El gozo es con frecuencia un fruto del Espíritu Santo que pasamos por alto, pero debería ser una característica visible en un cristiano.
Juguemos un pequeño juego de asociación de palabras. Cuando yo diga una palabra, responda con lo primero que se le venga a la mente.
¿Qué es lo que piensa primero cuando yo digo la palabra “blanco”? ¿Qué piensa cuando yo digo la palabra “sal”?
Si pudiera aventurarme a adivinar, supongo que muchos responderían “negro” ante la primera palabra y “pimienta” a la segunda.
Cuándo yo digo la palabra “cristiano”, ¿qué viene a su mente entonces? Tal vez usted pensaría en “discípulo”, “fiel”, “obediencia”, “vencer” o “perseverar”. Todas estas palabras están asociadas con nuestro llamamiento. Pero, ¿cuánto le tomaría pensar en la palabra “gozo”?
Como fruto del Espíritu Santo, el gozo es una de las características principales de un verdadero cristiano, aunque, desafortunadamente, el gozo no es algo que se asocia de inmediato con el cristianismo. Oliver Wendell Holmes una vez dijo: “Tal vez yo hubiera entrado al ministerio si cierto clérigo que yo conocía no hubiera parecido y actuado como un sepulturero”.
El gozo puede describirse como un fuerte sentimiento de placer, regocijo, jovialidad y celebración. Si alguien tuviera que describirlo a usted, ¿cuánto se demoraría para asociar el “gozo” con su nombre? Es interesante anotar que la palabra griega traducida como “gozo” (chara) y la palabra griega que es traducida “gracia” (charis), comparten la misma raíz. Como cristianos, experimentamos un gran gozo por medio de la gracia de Dios. Antes del bautismo, estábamos condenados a morir por nuestros pecados (Romanos 3:23; 6:23), pero recibimos perdón. Recibimos gracia de Dios por medio de Jesucristo. Una respuesta adecuada ante esto sería gratitud y gozo.
Una de las palabras que se usan para describir a Dios y su Reino es “gozo”. El rey David escribió: “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre” (Salmo 16:11). David dice que hay plenitud de gozo en la presencia de Dios; y por lo tanto el Reino de Dios será un reino de gozo. El apóstol Pablo secunda este pensamiento en su epístola a la iglesia en Roma: “porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu santo” (Romanos 14:17). Dios mora en nosotros por medio del Espíritu santo y nuestra vida debería reflejar su gozo.
Felicidad vs. gozo
Pero, ¿qué sucede con las personas que no tienen el Espíritu de Dios? ¿No experimentan gozo? Sí, hasta cierto punto. Tal vez una mejor palabra para describir lo que experimentan podría ser “felicidad”, que puede ser descrita como una reacción a las cosas placenteras que les ocurren a ellos. Pero este gozo o felicidad es aleatorio y temporal. Cuando ocurre algo placentero, las personas sienten felicidad. Pero, ¿experimentan gozo cuando algo que no es placentero les ocurre? Generalmente la respuesta es no. Ellos no lo sienten así. En vez de ello, experimentan tristeza o dolor.
A los cristianos se les exhorta a que estén gozosos durante las pruebas. Santiago escribió a los miembros de la Iglesia de Dios: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:2-4). Y más adelante, Santiago añade: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Santiago 1:12).
Por el poder del Espíritu de Dios, un cristiano debe mirar más allá de la circunstancia inmediata adversa para poder tener una actitud positiva y edificante durante el período de la prueba. En lugar de enfocarse en la prueba un cristiano debe enfocarse en el Reino de Dios, sabiendo que esa prueba se está utilizando para perfeccionar su fe. Esta comprensión debe permitirnos expresar gozo durante un momento de prueba.
En la epístola a los Hebreos, leemos: “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:11). Las pruebas pueden ser muy dolorosas y desalentadoras, pero el resultado final de éstas es el perfeccionamiento de nuestra fe y una herencia en el Reino de Dios.
Antes, en ese capítulo, el apóstol Pablo instruye a los miembros a considerar el ejemplo de Cristo: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:2). Mientras soportamos las pruebas que debemos enfrentar en nuestro viaje al reino, enfoquémonos en el “gozo del Señor”, en el Reino de Dios, cuando “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
—Por Dave Baker