Por Lauro Roybal
Cada año Dios nos encamina por una serie de días santos para recordarnos acerca de su plan de salvación para toda la humanidad. Cada uno de los días santos revela lecciones importantes que debemos aprender e imprimir no sólo en nuestra mente, sino sobre todo, en nuestro carácter.
Aunque algunos de nosotros hemos pasado por el ensayo del plan de Dios docenas de veces, parece que cada año hay algo nuevo que aprender. La Pascua y los días de Panes Sin Levadura son especialmente significativos al iniciar la temporada de las fiestas de primavera.
La Pascua es la noche más solemne del año cuando recordamos que el sacrificio y muerte de nuestro Salvador Jesucristo hizo posible no sólo nuestro perdón y justificación ante Dios, sino también obtener nuestra salvación y la herencia eterna. Debido a esto, venir ante Dios durante este tiempo de fiestas es tremendamente significativo. Tal vez nos preparamos más en esta época que en ninguna otra, especialmente cuando recordamos las palabras del apóstol Pablo a los corintos:
“De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí” (1 Corintios 11:27-29).
La introspección profunda y detallada nos ayuda a poder tomar la Pascua dignamente, es decir, con la consciencia limpia ante Dios. También nos ayuda a acercarnos de forma sincera y digna a la Pascua. Tratamos de concentrarnos en sacar, con nuestro mayor esfuerzo, el pecado de nuestra vida. En los días previos a la Pascua y Panes Sin Levadura hacemos el mejor esfuerzo físico de limpiar nuestras casas y asegurarnos de que estén libres de levadura, porque comprendemos que durante esta semana la levadura representa el pecado.
Comprendemos que el trabajo que nos representa limpiar nuestras casas de la levadura física tipifica un esfuerzo mayor que debemos ejercer en buscar y remover los pecados escondidos y difíciles de encontrar en nuestra propia vida espiritual.
Antes de tomar la Pascua, cada uno de nosotros trabaja arduamente para asegurarse de que no está viviendo rebeldemente en pecado. Si por alguna razón hemos estado tolerando el pecado en nuestra vida, en esta época tomamos especial precaución y esfuerzo de sacarlo totalmente antes de tomar el vino y comer del pan durante la ceremonia de la Pascua. Reconocemos las palabras del apóstol Pablo que nos dice que un poco de levadura leuda toda la masa, es decir, un poco de pecado nos puede arruinar totalmente. Por lo tanto, tratamos arduamente de celebrar la fiesta con sinceridad y en verdad, como dice el apóstol Pablo:
“No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad” (1 Corintios 5:6-8).
Las épocas de fiestas santas nos concientizan acerca de la forma en que estamos viviendo nuestra vida ante Dios. Caminamos calladamente ante Dios buscando y deseando estar bien espiritualmente con Él en cada parte de nuestra vida, pero, ¿qué tal el resto del año? ¿Son acaso estos sentimientos sólo para una temporada de fiestas santas? ¿Es una motivación anual solamente?
Ahora que nos dirigimos hacia Pentecostés
Ahora que nos dirigimos hacia Pentecostés, es fácil olvidar las lecciones importantes que aprendimos durante la Pascua y los días de Panes Sin Levadura. En cierta forma, tenemos que dejar estos días físicos atrás, pero no debemos dejar atrás el significado y las lecciones aprendidas de esta época.
Muchos de nosotros tendemos a olvidar el último día santo que acabamos de celebrar para enfocarnos en el siguiente, pero al progresar hacia el momento del regreso de Cristo, Dios espera que aprendamos más y más acerca de las lecciones de sus fiestas. Ciertamente, tomamos la Pascua y comemos pan sin levadura por siete días cada año, pero en vez de olvidar el significado de la Fiesta de Panes Sin Levadura, debemos de llevarlo con nosotros para usarlo como el fundamento sobre el cual edificaremos el resto de nuestra vida. En otras palabras, debemos continuar trabajando duramente para permanecer sin levadura (pecado) el resto del año.
