¿Tomaría usted de esta agua? ¿Nadaría usted o les permitiría a sus hijos hacerlo?
¿Cuál es la mayor causa de problemas de salud en nuestro mundo actual? Según la Organización Mundial de Salud, el 80 por ciento de todos los problemas y enfermedades de salud en el mundo están relacionados con el agua contaminada. Se estima que 780 millones de personas viven sin agua limpia y potable, y más de 3,4 millones mueren cada año, por enfermedades relacionadas con el agua. ¡Mueren más niños anualmente por agua sucia que por guerras, malaria, HIV/Sida y accidentes, combinados!
La mayoría de quienes están leyendo este artículo, rara vez piensan acerca de la pureza de nuestra agua. No se preocupan acerca de dónde van a encontrar la próxima fuente de agua purificada para beber.
Muchas personas también ignoran la magnitud de un problema mucho más insidioso; la contaminación que amenaza la vida —la influencia espiritual del mundo a nuestro alrededor. ¿Puede alguno dudar de que el mundo está cada vez más y más contaminado por el pecado? En tanto que los científicos, filántropos y médicos están librando una batalla loable en contra del agua contaminada con el fin de salvar muchas vidas, ¡nadie en el mundo está librando una guerra efectiva contra la contaminación creciente del pecado!
Como pueblo de Dios, tenemos que estar seguros de que estamos afrontando efectivamente este reto: “guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1:27). Así como reconocemos inmediatamente y tenemos mucho cuidado para evitar la amenaza de beber o nadar en aguas contaminadas, como lo ilustra la foto abajo, ¿le dedicamos el mismo esmero a mantenernos espiritualmente puros? Esta foto simboliza el estado moral, espiritual, ético y filosófico del mundo en el que vivimos.
¿Cuán importante es la pureza para Dios? ¿Determina acaso “Quién subirá al monte del Eterno? ¿Y quién estará en su lugar santo?”, como David lo preguntara en el Salmo 24:3-4. La respuesta es “El limpio de manos y puro de corazón”. ¡La pureza lo es todo!
La verdad es que hemos sido afectados por la contaminación del pecado. Proverbios 20:9 hace una importante afirmación: “¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?”. Pero así como el agua contaminada puede ser purificada, también nosotros podemos serlo. Es como el agua purificada, un proceso que requiere conocimiento, entendimiento, procedimientos para tratarla y protección para evitar la contaminación posterior.
Éste es el primero de una serie de artículos que aparecerán en los próximos meses, diseñados para ayudarnos a entender cómo cumplir: “Consérvate puro” (1 Timoteo 5:22). Pablo le había escrito antes a Timoteo, advirtiéndole que “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Timoteo 4:12).
¿Qué significaba esto para Timoteo? ¿Qué significa para los hombres y mujeres jóvenes de hoy? ¿Qué significa para los hombres y mujeres ancianos, esposos y esposas o nuestros hijos? Al fin y al cabo, Proverbios 20:11 dice: “Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta fuere limpia y recta”.
Algunos aspectos de la pureza conciernen a los hombres especialmente; otros, a las mujeres. Pero la mayor parte nos concierne a todos. Bajo el concepto de pureza, encontramos conceptos muy importantes para nuestra vida en la actualidad —conducta, comportamiento sexual, modestia, conversación, respeto, etcétera. Pero todos estos temas deben ser vistos como aspectos de pureza. Podemos entender a cabalidad los principios de la modestia en nuestra forma de vestir, por ejemplo, si primero entendemos los principios de pureza en nuestro corazón. La pureza abarca más que sólo la modestia. Asaf mostró claramente, por ejemplo, en el Salmo 73:1-3, que su lucha contra la envidia era realmente una impureza en su corazón.
Nuestra meta para los futuros artículos, por lo tanto, es examinar los principios de la pureza según Dios, para que podamos saber cuál debe ser nuestro enfoque en muchos otros temas. El punto de partida es que la pureza finalmente refleja lo que pensamos acerca de Dios y su camino de vida y cuán serios somos acerca de nuestra sinceridad al seguirlo.
¿Por qué concentrarnos tanto en la pureza? La respuesta no puede ser mejor planteada que lo que encontramos en 1 Juan 3:2-3: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”.
—Por Clyde Kilough