Por Lauro A. Roybal
Casi una tercera parte de la Biblia es profética y aunque fue escrita por muchos hombres a través de muchos siglos, el autor sigue siendo el mismo: Dios. Es por esto que las profecías bíblicas no fallan, porque han sido inspiradas por nuestro Creador. La Biblia dice lo siguiente con respecto al propósito de la Palabra de Dios:
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).
Timoteo nos hace ver que lo que Dios ha inspirado sirve, entre otras cosas, para que estemos enteramente preparados para toda buena obra. El propósito de la profecía tampoco es solamente para que conozcamos el futuro, sino que sirve para muchas otras cosas. ¿De qué sirve conocer el futuro si no usamos esa información para hacer algo positivo con ella?
El apóstol Santiago nos exhorta a que no seamos oidores de la palabra solamente, engañándonos a nosotros mismos, sino también hacedores de la palabra (Santiago 1:22). Tener información valiosa sin hacer nada con ella es como conocer de antemano los números ganadores de la lotería y no comprar el boleto, o saber que cierto avión no va a llegar a su destino mañana y no tratar de advertirle a los pasajeros para que no aborden ese vuelo. Aunque no participamos en juegos de azar, el ejemplo es claro. ¿De qué sirve cualquier información si no hacemos nada con ella?
Dios nos revela lo que va a suceder en el futuro cercano con el propósito de que nos preparemos; para que hagamos cambios importantes y evitemos caer en el desenlace fatal que pronto tendrá que enfrentar el mundo entero. Dios nos revela lo que sucederá en el futuro, no sólo para que sepamos, sino para que hagamos algo con esa valiosísima información; que hagamos cambios que nos lleven a la salvación espiritual y a la vida eterna, a evitar el sufrimiento y la muerte.
Dios afirma no sólo que puede revelarnos las cosas que van a suceder en el futuro, sino también que puede hacer que se cumplan según su voluntad (Isaías 46:9-10). El apóstol Pablo nos dice que tenemos la palabra profética más segura y que haríamos bien en estar atentos a dichas palabras (2 Pedro 1:19-21). La profecía es segura porque Dios lo dice y podemos tener fe en que hará que se cumpla a su tiempo. Dios nos revela su plan con el propósito de ayudarnos a que cuando llegue el tiempo de prueba, estemos preparados, listos, firmes y sin fluctuar.
Dios nos ha revelado su maravilloso plan que tiene preparado para toda la humanidad. Este plan se plasma claramente en las siete fiestas santas de Dios. Cada una de las fiestas santas de Dios nos revela una parte detallada del plan de salvación que ha preparado para el mundo entero. Al haber entrado ya a la temporada de fiestas, ampliemos nuestro conocimiento bíblico y profético, pero hagámoslo por algo más que el propósito de saber. Crezcamos en conocimiento profético con algo más que el deseo de saber. Hagámoslo con la intención de cambiar y prepararnos para el futuro.
El mundo entero está a las puertas de un tiempo en el que enfrentará grandes tribulaciones y sufrimientos, tiempos de lecciones difíciles de aprender, pero tendrá que enfrentarlos precisamente por su renuencia a cambiar. Seamos más que oidores olvidadizos y recordemos que la profecía tiene un propósito más allá del de revelar el futuro —el cambio sincero a nivel personal.