A mediados de abril, siete visitantes de los Estados Unidos viajaron al Medio Oriente para visitar a cinco voluntarios del proyecto de Jordania de la Fundación de Ayuda Internacional.
Los voluntarios de la Fundación de Ayuda Internacional les dieron la bienvenida en Jordania a siete visitantes, que estuvieron ahí entre el 11 y el 22 de abril de 2014, para celebrar la Pascua y los Días de Panes Sin Levadura y para aprovechar un oportunidad única de viaje y de conocimiento. Nuestros visitantes incluían a Bryan y Rhonda Waddle, junto con sus tres hijos, Harrison, Jackson y Anderson. Rhonda sirve en la junta de la FAI. También estaban el pastor de Oregón, David Register y Tamara Schwartz, cuya hermana, Leslie Bosserman, es una voluntaria aquí en Jordania. Durante dos semanas, exploramos Jerusalén, la parte norte de Israel, la parte sur de Jordania y la ciudad de Amán, Jordania. Fue un momento bastante exigente, pero feliz y edificante a medida que nos encontrábamos cara a cara con la historia y aprendíamos algunas lecciones útiles.
No es mi intención narrar un viaje del que tal vez hayan oído hablar anteriormente. Los sitios principales siguen siendo los mismos: el Muro Occidental, el Monte del Templo, el Mar de Galilea, la antigua ciudad de Petra y el Mar Muerto. Las únicas cosas que han cambiado con el tiempo son las fronteras políticas modernas. Así que en vez de hablar acerca de nuestras paradas y su importancia en la historia, algo que usted puede estudiar como desee en diferentes sitios, yo quisiera compartir con ustedes algunas de las lecciones que nuestro grupo aprendió —lecciones que usted puede experimentar al tener un contacto estrecho con la región.
El Medio Oriente es maravilloso
Si bien existe la tendencia a imaginarse la región como una región desolada en la cual las personas viven en un desierto lleno de rocas y de polvo, en algunos sitios es en verdad exuberante y llena de verde. ¡Sin embargo, tampoco podemos dejar de lado el desierto! Cuando se reúnen el cielo, las montañas y la arena hay un sinfín de colores que no se pueden encontrar en ningún otro lugar del mundo: rojos intensos y azules que sólo un diseñador maestro podría haber imaginado y creado.
Cuando cruzamos la frontera entre Jordania e Israel, todos estábamos arrobados viendo el blanco color de la arena del desierto en contraposición del intenso cielo azul. Esto también ocurrió cuando hicimos un tour por “la ciudad rosada-roja” de Petra, en donde el rojo y el naranja del desierto se mezclaban en todas las gamas del espectro del color. Quedó claro que la creatividad de Dios no está limitada a los maravillosos escenarios de los lugares con vegetación.
Disfrutamos más de un atardecer, bien en Petra mirando las montañas o en Tiberíades en el Mar de Galilea. Fue relajante y rejuvenecedor ver la belleza oculta en tantos lugares.
Las personas en el Medio Oriente son maravillosas
A medida que viajábamos de Amán a Jerusalén, a Tiberíades y a Petra, y luego de regreso a Amán, tuvimos la oportunidad de interactuar con muchísimas personas del área, que nos hicieron sentir bienvenidos a sus naciones y a sus hogares. Bien fuera los judíos israelíes o los palestinos o los árabes jordanos, todos los que encontramos nos hicieron sentir como si su nación estuviera disponible para nosotros. Ellos nos ayudaban con las direcciones y a acomodarnos en el alojamiento. Todos fueron muy cordiales y nunca se impacientaron con nosotros.
Estos comentarios no pretenden ignorar el hecho de que allí hay un conflicto grave desde hace muchos años. No es algo que podamos ocultar de una forma realista. Podríamos escribir volúmenes de libros acerca de la violencia y la lucha política que históricamente se ha librado. Sin embargo, cuando se trata de los visitantes, especialmente aquellos que sienten empatía por la tensión en el área, las personas de la región son increíblemente hospitalarias y respetuosas.
Enfocándonos en Dios y en nuestra relación con Él
La tercera y más importante lección que aprendimos de nuestro viaje tenía que ver con el meollo de muchas conversaciones que tuvimos en el curso de nuestro viaje.
Sin importar dónde era la visita, lo impresionados que nos sentíamos con los inmensos edificios y manuscritos “auténticos”, o cuán antiguos eran, ninguno de estos artefactos tan interesantes eran más importantes que nuestra necesidad de enfocarnos en Dios y desarrollar continuamente una relación individual con Él. El mérito de las primeras dos lecciones fue que reafirmaron esto.
Cuando estábamos en Jerusalén, me encantó la arquitectura. Estar allí fue muy útil para entender las distancias entre las diferentes montañas que rodean la ciudad (y definitivamente usted puede sentir lo montañoso del terreno cuando viaja a pie). Pero en lugar de sentir paz o un respeto generalizado por Dios, sentí especialmente la tensión política por la que es tan conocida la región. Por ejemplo, en una ocasión pudimos ver el despliegue sereno de poder de la Fuerza de Defensa Israelí en la palizada contigua al Muro Occidental porque los palestinos habían estado lanzando rocas al Monte del Templo. Entonces me acordé de Isaías 64:10: “Tus santas ciudades están desiertas, Sion es un desierto, Jerusalén una soledad”.
Muchos de los lugares que visitamos —Gólgota, la tumba del huerto, el Monte Nebo— tienen una gran importancia bíblica, y estuvimos felices de poder visitarlos. Pero ninguno de ellos pudo confirmarnos exactamente, con absoluta certeza, cuál era el lugar preciso en el que Cristo había sido crucificado, dónde había descansado su cuerpo o desde dónde contempló Moisés la Tierra Prometida.
Pero eso estaba bien. Lo que queríamos al ver esos lugares no era edificar nuestra fe; en vez de ello me gustaba pensar en esos posibles lugares y los artefactos “auténticos” y ornamentos, para mi caminar con Dios; no eran las piedras del fundamento.
A pesar de todo lo que pudimos ver, nuestras prioridades en nuestro viaje eran los momentos de congregación ordenados por Dios —primero, la Pascua y renovar nuestro compromiso con Dios por medio de Cristo. Luego, nos enfocamos en no sólo sacar el pecado de nuestra vida sino en vestirnos de justicia, para que nuestras luces continúen brillando como buenos ejemplos del camino de vida de Dios.
Fue fácil imaginar cómo lucirían nuestros alrededores en la época de Cristo a medida que celebrábamos las fiestas, pero lo que los hizo algo especial fue tener a otros para celebrar y compartir durante esta época tan importante del año.
—Por Karen Claunch