En la antigua Grecia existía Acrópolis, un altiplano elevado en la famosa ciudad de Atenas. Acrópolis era conocida por sus muchos edificios públicos—algunos de los cuales eran los más finos exponentes de la antigua arquitectura griega. El más famoso de ellos era el Partenón, un templo dedicado a la diosa griega Atenea, en cuyo honor había sido nombrada la ciudad.
Por espacio de dos mil años, el Partenón había sido utilizado como un lugar de adoración; primero como el templo de Atenea, luego como iglesia y finalmente, después de la caída de Grecia ante el imperio Otomano en el siglo XV, como una mezquita. Muchas personas no saben que el Partenón (que estaba siendo utilizado como un almacén de pólvora) fue volado solamente 326 años después de una guerra relativamente menor. Actualmente, las únicas partes del edificio que todavía están en pie son las filas exteriores de columnas.
Cuando miramos los edificios de la antigua Grecia o Roma, ¿qué es lo que vemos principalmente? Las columnas. En la mayoría de los casos, los edificios fueron destruidos o están en ruinas, pero las columnas todavía están en pie. ¿Por qué sucede esto? ¿Y qué lección pueden sacar los cristianos del estudio de las columnas?
Una columna debe estar asegurada en un cimiento sólido
Para poder asegurar la integridad estructural, los constructores cavan hondos agujeros y cuidadosamente instalan vigas de soporte en los cimientos.
Nosotros también debemos estar arraigados en un fundamento sólido. El nuestro tiene tres elementos: una fe profunda que descansa en Dios, un conocimiento práctico de la Biblia y una sólida creencia en que nosotros estamos en la Iglesia de Dios.
“Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (Colosenses 2:6-7).
Una columna trasmite al cimiento el peso que soporta
Las columnas han sido diseñadas para soportar un gran peso, pero esto lo pueden hacer al trasmitir el peso que soportan a su sólido cimiento. Sin el cimiento, las columnas se derrumbarían y quebrarían con el peso de una estructura pesada. Como columnas, nosotros también tenemos que trasmitir el peso de nuestras pruebas a nuestro fundamento. Y mientras más peso recibamos, más debemos trasmitirlo a nuestros cimientos.
“Echa sobre el Eterno tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo” (Salmo 55:22).
Nunca experimentaremos un peso excesivo. Pablo le dijo a la iglesia en Corinto: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).
Si es necesario, una columna puede mantenerse sola
¿Recuerdan el Partenón? Las únicas partes que todavía quedan en pie son las columnas. Juntas, fueron utilizadas para soportar una súper estructura, pero después de la explosión en el siglo XVII sólo quedaron las columnas en pie.
A medida que experimentemos pruebas más severas, ¿podremos mantenernos solos? ¿Qué ocurriría si sólo tuviéramos el conocimiento de la verdad y la Biblia? ¿Podríamos trabajar por nuestra salvación y perseverar hasta el fin? Deberíamos. Y si estamos arraigados en un fundamento sólido, lo lograremos.
En Apocalipsis 3:12 la recompensa ofrecida a la iglesia en Filadelfia es ser columnas en el templo de Dios en el futuro. Y a medida que asumamos las características de la columna, podremos personificar más apropiadamente estos elementos permanentes y respaldar la estructura del futuro—el Reino de Dios.