A ninguno de nosotros le gusta la propaganda falsa. A Dios tampoco.
Hay pocas cosas en la vida más frustrantes que comprar un producto y luego darnos cuenta que no era parecido a lo que decía la propaganda. Bien sea que involucre la compra de una casa, un par de zapatos, el alquiler de un cuarto de hotel o comer afuera en un restaurante, si hay algo que no es como decía la propaganda, nosotros decimos: “Mentira, es una propaganda engañosa”.
Los sentimientos de Dios acerca de la falsa propaganda no son diferentes. Él cree en decir la verdad, y todo lo que Él promueva o describa será exactamente lo que Él dijo que sería. Esto nos lleva a plantear el tema desde nuestra posición como miembros de su Iglesia. Como cristianos, ¿somos “según lo anunciado”? ¿Encajamos en la descripción de lo que Cristo dijo que seríamos cuando Él instruyó a sus discípulos en el capítulo 5 de Mateo?
En el Sermón del Monte, Jesús primero pronunció bienaventuranzas sobre aquellos que representaban el carácter de Dios en sus actitudes. Luego, Él siguió inmediatamente recordando la responsabilidad que tenían sus discípulos de reflejar los valores y estándares de Dios en su vida diaria —hasta llegar a ser sus representantes en el mundo.
En Mateo 5:13 Él dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra”. Al afirmarlo, Cristo mostró a sus discípulos que ellos son las únicas personas en la tierra que dan sentido y “sabor” a aquellos que los rodean. Esto significa, que es a través de los elegidos de Dios, su Iglesia, que Él le ofrece a la humanidad la oportunidad de cumplir nuestro destino.
Él continuó: “pero si la sal se desvaneciere, ¿Con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mateo 5:13). ¡La sal sin sabor no vale nada! Es como si nosotros compráramos un par de zapatos en línea, cuya propaganda dice que es talla 25 y hechos de cuero de gran calidad, y cuando los compramos nos damos cuenta que son talla 20 y hechos de cartón. ¡Como su pie es talla 25, estos zapatos no sirven para nada! Y esto es así para todos nosotros. Necesitamos que “permanezca nuestro sabor”, al continuar amando a Dios y siendo modelos de su forma de vida.
Al utilizar esta ilustración, Dios nos muestra el trabajo que tiene para nosotros —cuando ya nos convertimos— reflejar los valores de Dios en nuestro ejemplo personal. Y debemos hacer esto en tanto vivimos en un mundo que va en la dirección opuesta. Es una labor que nosotros como cristianos no podemos tomar a la ligera.
Cristo continuó su pensamiento en Mateo 5:14-15: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa”.
¡Nuestra presencia, nuestras acciones y nuestra vida deben ser un ejemplo que otros puedan ver! Él instruyó a los cristianos a: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). Son nuestras buenas obras (no un pobre ejemplo) lo que otros deben reconocer. Y aunque el apóstol Pedro reconoce que algunos en el mundo tal vez no nos den el crédito de representar al verdadero Dios hasta el fin de la era (1 Pedro 2:12), nunca debemos perder de vista la importancia de nuestro ejemplo y el legado que dejamos detrás.
Pero, ¿por qué nuestro ejemplo es tan importante? ¿Por qué modelar la santidad en la forma en que vivimos nuestra vida es tan valioso a los ojos de Dios?
Es porque ese reflejo de un ejemplo de cómo es Cristo es la mejor propaganda de Dios y lo que Él representa. ¡Muestra los resultados que se pueden alcanzar cuando una persona con la ayuda del Espíritu Santo de Dios, vive según las instrucciones de Dios! Va más allá de predicar el evangelio, es vivir el evangelio. No hay mejor testimonio o prueba de Dios y el valor de su forma de vida, que el ejemplo viviente de un ser humano cambiado —una persona que ahora tiene la mente de Cristo (Filipenses 2:3-5).
Se ha dicho que las parábolas e ilustraciones de Cristo son sencillas en sus palabras, pero profundas en su significado espiritual. Las analogías de comparar al pueblo de Dios con la sal y la luz son sólo eso: sencillas pero profundas.
Reconozcamos nuestro deber de reflejar los valores de Dios en nuestra vida diaria. Seamos “según lo anunciado”: la “sal de la tierra” y la “luz del mundo”.
—Por Doug Horchak