El 22 de mayo, el ministro David Evans y su esposa Marguerite arribaron a la Ciudad de México, enviados de la sede en Texas para compartir el servicio religioso del sábado y Pentecostés con los hermanos de la capital mexicana.
A ellos se sumaron el joven Corbin Jackson, de Baltimore, EE.UU.; la señora Rebeca Salazar, de El Oro, Estado de México; el matrimonio Bracamontes, de Acapulco; y dos jóvenes de la ciudad de Querétaro.
Había en la Iglesia un ambiente festivo, y el señor Evans fue el encargado de dar el mensaje principal, con el que nos recordó la importancia que Jesucristo tiene en nuestra vida y dentro del plan de salvación de Dios. Con ejemplos claros y vívidos, dejó impregnado en nuestras mentes el deseo de continuar conociendo al verdadero hijo de nuestro Creador.
Durante el estudio bíblico de la tarde, el señor Evans nos habló de la trascendencia de Jonatán, hijo de Saúl y amigo entrañable de David, un mensaje culminante para cada individuo que en la actualidad está siendo llamado por Dios, y un ejemplo de vida que debemos poner en práctica para llegar a formar parte de la familia divina del Eterno.
Ya durante el servicio de Pentecostés, recordamos la importancia que el Espíritu Santo tiene en nuestra vida cristiana, y cómo en esa fecha fue fundada la Iglesia de Dios con la presencia de su poder.
Al terminar el servicio religioso, compartimos una sabrosa comida mexicana que consistió en carne de borrego preparada en “barbacoa” (un platillo muy típico de la zona central de México), con lo que el lugar de reunión lució abarrotado de sonrisas, charla y compañerismo cristiano.
Al término del segundo servicio, los hermanos nos despedimos del matrimonio Evans, a quienes les agradecimos su presencia y amabilidad, y quedamos deseosos de volver a ser sus anfitriones para disfrutar de la ocasión con sonrisas, abrazos y mucho compañerismo de sus hermanos mexicanos.
—Por Jorge Iván Garduño