Durante el mundo antediluviano, que abarca aproximadamente los dos primeros milenios después de la creación de Adán y Eva, la maldad se multiplicó tan rápidamente como la población para aquel entonces, ya que la humanidad se fue sumiendo en lo más bajo de la depravación y corrupción luego de que rechazaron a Dios (Génesis 6:11).
Y aunque esporádicamente surgían hombres justos que se dedicaron al servicio del Eterno—a pesar de que estaban rodeados por todas partes de maldad (Génesis 4:26), siendo el más notable de ellos Enoc, “algunos” hombres justos con el tiempo se entregaron a la corrupción que les rodeaba. Empezaron a casarse con mujeres apartadas de la fe en el Creador y pronto fueron absorbidos por la perversa sociedad, perdiendo totalmente de vista a Dios y su ley de amor.
Dios, al examinar el terrible estado de las cosas, se sintió apesadumbrado de haber creado la raza humana (Génesis 6:6) y decidió destruir a la humanidad. “Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra” (Génesis 6:12).
Sin embargo, el Eterno encontró a un hombre justo, a quien le extendió su misericordia: “Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra. Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá. Mas estableceré mi pacto contigo” (Génesis 6:13,17-18).
El arca: una portentosa obra
De Noé, que significa descanso, poco o casi nada menciona la Biblia acerca de sus primeros años de vida, ya que aparece por primera ocasión en el relato bíblico a la edad de quinientos años: todo parece indicar que durante cientos de años Noé estuvo dedicado a madurar su condición espiritual (Génesis 5:32).
Después de que Dios le hablara directamente a Noé comunicándole su decisión de destruir la maldad de sobre la tierra, le mandó que construyera un enorme barco, mediante el cual su familia y todos los mamíferos y parte de las aves serían mantenidos con vida mientras que Dios cubría la tierra con un diluvio, dándole las especificaciones de este magno suceso (Génesis 6:14-22).
Los escépticos sostienen que todos esos animales y provisiones no podían caber en el arca; sin embargo, hechos concretos comprueban todo lo contrario, ya que el promedio del tamaño de los animales es el mismo que el de un perro relativamente grande, por lo que sí había suficiente espacio para todos, inclusive para todos los desechos que se iban a generar.
La dimensión física sola es asombrosa: ciento treinta y siete metros de largo, veintitrés metros de ancho y catorce metros de alto. Tenía tres cubiertas que totalizaban más de 10.000 metros cuadrados de superficie, y su capacidad en volumen sumaba más de 42.450 metros cúbicos, lo que representó la obra de navegación oceánica más grande jamás construida, siendo hasta el año de 1858 cuando se construyó otra nave de dimensiones comparables a las del arca de Noé (Halley’s Bible Handbook [Compendio manual de la Biblia de Halley], p. 96).
Teniendo en cuenta que todo el trabajo fue hecho sin la ayuda de maquinaria moderna, Noé y a quienes probablemente le ayudaron, hijos, obreros empleados y/o artesanos, invirtieron cien años o probablemente más para construir, adecuar y aprovisionar con todo lo necesario el arca.
Noé, un ejemplo de paciencia y fe
De lo anterior, podemos aprender grandes lecciones espirituales aplicables a nuestras vidas. Sin duda, Noé sufrió innumerables persecuciones y fue ridiculizado por construir una enorme embarcación a campo abierto, posiblemente alejado de cualquier depósito de agua, donde la lógica indica que debería ser probada o utilizada dicha barca.
Imaginemos por un instante la escena: un atareado Noé de quinientos años, almacenando grandes cantidades de madera de gofer, día tras día, hasta comenzar la construcción de una descomunal “caja” de madera. Sin lugar a dudas multitudes de personas debieron haberse burlado en su cara , y en ocasiones incluso su propia familia; mientras, transcurrían los días que llegarían a ser semanas, , que a su vez conformarían meses, para posteriormente darle paso a los años y así llegarían las décadas, hasta los seiscientos años de edad de Noé (Génesis 7:11).
Durante todo ese tiempo, Noé le advirtió a aquella sociedad el mal que vendría sobre ellos por estar apartados de Dios, por no guardar sus mandamientos que debían estar obedeciendo, por lo que el apóstol Pedro se refirió a él como “pregonero de justicia” (2 Pedro 2:5), un hacedor de justicia (comparar con 1 Juan 3:7).
La palabra justo quiere decir recto en el sentido moral. Él fue obediente e irreprensible ante los ojos de Dios; puesto que los mandamientos del Eterno definen lo que es la justicia: “Hablará mi lengua tus dichos, Porque todos tus mandamientos son justicia” (Salmos 119:172).
El ser obediente a Dios le permitió a Noé desarrollar dos características fundamentales para alcanzar la salvación: fe y paciencia.
El apóstol Santiago nos recuerda que: “sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (Santiago 1:3), Noé tuvo que pasar por una prueba de fe de cien años, en los que Dios le dijo que haría algo con la humanidad y que para ello necesitaba que él construyera una obra monumental para la época. Y Noé mostró fe.
Dios pudo haber salvado a Noé y su familia de una forma más sencilla, pero simple y sencillamente Dios necesitaba saber que Noé tenía esa fe, esa convicción en su Creador, ese carácter para discernir entre el bien y el mal, y optar por el bien, por las leyes de Dios.
Así como años más tarde probaría a Abraham al pedirle que sacrificara a su hijo, Dios probó la fe de Noé, que produjo paciencia—cien años debió esperar Noé para el cumplimiento de la sentencia que Dios pronunció en contra de la humanidad, y eso mismo es lo que Dios nos pide a nosotros hoy en día: “a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas” (Hebreos 6:12).
La fe y la paciencia en acción dentro de la obra de Dios
La Epístola a los Hebreos presenta a Noé como un fiel siervo de Dios: “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe” (Hebreos 11:7).
Dios nos ha llamado a formar parte de su iglesia al revelarnos su ley, y nos advierte que debemos apartarnos de las prácticas de este mundo para obedecer sus mandamientos; todos los días debemos esforzarnos , como Noé lo hizo, en nuestro llamamiento, desarrollando fe y paciencia en Dios.
Al fin y al cabo, tenemos la certeza de que la obra que Dios nos está pidiendo realizar no requerirá más de cien años de nuestras vidas.
— Por Jorge Iván Garduño