Una vez más, mi esposa María Herlinda y yo hicimos un viaje a Nicaragua y Costa Rica. Quisimos llegar hasta la ciudad de Panamá pero había un bloqueo y no nos dejaron pasar de la frontera.
Salimos de San Salvador el día 1 de febrero a la una y media de la tarde, después de dos horas de retraso, porque el bus tenía un problema. Llegamos a Nicaragua a las dos de la madrugada. Habíamos hecho la reservación de hotel con anticipación, pero todo el hotel estaba ocupado. A esa hora nos enviaron a otro, que ellos contactaron.
Yadira Pérez llegó al hotel a las diez de la mañana. Ella ha sido miembro de la Iglesia por varios años. Llegó también el señor Juan de Dios Baltodano. Con ellos conversamos por tres horas consecutivas. El tema central fue la ley de Dios y los frutos del Espíritu.
Hicimos énfasis en lo que dice la Escritura en Isaías 8:20, “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido”. El señor Baltodano fue el que hizo el mayor número de las preguntas, porque tenía varias dudas. Él se mostró al final de la plática bastante animado, porque se sentía confundido con los cambios que se dieron en la Iglesia. Le entregué un sermón grabado y una copia de la revista Peregrinos de enero y febrero de este año.
Yadira Pérez es una mujer de escasos recursos económicos, que por años ha perseverado en los caminos de Dios. Vive sola con sus hijos. Guarda la literatura del señor Herbert W. Armstrong en su casa y ha asistido a la Fiesta de Tabernáculos en Antigua Guatemala. En 2011 viajó acompañada de su hija, Cesia. Ella sale de la universidad este año, está para graduarse en la carrera de Ingeniería Civil. La Iglesia la ha apoyado económicamente en sus estudios.
Prácticamente hice el compromiso con Yadira de pasar un sábado con ellos en el próximo viaje. Su comentario fue, “que alegre sería poder hacerlo, porque hace años que no pasamos un sábado con un ministro de la Iglesia”. Nosotros, mi esposa y yo, estamos viajando dos veces por año a Nicaragua.
Traté de hablar personalmente con el señor Otto Koller, pero hubo un inconveniente. Él se encontraba mal de salud. No vive en la capital. Don Otto es un hombre de edad avanzada que vino de Canadá a vivir a Nicaragua. En los viajes anteriores sí hemos conversado personalmente. Él entiende con mucha claridad el plan de Dios.
El tercer día viajamos a Costa Rica y llegamos a la una de la madruga. El bus tuvo dos horas de retraso una vez más. Como estaban arreglando las calles nos fuimos caminando al hotel llevando nuestro equipaje.
Descansamos un poco y a las diez y quince minutos iniciamos un estudio bíblico en casa del señor Julian Weston, con la asistencia de las siguientes personas: el señor Julian Weston y su esposa Myriam, el señor Gerardo Zárate y su esposa Miriam, la señora Nuria García Rodríguez, Herlinda, mi esposa, y yo, siete personas en total.
El tema que analizamos fue acerca de la importancia del bautismo. Lo abordamos durante una hora y cuarenta y cinco minutos. Se volvió interesante para todos. Utilizando como introducción las siguientes preguntas: ¿por qué es necesario el bautismo? ¿Qué importancia tiene para el ser humano? Y, ¿cuál es su significado espiritual? La escritura que nos sirvió como base fue Hechos 8: 26-39. La analizamos por partes, subrayando el pensamiento de que el bautismo es un trabajo muy especial que Dios realiza, como el caso de Felipe y el etíope.
Almorzamos juntos, conversando alegremente. Entiendo que el señor Julian Weston nos invitó; a él le encanta el arroz con pollo y a nosotros también. Los Zárate se despidieron de nosotros, muy contentos y animados. Ellos estuvieron con nosotros en Antigua Guatemala celebrando la Fiesta de los Tabernáculos. El señor Zárate sufrió un derrame facial durante la fiesta; sin embargo está mejor de salud y se expresa bastante bien. Almorzamos tranquilamente.
En la tarde regresamos a casa de Julian Weston con el propósito de tomar un café. Estábamos conversando cuando la señora Nuria García tomó la iniciativa y dijo, “me gustaría hablar un poco con usted en privado”. Hablamos hora y media. El tema fue el bautismo. Ella en realidad conoce la verdad de Dios desde hace muchos años. Sabe de la ley de Dios, su importancia y su vigencia, de la necesidad de guardar las fiestas santas, de los diezmos y de las ofrendas que se presentan en los días santos.
