Todos tenemos imágenes de recuerdos de la fiesta que podemos ver nuevamente desde otros ángulos, para ver qué reflejan nuestras experiencias.
¿Reconoce la fotografía del artículo?
Es el reflejo, en el agua, de un grupo de jóvenes que posaron para la foto en una caminata durante la fiesta en Park City, Utah.
Todos nosotros tenemos imágenes mentales (llamadas recuerdos) de la fiesta de este año. Y una de las mejores cosas que podemos hacer es echarles otro vistazo, desde otros ángulos, para ver qué reflejan nuestras experiencias.
Los caminantes fotografiados inmediatamente verán más que sólo una imagen. Las fotos inevitablemente nos evocan recuerdos asociados. Ellos recordarán toda la experiencia de la caminata: el hermoso paisaje, los animales que vieron, sus conversaciones, e incluso los dolores post-caminata que tuvieron después, como cortesía de la escalada.
De la misma forma, reflexionar en nuestras experiencias nos evoca muchos recuerdos, y enfocarnos en las lecciones aprendidas es clave para sacar el máximo provecho de lo que vivimos durante la fiesta de Dios.
Los educadores son conscientes de que sus clases son sólo parte de un proceso de aprendizaje efectivo. Reflexionar en lo que han aprendido es esencial para que los estudiantes puedan relacionar las lecciones con sus vidas. Lo mismo sucede con los ocho días que pasamos en nuestro “salón de clases” de la fiesta.
“¿Qué? ¿Y qué? ¿Ahora qué?”
“En su forma más simple, reflexionar es pensar con detenimiento”, escribe Jennifer Porter en el sitio web Harvard Business Review (marzo 21, 2017). “La reflexión le da al cerebro una oportunidad para detenerse en medio del caos, discernir y revisar observaciones y experiencias, considerar varias interpretaciones posibles y darles sentido. Ese sentido luego se convierte en aprendizaje que puede moldear nuestros pensamientos y acciones futuras”.
¿No es esto exactamente lo que Dios desea para nosotros, que sus fiestas tengan sentido y se conviertan en lecciones que guiarán nuestros futuros pensamientos, actitudes y acciones? Pero para que esto ocurra y podamos crecer espiritualmente, es fundamental darnos tiempo para reflexionar —pensar en los mensajes que escuchamos, las conversaciones que tuvimos y las cosas que experimentamos.
Quiero compartir con ustedes una excelente fórmula que encontré hace poco y ha cambiado mi visión acerca de cómo reflexionar efectivamente. En el 2001, Gary Rolfe, Dawn Freshwater y Melanie Jasper publicaron un libro titulado Critical Reflection for Nursing and the Helping Professions: A User’s Guide [Reflexión crítica para enfermeros y profesiones de asistencia: manual de usuario]. Aunque el libro está dirigido a los profesionales de la salud, el proceso de reflexión que los autores proponen se popularizó rápidamente debido a su simplicidad y efectividad.
Lo único que requiere son tres preguntas básicas: ¿qué? ¿Y qué? ¿Ahora qué?
Analicemos este proceso de reflexión haciéndonos las tres preguntas en el contexto de la fiesta.
¿Qué?
Esta pregunta se trata de describir. ¿Qué escuché en ese mensaje? ¿Qué cosas ocurrieron cada día? ¿Cuál fue mi reacción? ¿Cómo reaccionaron los demás? ¿Qué fue lo positivo o negativo de la experiencia? ¿Qué fue lo que observé? ¿Cuál fue el resultado?
¿Y qué?
Esta pregunta nos lleva a analizar. ¿Cuáles fueron los resultados o las consecuencias de mi experiencia? ¿Cuáles fueron mis conclusiones? ¿Qué aprendí acerca de mí mismo? ¿Qué aprendí acerca de los demás? ¿Por qué la experiencia fue relevante? ¿Cómo se relaciona con mi vida espiritual, mental y emocionalmente? ¿Qué valores u opiniones cambié o reforcé?
¿Ahora qué?
Esta última pregunta se trata de cambiar. ¿Qué puedo aplicar de lo que aprendí? ¿En qué cambiará mi forma de hacer las cosas y mi trato con la gente? ¿Qué debo seguir haciendo? ¿Qué hábitos constructivos debería practicar desde ahora? ¿Qué cosas quiero recordar? ¿En qué cosas quiero seguir trabajando —estudiar más, pensar más, hablar más con otros, etcétera? ¿Qué necesito compartir con otras personas?
¡Reflexionar en sólo estas tres preguntas cubre prácticamente todos los ángulos que necesitamos para nuestro crecimiento!
El “ensayo de reflexión”
Los graduados del Instituto de la Fundación le dirán que casi nunca los evaluamos acerca del material enseñado, pero sí tuvieron que hacer varios “ensayos de reflexión”. Cada instructor tiene su propio método, por supuesto, pero déjenme darles el ejemplo de una tarea que les di a los alumnos cuando presenté la clase de los “Profetas Menores” hace algunos años.
