordero, y con la sangre habían pintados los dinteles, no había muerto ningún primogénito. En las casas en donde habían comido el cordero de la Pascua y habían usado la sangre, de acuerdo a las instrucciones de Dios, había vida física (Éxodo 12:12-13, 21-23, 27).
En el Nuevo Pacto, tomar la Pascua apropiadamente, de acuerdo a las instrucciones de Dios, es para vida eterna. En otras palabras, mientras nos mantengamos cada día arrepintiéndonos y apelando al perdón de Dios, por medio del sacrificio de Jesucristo y mientras nos mantengamos año tras año participando de la Pascua del Nuevo Pacto, tomando del vino y comiendo del pan, en representación del cuerpo y de la sangre de Jesucristo, y si hacemos esto “dignamente”, es decir, con verdadero arrepentimiento, con toda seguridad tendremos la vida eterna (Juan 6:49-51, 53-54, 58).
El perdón de los pecados, la sanidad de las enfermedades y el acceso a la vida eterna son cosas maravillosas que no podemos obtener por nosotros mismos, hagamos lo que hagamos. Las tres cosas son un regalo de Dios. La fe en el sacrificio de Jesucristo hará que tengamos estos tres regalos maravillosos. El sacrificio de nuestro Señor Jesucristo es el evento más grande en la historia humana y también es el regalo más grande que podemos recibir en este tiempo.