Cuando Dios dio inicialmente instrucciones detalladas acerca de la celebración de las fiestas santas en Levítico 23, Él fijó claramente un día determinado para cada una y exhortó a los levitas para que ellos se aseguraran de que estos días fueran proclamados en sus momentos precisos. Ya que Israel estaba reunido en un sólo lugar, Él no dio instrucciones específicas acerca del lugar en que estos días se debían guardar.
Sin embargo, cuando ya estaba finalizando su peregrinaje por el desierto, cuando se estaban preparando para entrar y vivir en la tierra prometida, Dios estableció claramente que estos días no debían ser guardados en cualquier lugar que alguien pensara que era interesante o divertido, sino en lugares específicamente escogidos por Dios mismo. En los primeros 17 versículos de Deuteronomio 16, seis veces Dios le dice a su pueblo que debía guardar sus fiestas en el lugar que el escogiera para poner su nombre.
Ya que todos sabemos que Dios no hace nada por capricho y que todas sus instrucciones tienen un propósito, tal vez sea correcto preguntarnos por qué los días de fiesta anuales tenían que ser celebrados en un sitio específico, elegido por Dios. Y aun más, ¿hay alguna lección en estas instrucciones para nosotros también?
Primero, esto nos debería ayudar a reconocer que hay algo más al guardar las fiestas santas de Dios, que simplemente guardar los días correctos. No es posible guardar las fiestas de Dios en un lugar diferente al lugar en el que Él “pone su nombre”, aun cuando las celebremos en la fecha correcta.
Deuteronomio 16:16 dice: “Tres veces cada año aparecerá todo varón tuyo delante del Eterno tu Dios en el lugar que él escogiere; en la fiesta solemne de los panes sin levadura, y en la fiesta solemne de las semanas, y en la fiesta solemne de los tabernáculos”. Hemos explicado con frecuencia que la palabra “veces” estaría mejor traducida como “estaciones”. En principio, esto es correcto; pero la palabra hebrea traducida como “veces” se puede referir a pisadas o pasos rítmicos. Probablemente se entiende mejor si comprendemos que se estaba refiriendo a tres “caminatas” o “peregrinaciones”.
¿Por qué Dios insistiría en que todos los hombres debían dejar sus casas y hacer una peregrinación al lugar que “él escogiere para poner su nombre”, tres veces al año?
Dios conoce la tendencia de cada persona de tratar de hacer que su vida sea tan cómoda y libre de estrés como sea posible. Él sabía que Israel pronto iba a adquirir una perspectiva local y concentraría todas sus energías en su propia área. Por lo tanto, Él los instruyó a que se reunieran en el lugar que Él iba a escoger para poner su nombre. Con ello, ellos siempre tendrían presente que el lugar en que vivían nunca podría ser el punto focal de su vida.
Muchos de nosotros nos acordamos que Dios nos ha llamado no tan sólo para que pudiéramos tener salvación personal. Hemos sido llamados para ser una parte activa de una obra mucho más grande que requiere que nosotros nos mantengamos enfocados en algo fuera de nosotros en lugar de enfocarnos en nosotros mismos. El lugar en el que vivimos, las actividades, las relaciones, los retos de nuestra vida personal y nuestras áreas de la Iglesia nunca pueden convertirse en el meollo de nuestra vida tampoco.
A medida que planeamos dónde vamos a celebrar la fiesta de Dios este año, es un buen momento para analizar en dónde está enfocado nuestro corazón y asegurarnos de que no estamos distraídos de la obra y el Reino en dónde finalmente Él ha puesto su nombre.
—Por David Johnson