Actualmente, el término tolerancia ha adquirido “un nuevo significado”.
En lugar de referirse a la práctica de la paciencia y de sobrellevar al prójimo, se refiere a una virtud del siglo 21 que afirma que las personas no deben juzgar las creencias de los demás acerca de la religión, moralidad y lo que es bueno o es malo. En otras palabras, ¡usted define lo que es “correcto” para usted…y yo definiré lo que es “correcto” para mí! Es la nueva enseñanza de la “tolerancia”, la que está siendo promovida progresivamente en nuestras escuelas, universidades y en los lugares de trabajo.
Semejante actitud mental puede tener un profundo efecto en el pueblo de Dios. Vivir en un mundo en donde la transigencia y la nueva tolerancia son consideradas como características positivas de carácter puede tener un profundo impacto, aunque de una forma sutil, en la percepción que un cristiano debe tener del bien y el mal.
Sin embargo, tolerar el pecado en sus diversas formas es algo que ha estado presente desde hace mucho tiempo—aun está relacionado con la Iglesia del primer siglo y la fiesta de Panes Sin Levadura.
Sólo dos décadas después del comienzo de la Iglesia del Nuevo Testamento, el apóstol Pablo le escribió a la incipiente congregación en la ciudad de Corinto y utilizó los símbolos de la fiesta de Panes Sin Levadura para ilustrar una crucial lección espiritual a estos hermanos. Pablo les enseñó esto como resultado de la respuesta tan pasiva que la congregación tuvo frente a un miembro de la Iglesia que estaba viviendo en pecado—tenía un amorío sexual con su madrastra.
La historia nos muestra que Corinto era una próspera ciudad costera cuyos comienzos se remontan a cientos de años antes de Cristo. La antigua ciudad fue destruida por los romanos en 146 a.C.; sin embargo, un siglo después Julio César la restructuró como una colonia romana, y servía como capital de la provincia griega de Acaya. Como tal, atraía gran diversidad de personas de todas partes del imperio—incluyendo soldados retirados, esclavos liberados, judíos y griegos, además de muchas religiones paganas con sus costumbres. Corinto tenía la reputación de una gran promiscuidad sexual.
Es en medio de este contexto histórico que la congregación de Corinto enfrentaba el problema moral.
El estilo de vida pecaminoso del hombre al cual Pablo se estaba refiriendo en su carta, era algo que algunos en la congregación toleraban. Estos hermanos vivían en una comunidad donde estaban rodeados por estilos de vida inmorales, y de esta forma ellos se acostumbraron demasiado a este ambiente. ¡Ellos llegaron hasta a ufanarse de ello!
Como resultado, Pablo les advirtió en la misma epístola: “No es buena vuestra jactancia” (1 Corintios 5:6). Esta escritura nos indica que los miembros se jactaban de lo tolerantes que eran, y cuánta misericordia y compasión mostraban con esto. Es un enfoque extrañamente familiar a la nueva virtud de la tolerancia que es promovida en nuestra sociedad actual.
Pablo siguió expresándoles a los miembros de Corinto: “¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois” (1 Corintios 5:6-7).
Pablo estaba ilustrando cuán peligroso es este enfoque de menospreciar el pecado, recordándoles el contagioso impacto que una pequeña cantidad de levadura tiene en toda la masa.
Además de que el pecador sufre el daño de esta permisividad frente a su pecado, también expone a toda la congregación a un enfoque pasivo frente al pecado. Este enfoque hace que otros miembros débiles crean que un poquito de pecado no es tan importante. ¡Y ahí radica el peligro!
Mientras nuestra cultura moderna continúa en el camino destructivo que Isaías profetizó: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo” (Isaías 5:20)—debemos estar atentos ante el sutil esfuerzo de Satanás por atraernos a una vida de pecado.
La fiesta de Panes Sin Levadura tiene muchas lecciones para el pueblo de Dios, y el peligro de la virtud moderna de la “tolerancia” es una de ellas.
—Por Doug Horchak