Estamos nuevamente a pocas semanas de conmemorar la Pascua de nuestro Señor Jesucristo. Creo que es tiempo de empezar con el proceso que Dios nos ordena de examinarnos a nosotros mismos antes de la Pascua. En la Pascua, Dios nos da la gran oportunidad de empezar de nuevo a través del sacrificio de Cristo que fue ofrecido por nuestros pecados y también por nuestras enfermedades. Pienso que no es demasiado temprano para empezar a prepararnos para ese examen acerca de nosotros mismos.
Nuestra naturaleza humana casi siempre nos hace creer que estamos bien. Pero la realidad es que muchas veces ésta engaña. Por eso Dios, en el libro de Apocalipsis, nos repite siete veces una orden muy profunda: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias”. Hemos dicho en varias ocasiones que cuando Dios repite algo dos veces, es porque quiere que tengamos cuidado con esa advertencia. La frase que acabamos de mencionar aparece siete veces consecutivas en dos capítulos de la Biblia. Esto quiere decir que Dios quiere enfatizar rotundamente algo.
“El que tiene oído para oír, oiga”
Curiosamente la frase: “El que tiene oído para oír, oiga” aparece textualmente varias veces más en la Biblia, aparte del libro de Apocalipsis. Esta frase implica que no todos tenemos “oído para oír”. Es decir, todos tenemos oído físico, pero no todos oímos lo que Dios quiere decirnos (Ezequiel 33:30-33).
Dios nos pide en forma contundente que aprendamos a analizarnos a nosotros mismos si realmente estamos en la fe (2 Corintios 13:5-6).
Una de las cosas más difíciles es analizarnos a nosotros mismos y hacernos un juicio personal objetivo. Sin embargo, aunque este proceso es difícil, Dios nos ordena que lo hagamos por lo menos una vez cada año a profundidad antes de tomar la Pascua.
Generalmente nosotros los humanos tenemos la tendencia a no oír las evaluaciones de los demás o los comentarios acerca de nosotros mismos. Pero Dios nos pide que lo oigamos a Él, a la luz de sus palabras en la Biblia.
Advertencias del libro de Apocalipsis
Ahora volvamos a la frase que mencioné en el libro de Apocalipsis que se menciona siete veces en dos capítulos: “El que tiene oído para oír, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias”. Leamos esta frase en Apocalipsis 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22.
Es necesario notar aquí algo de mucha importancia: la frase que estamos analizando implica que el mensaje a las siete congregaciones de la Iglesia de Dios, debía tomarse en forma personal. Por lo tanto, cada uno de nosotros, los cristianos de todos los tiempos, deberíamos analizar en forma privada las correcciones que Dios quería hacer en cada congregación para aplicarlas a nosotros en lo particular.
Ahora analicemos las actitudes de las congregaciones de la Iglesia de Dios que nosotros tenemos que meditar y estudiar personalmente para poder pasar el examen de Dios antes de la Pascua.
a. Cuidado con dejar el primer amor (Apocalipsis 2:4-5). ¿Acaso usted, acaso yo, hemos dejado el primer amor por la verdad, que sentíamos al comienzo de nuestro llamamiento? ¿Acaso hemos dejado el celo, la entrega y la inocencia que sentimos cuando recién llegamos a la Iglesia? ¿Acaso dejamos atrás el profundo deseo de aprender que sentíamos cuando recién llegamos? ¿Acaso dejamos de ser niños en la malicia, como éramos cuando recién llegamos?
Obviamente la esperanza de Dios es que con el tiempo, en su Iglesia, maduremos en el carácter y en la forma de ver la vida, pero también Dios quiere que aquel primer amor por la verdad siga intacto y, mejor aun, creciendo. Muchos, por haber dejado el primer amor, se han visto o se verán todavía vulnerados a la hora de pasar el examen de Dios.
Por alguna razón Dios inspiró a Mateo a escribir que por “haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12). Notemos que tendríamos que hacer un esfuerzo consciente por seguir amando la verdad en medio de las situaciones complicadas por las cuales pasaríamos como personas y como Iglesia.
b. Cuidado con la doctrina de Balaam (Apocalipsis 2:14-15). Aquí el apóstol Juan nos está advirtiendo que tengamos mucho cuidado y que nos analicemos para saber si tenemos en nuestra mente o en la Iglesia la doctrina de Balaam.
Balaam era un falso profeta que fue utilizado por Balac para maldecir al pueblo de Dios de la antigüedad. Cuando Dios no permitió que Israel fuera maldecido, entonces Balaam acudió a la filosofía humana de traer jóvenes hermosas extranjeras y sin respeto al Dios verdadero para que los israelitas se mezclaran con ellas. Esta filosofía destruyó gradualmente la obediencia al Dios verdadero por la decisión propia de los de Israel al haberse dejado contaminar voluntariamente. La desobediencia a las leyes de Dios y la fornicación espiritual y física entraron en el pueblo, y su destrucción y su esclavitud llegaron eventualmente debido a que aceptaron esta falsa filosofía.
Como podemos ver, la filosofía de Balaam contaminó lentamente a la Iglesia de Pérgamo en el primer siglo. ¿Habrá entre nosotros algunos que tenemos la misma filosofía? ¿Creemos que nuestros hijos se pueden casar con gente que no busca al verdadero Dios y sus leyes? ¿Apoyamos a nuestros hijos en esta filosofía porque tienen mente propia y porque supuestamente ya son grandes? ¿Apoyamos a nuestros hijos para que participen con toda libertad en las fiestas de este mundo? Si pensamos así, los estamos llevando eventualmente a desviarse del camino de Dios, como lo pensó Balaam en forma tan astuta.
