Pregunta: Yo sé que no creemos que debemos tener a 1001 personas orando por algo para que Dios finalmente nos escuche y responda nuestras oraciones. ¿Por qué entonces la Iglesia en algunas ocasiones le pide a miles de personas que oren por algo o por alguien? Pareciera que pedirles a muchas personas que oren es más importante para las que están orando, que para la persona que está en la prueba. ¿Nos dice Dios el propósito por el cual debemos pedirle a las personas y congregaciones, algunas veces en todo el mundo, que oren por algo especial?
Respuesta: El hecho de que Dios nos instruya a que pidamos oración implica que debemos estar alerta y responder a las peticiones de nuestros hermanos. La instrucción bíblica también implica que Dios está atento a las oraciones que los creyentes hacen en favor de otros que están en necesidad. Por esto es que anunciamos las solicitudes de oración por algunas personas o algunas circunstancias. Debemos: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16).
Es cierto que Dios no necesita escuchar a un número mínimo de cristianos para poder responder a la oración. Él no dice que debemos confiar en otros ni dice el número de personas en el que debemos confiar. Esto es un asunto de elección personal.
El Internet hace posible que las personas le cuenten a muchas otras acerca de su necesidad, en muy corto tiempo, pero también hay asuntos que debemos llevar delante de toda la Iglesia para que oren por eso. Obviamente, los temas que involucran a toda la organización deben informarse a todos los miembros de la Iglesia. En cuanto a las solicitudes de las personas, no tenemos una política definida para enviárselas a todas las congregaciones. Respetamos y colaboramos con la decisión de cada persona. Algunos quieren que tantos como sea posible estén al tanto de sus necesidades. Otros prefieren contar sus necesidades a unas pocas personas. Claramente, los miembros están afrontando muchas más pruebas de las que anunciamos en Servicios Ministeriales.
Usted está probablemente en lo correcto en cuanto al enfoque de Dios. Orar por otros beneficia a aquel que está en necesidad, a los que están orando y a toda la Iglesia. Esto requiere cuidado, tiempo y esfuerzo —un sacrificio personal hecho con dedicación y sinceridad, que nos recuerda el sufrimiento de Cristo, la promesas de sanidad de Dios y las virtudes de la fe y la paciencia. Orar por otros es una expresión del amor de Dios. Para los cristianos cuyas limitaciones físicas impiden que se reúnan con otros, orar es el servicio más grande que pueden prestar a la Iglesia. Y es una contribución valiosa. En cuanto al efecto de la oración para aquel que está en necesidad, el beneficio más obvio es que Dios conoce la necesidad. Aún más, el sólo hecho de saber que otros están orando por ellos es algo animador para aquellos que piden oración. A medida que usted intima más, orar por los demás ayuda a incrementar nuestro vínculo mutuo en el Cuerpo de Cristo.
“…los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él…” (1 Corintios 12:25-26). Cristo inspiró a Pablo a repetir la analogía, escribiendo que: “…todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Efesios 4:16, énfasis añadido).