"Pruébese cada uno a sí mismo”, las palabras del apóstol Pablo para autoevaluarse espiritualmente antes de participar de los símbolos de la Pascua.

Las palabras del apóstol Pablo en su primera carta a los corintios debieron haber sonado muy fuerte a los oídos de los miembros cuando les dijo: “pruébese cada uno a sí mismo”, dando a entender que deberían autoevaluarse espiritualmente antes de participar de los símbolos de la Pascua.
La situación de la Iglesia en Corinto no era nada positiva, había pecado en su interior y era el momento de decirles que era necesario que cada uno de los miembros se hiciera un autoexamen, es decir, que cada uno llevara a cabo una introspección espiritual.
Casi dos mil años después, las palabras de Pablo siguen sonando fuerte en nosotros los cristianos.
¿Le gusta a usted autoevaluarse? ¿Sabe cómo hacerlo? ¿Tiene usted una guía?
En mi experiencia como profesor, he aplicado a mis alumnos cientos de exámenes con el único propósito de medir su aprendizaje y he visto que la gran mayoría de ellos no desea ser evaluado. Ellos quieren acreditar sus asignaturas por medios más sencillos de evaluación, como los trabajos de investigación que no les implican mayor esfuerzo. No quieren estar sentados por más de una hora presentando una prueba, que tal vez van a reprobar por no estar preparados. Hay temor y angustia a la hora de los exámenes. Puedo decir que al ser humano no le gusta ser evaluado de ninguna forma, mucho menos autoevaluarse en lo espiritual.
Sin embargo, usted y yo somos diferentes. El autoexamen nos permite ver, en lo profundo, cómo estamos con respecto a las cosas de Dios.
¿Qué tendríamos que preguntarnos? ¿Lo sabemos? ¿Tenemos idea de las preguntas que tendríamos que hacernos para contestarlas? ¿O en qué dirección debe ir nuestra autoevaluación?
El rey David escribió: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmos 139:23-24).
El Comentario bíblico del expositor explica que David le está “pidiendo a Dios que discierna sus motivos y acciones. Lo único que desea el salmista es la conformidad con la voluntad de Dios. Por eso ora para que Dios examine su condición espiritual”.
Nuestra evaluación personal no es sencilla. Aunque Dios conoce lo más íntimo de nuestro ser y cada uno de nuestros pensamientos, tenemos que preguntarnos como está nuestro corazón y cómo son nuestros pensamientos. Seamos sinceros en este ejercicio de reflexión.
Sobre estos dos temas importantes, que están íntimamente ligados, tendríamos que hacer nuestro cuestionario de autoexamen.
¿Cómo está mi corazón y cómo son mis pensamientos?
Jesucristo dijo: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:19).
También Marcos registró estas palabras: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7:21-23).
¿Cómo está mi corazón? ¿Es limpio a los ojos de Dios? ¿Hay pureza en nuestro interior?
El ser humano, por naturaleza, comete errores y el más común es creer que nuestro corazón está limpio.
Recordemos las bienaventuranzas de las que habló Jesucristo: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).
Nuestro corazón es la carta de presentación para nuestro Dios. Debe ser un corazón limpio, puro, sencillo, contrito, humillado y compungido, dispuesto a cambiar lo que haya que cambiar.
¿Y qué hay de nuestros pensamientos?
Mahatma Gandhi escribió lo siguiente: “Vigila tus pensamientos, porque se convierten en palabras. Vigila tus palabras, porque se convierten en actos. Vigila tus actos, porque se convierten en hábitos. Vigila tus hábitos, porque se convierten en carácter. Vigila tu carácter, porque se convierte en tu destino”.
Nuestros pensamientos también son importantes en este autoexamen y debemos vigilarlos constantemente.
Debemos reconocer que en estos tiempos que vivimos, los pensamientos de los seres humanos se han vuelto perversos y contrarios a Dios, como lo fue en su momento en los tiempos de Noé. Todos los pensamientos de las personas eran de continuo solamente el mal.
El profeta Isaías hizo énfasis en: “Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Eterno, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Eterno. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:6-9, énfasis añadido).
El ser humano, por la maldad que hay en su corazón y por su ceguera, no le da cabida a Dios en sus pensamientos, tristemente así lo dice el rey David: “El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; No hay Dios en ninguno de sus pensamientos” (Salmos 10:4, énfasis añadido).
Debemos recordar y reconocer que Dios escudriña los corazones de cada uno de los seres humanos. No hay nada que podamos esconderle, sea bueno o malo: “Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque el Eterno escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para siempre” (1Crónicas 28:9, énfasis añadido).
¿Cómo podemos cuidar nuestros pensamientos?
El apóstol Pablo escribió: “Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12)
Entonces, si hacemos de la lectura de la Biblia un hábito, cuidaremos cada uno de nuestros pensamientos.
El autoexamen es un instrumento de mucha ayuda para nuestro crecimiento espiritual. El proceso de probarse cada uno a sí mismo no termina en la Pascua. Éste es continuo. Así que, lo podemos aplicar de manera permanente en nuestra vida como cristianos. Hagámoslo como una práctica de salud espiritual continua.
No tenga temor, este ejercicio será para nuestro bien y porque el futuro que nos espera es tan grande y maravilloso que no se compara con nada terrenal.
Para animarnos en este proceso de autoevaluación, recordemos las palabras del apóstol Juan: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2, énfasis añadido).