Cuando terminamos el libro de Josué, les pedí a los estudiantes que escribieran un ensayo de reflexión a partir de la siguiente pregunta: “Usted está hablando con los miembros después de los servicios en la próxima semana y les comenta que acabamos de terminar el libro de Josué en clase. Ellos le preguntan: ‘¿Qué es lo que más recuerdas del libro y por qué se destacó para ti?’ ¿Qué les dirías?”.
Los estudiantes tuvieron un par de días para entregar un ensayo breve (de una página o menos) con sus respuestas.
¿Por qué hemos optado por este método en el Instituto de la Fundación?
En primer lugar, porque es un principio bíblico. Dios le dijo a Israel una y otra vez que recordaran las lecciones de sus experiencias, y la única manera de hacer eso es reflexionando.
En Éxodo 13:3 leemos que “Moisés dijo al pueblo: Tened memoria de este día, en el cual habéis salido de Egipto, de la casa de servidumbre, pues el Eterno os ha sacado de aquí con mano fuerte”.
Moisés sabía que reflexionar en cómo Dios obraba en sus vidas sería crucial para su sobrevivencia espiritual y física. Y en el versículo 8 añade: “lo contarás en aquel día a tu hijo, diciendo: se hace esto con motivo de lo que el Eterno hizo conmigo cuando me sacó de Egipto”.
En otras palabras, ¡comparta con su familia esas grandes lecciones de vida!
Lamentablemente, la mayoría de los israelitas olvidaron las lecciones. Como dice Salmos 106:7: “Nuestros padres en Egipto no entendieron tus maravillas; no se acordaron de la muchedumbre de tus misericordias, sino que se rebelaron junto al mar, el Mar Rojo”.
¡La reflexión es un principio bíblico que funciona! Consolida nuestras experiencias. Como dijo el autor James Clear: “Leer puede enseñarle lo mejor de lo que otros ya saben. Reflexionar puede enseñarle lo mejor de lo que sólo usted puede saber”.
Ralph Levy, uno de los profesores del Instituto de la Fundación, me explicó: “Más que memorizar, la reflexión ayuda a sintetizar”. No queremos que los estudiantes sólo sean capaces de explicar las escrituras que cubrimos de cierto libro de la Biblia, continuó. Lo que realmente queremos es darles las enseñanzas del libro y luego ver cómo toman los temas y las enseñanzas principales y los integran en sus vidas.
David Johnson, otro profesor del Instituto, dijo que el próximo año tendrá grupos de discusión en su clase para que los estudiantes participen y compartan sus reflexiones unos con otros. Uno puede preguntarse: “¿qué significa esto para mí?”, ya que cuando hablamos con otros al respecto, la discusión genera aún más profundidad y comprensión.
“Algunos de los ensayos de reflexión han revelado pensamientos muy profundos”, nota el doctor Levy. También dice que siempre es inspirador cuando los estudiantes toman el material que se les enseña en clase y piensan profundamente en cómo lo pueden aplicar en sus vidas. “¡A veces he pensado que captan y expresan las lecciones mejor de lo que yo lo haría!”.
Ver que sus estudiantes realmente captan el valor de la lección para su propia vida es una de las cosas más gratificantes para un profesor. ¿Cuánto más se alegrará Dios al ver que sacamos el máximo provecho de sus fiestas?
¿Cómo aplicar este método?
No estoy sugiriendo que todos deberíamos escribir un ensayo de reflexión acerca de la fiesta (¡aunque no es mala idea!). Pero sí estoy sugiriendo que todos deberíamos apartar un tiempo para meditar en lo que hemos experimentado y preguntarnos: “¿Qué? ¿Y qué? ¿Ahora qué?”.
Por ejemplo, ¿cuál fue el sermón que más le impactó? ¿De qué se trató? ¿Qué escrituras se usaron? ¿Por qué se destacó para usted? ¿Qué le motivó a hacer en su vida? ¿Qué le gustaría hacer al respecto en el futuro?
Por supuesto, puede hacerse las mismas preguntas acerca de los sermoncillos. Yo, por ejemplo, escuché un sermoncillo en Park City donde dos o tres frases fueron tan profundas y reveladoras que me motivaron a estudiar más y reflexionar en cosas que me gustaría compilar en un sermón para una fiesta futura.
¿Y qué hay de sus experiencias fuera de los servicios —sus viajes hacia y desde el sitio de fiesta, las comidas y la convivencia con hermanos, las actividades, etcétera? He oído acerca de algunas experiencias maravillosas y también pruebas difíciles. ¡Los hermanos que fueron al sitio de Orange Beach, Alabama, sin duda tuvieron sus desafíos con la evacuación debido al huracán! Las preguntas “¿Qué? ¿Y qué? ¿Ahora qué?” se aplican a todas estas situaciones también.
Sin importar como hayan sido sus experiencias en la fiesta —bellas o difíciles— tómese un tiempo para detenerse, reflexionar, orar y sacar lecciones de ellas. También hable usted con otros acerca de sus reflexiones —no sólo acerca de lo que ocurrió, sino lo que aprendió y cómo cambió su vida.
La fiesta del 2020 puede seguir siendo una bendición para nosotros, incluso mucho después de haber terminado, si nos detenemos a meditar en sus enseñanzas.