Obviamente, aquí Dios está advirtiendo en contra del liberalismo de este mundo. Nosotros, en la Iglesia, tenemos que luchar fuertemente para rechazar ese liberalismo. No podemos permitir que estas filosofías entren o se queden en nuestra mente o en la Iglesia de Dios.
c. Cuidado con “Jezabel” (Apocalipsis 2:20-21). La Iglesia de Dios estaba tolerando que una tal Jezabel, que se decía profetiza, enseñara y sedujera a los cristianos y los llevara a fornicar.
Otra vez sale a la luz el tema de la fornicación espiritual y física. ¿Podemos permitir que esta filosofía carnal de la fornicación entre a la Iglesia? ¿Estamos haciendo todo lo que podemos para que nuestros hijos y nuestros jóvenes no forniquen ni espiritual ni físicamente? La Iglesia y los padres tenemos que tener más cuidado que nunca de cuidar a nuestros jóvenes en un mundo en el que la fornicación es el pan de cada día. Jezabel era una mujer fornicaria que había tenido cabida en la Iglesia y había contaminado la mentalidad de varios.
Obviamente, también los adultos en la Iglesia debemos tener mucho cuidado de que el matrimonio sea santo y el lecho sin mancilla. (Hebreos 13:4). Además, debemos evitar la fornicación espiritual, es decir, debemos tener cuidado de no mezclarnos con doctrinas falsas de este mundo.
d. Cuidado con el deslizamiento espiritual (Apocalipsis 3:1-3). Había personas en esta congregación que espiritualmente estaban muriendo poco a poco y tal vez no se daban cuenta.
Ésta es una advertencia en relación a la muerte lenta, es decir, al deslizamiento espiritual del cual habló el señor Franks en un sermón reciente. En el sermón se habló de un evento real de un par de jóvenes que estaban pescando desde una lancha en un lago artificial en Estados Unidos. Los jóvenes no habían puesto un ancla a la lancha, sino que la habían dejado libre a las corrientes del lago. Ellos, distraídos, no se dieron cuenta que la lancha se acercaba más y más al final de la represa hasta que no pudieron hacer nada y murieron debido al deslizamiento imperceptible de su lancha.
No existe muerte súbita en lo espiritual. Pero sí existe la muerte lenta que se da por varias razones: cuando dejamos de comer o reducimos la comida espiritual, cuando dejamos de beber o reducimos la bebida espiritual y cuando lentamente estamos ingiriendo algo venenoso.
Nosotros empezamos a morir cuando dejamos de orar u oramos poco. Cuando dejamos de ayunar o ayunamos poco. Cuando dejamos de estudiar la Biblia o estudiamos poco. Cuando nos congregamos poco. También morimos poco a poco cuando empezamos a envenenar nuestra mente con malos pensamientos o malos sentimientos y en lugar de echarlos fuera los dejamos que echen raíces en nuestra mente.
¡Cuidado con la muerte lenta! Cuidado con el deslizamiento espiritual que llega de forma tan imperceptible que ni notamos que estamos muriendo lentamente.
e. Cuidado con la tibieza espiritual (Apocalipsis 3:15-16). Dios nos quiere completos y no a medias. ¿Cuántos de nosotros estamos a medias en el camino espiritual? ¿Estamos luchando seriamente por tener celo por la verdad de Dios y por recuperar el amor por la verdad, con todas mis fuerzas? O, ¿me está influyendo la tibieza, el liberalismo y la falta de compromiso con el camino de Dios?
Todas estas preguntas son parte del examen espiritual individual antes de la Pascua.
f. Tengamos mucho cuidado con la soberbia (Apocalipsis 3:17-19). Si somos humildes todavía Dios quiere trabajar con nosotros. Dios dice que tengamos mucho cuidado con esta actitud de pensar que ya no necesitamos corrección ni instrucción. Tengamos cuidado de no sentir, no reflejar, no proyectar que sabemos todo. Satanás se aprovechará de este sentimiento para sacarnos del camino de Dios sin que lo sintamos.
Hay esperanza cuando queremos cambiar
Al analizar estas advertencias nos damos cuenta que no salimos muy bien librados. Pero de eso se trata: debemos reconocer que todos tenemos camino por recorrer en lo espiritual. Seamos humildes y oigamos las advertencias de Dios. Seamos humildes y reconozcamos en dónde estamos fallando. Seamos humildes y busquemos el perdón de Dios en su Pascua. Seamos humildes y corrijamos las cosas que tenemos que cambiar. Ésa debe ser la actitud del cristiano verdadero. “Oigamos lo que el Espíritu dice a las Iglesias”.
Afortunadamente el sacrificio de nuestro Señor Jesucristo está disponible para perdonar todos nuestros pecados y todas nuestras debilidades si es que nos arrepentimos y queremos hacer las cosas de Dios con todas nuestras fuerzas (1 Juan 1:8-10; 2:1-5).
Que Dios nos ayude a tener esta maravillosa actitud que el apóstol Juan nos aconseja. Así estaremos teniendo oído atento a lo que el Espíritu dice a las Iglesias. Así estaremos preparándonos para el examen de la Pascua.
—Por Saúl Langarica