La conversación en buen sentido la condujo ella. Yo hice énfasis en algunos detalles como que el bautismo es un compromiso que se hace con Dios, no con el ministro. Creo que se aprovechó muy bien el estudio bíblico de la mañana. Hablamos del arrepentimiento, del perdón de los pecados y de la promesa que Dios tiene para la humanidad, que es recibir el Espíritu de Dios para poder llegar a formar parte de la gran familia de Dios.
Sus palabras claves que llamaron mi atención fueron, “Yo quiero hacer un pacto con Dios”. Expresando que estaba dispuesta a tomar en serio las leyes de Dios, llevándolas a la práctica aun en medio de las dificultades familiares que se le han presentado. Entonces tomé la decisión de bautizarla. El señor Julian Weston fue el encargado de buscar una piscina para el siguiente día, porque la conversación terminó a la puesta de sol del día sábado.
Nuria García Rodríguez fue bautizada el domingo 5 de febrero, a las 9:30 de la mañana en San José Costa Rica, este año 2012. Fue una ceremonia muy emotiva para todos, especialmente para ella.
El día lunes 6 de febrero salimos para la ciudad de Panamá a las 7:30 de la mañana. Llegamos a la frontera cerca de las dos y media de tarde, fueron ocho horas de viaje. El conductor del bus dijo, “Hasta aquí llegamos. No podemos pasar”. En efecto había un bloqueo. Los extranjeros no podían pasar ninguna de las fronteras: salir de Costa Rica y entrar a Panamá.
El problema era que grupos de indígenas de Panamá estaban bloqueando las carreteras, quemando llantas y no dejaban pasar los vehículos. Yo me había enterado de que los indígenas retuvieron por más de dos o tres días un bus de Costa Rica, lleno de pasajeros. No había agua, no había comida, no había sanitarios para ellos. Pero esto ya lo habían resuelto.
Los grupos de indígenas panameños estaban protestando en contra de la explotación minera, que se encuentra en su área. Ellos querían sentarse a negociar con el gobierno y lo lograron. Ya había grupos sociales que los estaban apoyando aun en la capital de Panamá.
Ya en la noche, al ver las noticias por televisión, entendí la magnitud del problema. El impedimento de entrar para entrar era una medida gubernamental preventiva para todos los extranjeros.
Lo que yo hice fue hablar por teléfono con Francisco Santamaría, lo cité para el otro día a las diez de la mañana. Él viajó aproximadamente tres horas desde el lugar de su residencia. Él vive en las faldas de una montaña, ahí trabaja una finca de café que es de su propiedad. Lo vi muy bien de su salud. Él es un hombre fornido, moreno, de un metro setenta centímetros de estatura.
“Vengo un poco preocupado”, me dijo. “Mi hermano Efraín iba a venir en su carro pero después de echarle gasolina, cambiamos de idea. Nos dio miedo que nos tomaran como rehenes. Mejor me vine solo”.
Yo traté de animarlo y platicamos aproximadamente hora y media los tres. Mi esposa tomó algunas fotografías, le entregué una hoja con las instrucciones para celebrar la Pascua en casa y una botella pequeña de vino para que la utilizara esa noche. También le dejé unos pañuelos ungidos. Él bromeó un poco, luego hizo algunas preguntas bíblicas. No aceptó almorzar con nosotros. Me entregó unos diezmos.
Le cité lo que Dios le dijo a Josué, “Esfuérzate y sé valiente” (Josué 1:6); indicándole que en el futuro inmediato los problemas pueden ser mayores. Se regresó a su casa mucho más animado. También me comprometí visitarlo en su casa el próximo viaje, y a quedarme un día más de lo acostumbrado con ellos.
Salimos de regreso a Costa Rica a las 4 de la mañana, llegando a la 1:30 de la tarde. Visitamos la casa de Julian Weston, porque Myriam no estaba muy bien de salud. Nos despedimos de ellos. A las 3 de la madrugada tomamos el bus para Nicaragua, llegando a las dos de la tarde. Hablamos con Yadira Pérez una vez más sobre el viaje a Costa Rica y Panamá, aproximadamente una hora. Nos despedimos haciendo votos de volvernos a ver muy pronto.
Todos ellos se alegraron mucho de la visita que les hicimos, nosotros también compartimos este sentimiento con ellos. Creo que todos nos llenamos de entusiasmo al considerar que este viaje fue una bendición de Dios, que dio fruto para Él. ¡Bendito sea su nombre!
— Por Eleodoro Ávila