Los días santos son mucho más que santas convocaciones obligatorias. Dios no desea que nos relajemos una vez que pasen, resbalando nuevamente hacia los malos hábitos y debilidades que hemos acumulado. Dios nunca hace nada sin propósito, y el propósito de los días santos es enseñarnos lecciones que podemos llevar con nosotros para siempre. Tal vez los días de Panes Sin Levadura hayan pasado este año, pero ¡las lecciones espirituales que nos enseñaron son eternas!
Guardemos nuestro corazón
Jesucristo nos instruye que nuestra prioridad es entrar en el Reino de Dios y ser justos. Espera que vigilemos nuestros pasos y que nos esforcemos en vivir una vida justa ante Él como nos lo recuerda el apóstol Mateo:
“Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).
Salomón también nos hace una lista de las cosas que debemos estar haciendo el resto del año:
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida. Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios. Tus ojos miren lo recto, y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante. Examina la senda de tus pies, y todos tus caminos sean rectos. No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; aparta tu pie del mal” (Proverbios 4:23-27).
Dios nos dice que es aún más importante cuidar lo que permitimos que entre en nuestra mente y corazón, porque en ellos está la materia que moldea y dirige todo lo que hacemos. Si no los cuidamos y protegemos de ideas pecaminosas, injusticias, creencias y pensamientos equivocados, pueden causar nuestra caída espiritual. Tal vez no en un solo día, pero así como la gangrena va contaminando poco a poco la carne hasta matar todo el cuerpo, el pecado, aunque pequeño al principio, con el tiempo cumplirá su misión de destruirnos totalmente.
Es precisamente en nuestra mente y corazón donde se forma nuestro carácter y si permitimos que entre un carácter injusto y perverso, el carácter justo que Dios desea ver desarrollado en nosotros jamás se formará. Notemos lo que el apóstol Pablo nos dice en Hebreos 2:1-3:
“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?”.
Lecciones no olvidadas
Aunque le damos especial énfasis a cada uno de los días santos en sus épocas, sería ideal llevar las lecciones de cada uno de estos días con nosotros el resto del año. Si hiciéramos esto, no habría límites al crecimiento espiritual.
La comprensión del camino de Dios es acumulativa. Es un proceso que lleva muchos años de trabajo constante y esfuerzo dirigido. Como decía a menudo el Sr. Herbert W. Armstrong: el carácter justo, santo y perfecto no es algo que Dios puede crear instantáneamente, tiene que crecer y desarrollarse a través de las experiencias de vencer y crecer con Dios, y esto toma tiempo. De hecho, se requiere toda una vida.
Al haber recordado nuevamente este año el precio tan alto que se pagó por nosotros, y al haber aprendido importantes lecciones de estos días santos, apliquémoslas ahora a nuestra vida y llevémoslas para siempre en nuestro corazón. Esto, sin duda, nos ayudará a acelerar y mantener constante nuestro crecimiento espiritual. Sin embargo, si fallamos en apreciar nuestra salvación y descuidamos recordar las lecciones aprendidas de forma permanente, lo inverso sucederá —se acelerará nuestra ruina espiritual.
Dios conoce el esfuerzo que se requiere para poder cambiar, y Él es fiel para recompensar nuestras labores:
“Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas” (Hebreos 6:9-12).
Dios no olvidará recompensarnos por los esfuerzos que realizamos para Él. Por lo tanto, debido a que ya se ha hecho el sacrificio y se han extendido maravillosas promesas hacia nosotros, realicemos ahora un esfuerzo aún mayor al que hicimos para prepararnos para la Pascua y los días de Panes Sin Levadura y pongamos en acción las lecciones aprendidas durante estos días en nuestra vida.
El hecho de que se hayan acabado los días de Panes Sin Levadura no significa que ahora podemos volver a llenarnos de levadura. Nuestra tarea y misión ahora es, muy difícil por cierto, permanecer limpios como panes sin levadura el resto del año y el resto de nuestra vida.
No nos olvidemos de las vitales lecciones aprendidas en las fiestas santas de Dios. CA