Por Herbert Parada
Una de las peores experiencias que podemos pasar en la vida es que tengamos que ser hospitalizados. Para todos los que ya han pasado por esa experiencia, imagino que coinciden conmigo en que no es nada agradable pasar una noche en el hospital por evaluaciones médicas, pruebas de sangre, o ser sometido a tratamientos quirúrgicos o no quirúrgicos.
Una enfermedad en cualquier etapa de la vida implicará un tiempo de dificultad para la persona enferma y su grupo familiar.
¿Quién quiere enfermarse? Lógicamente nadie quiere enfermarse, pero durante el transcurso de nuestra vida nos vamos a enfermar tarde o temprano. Existen etapas en donde generalmente se presentan las enfermedades, o mal llamados “achaques” de la edad. Pareciera que es normal llegar a cierta edad y presentar enfermedades.
En los últimos años, la Iglesia ha sido golpeada con la enfermedad y muerte de algunos ministros. También podemos notar las frecuentes peticiones de oración por diferentes enfermedades que aquejan a los hermanos. Pero por otro lado podemos ver a personas de avanzada edad en las diferentes congregaciones con pocos problemas de salud. ¿Por qué se presentan estos grandes contrastes de salud y enfermedad, incluso en la Iglesia? Aunque hay muchos factores que influyen en las enfermedades, especialmente el genético, es importante poder analizar el tema de la salud y la enfermedad desde el punto de vista cristiano.
Primero debemos analizar el concepto de enfermedad. Un concepto simple lo encontramos en el diccionario Oxford: “La enfermedad es la alteración leve o grave del funcionamiento normal de un organismo o de alguna de sus partes, debido a una causa interna o externa”.
En la medicina se habla del proceso salud-enfermedad como dos fenómenos que van directamente relacionados, y se analizan los diversos factores que intervienen para que una persona pase de un estado de salud a un estado de enfermedad, y cómo mantener un equilibrio en el funcionamiento de un organismo. Este proceso es conocido como “homeostasis”.
¿Qué dice la Biblia al respecto?
La salud es un asunto de mucha importancia en la Palabra de Dios. Tanto así, que Dios les dejó una serie de leyes de la salud al pueblo de Israel en el Antiguo Testamento, para evitar ciertas enfermedades, buscando que fueran un ejemplo como pueblo santo, incluso en sus métodos sanitarios. (Deuteronomio 23: 9-14, “ley de excremento”. Deuteronomio 14:3-21, “animales limpios”).
En la Biblia también encontramos que una de las principales actividades de Cristo en su ministerio fue el sanar a los enfermos, dando a entender lo importante que era para Él la salud y el bienestar. En Lucas 5:31 Cristo dijo: “los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos”. Él sabía muy bien lo importante de la salud para que las personas pudieran entender y practicar las leyes de Dios. El apóstol Juan menciona en 3 Juan 1:2: “Oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud” (Nueva Versión Internacional). Esto denota que la buena salud era una conducta comúnmente enfatizada y bien vista en el Nuevo Testamento.
Vemos entonces cómo las Escrituras mencionan la importancia que ha tenido la salud en la historia bíblica, manteniéndose como un aspecto de mucha importancia hasta el día de hoy.
¿Deberíamos los cristianos preocuparnos por nuestra salud?
En 1 Corintios 6:19 Pablo menciona: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”.
El apóstol enfatiza lo importante que es nuestro cuerpo para Dios y la responsabilidad que tenemos sobre él. Dios espera que cuidemos de nuestro cuerpo y que éste sea una herramienta para poder vivir y desarrollarnos tanto física como espiritualmente.
Según el doctor Roberto Paredes Díaz, en su artículo “Influence of physical inactivity and poor diet on the health of the population of Pinar del Rio” (Influencia de la inactividad física y la dieta pobre en la salud en la población de Pinar del Rio), dice: “El conjunto de pautas y hábitos de comportamientos cotidianos de las personas tiene un efecto importante en su salud, y cada día aumenta la prevalencia del conjunto de enfermedades relacionadas con los malos hábitos comportamentales”.
Debemos reconocer que la salud es indispensable para poder realizar todas nuestras actividades normales. Dios quiere que todos tengamos una vida plena y, por lo mismo, Él nos da las herramientas necesarias para tenerla. Las enfermedades no siempre son sinónimo de pruebas o situaciones fortuitas. Más bien, en la mayoría de los casos son el resultado de nuestro descuido o falta de buenos hábitos de salud. Debemos tener conciencia al respecto y debemos estar muy preocupados por ello.
¿Cómo encontrar el balance?
Como cristianos es importante reconocer y tener claro que Dios es el creador de todo lo que existe, y Él tiene la potestad sobre nuestra salud y además tiene el poder de darnos sanidad de cualquier enfermedad. En Éxodo 23:25 Dios nos dice: “Yo apartaré de ustedes toda enfermedad” (Nueva Versión Internacional).
Al mismo tiempo vemos en Salmos 103:3: “Él es el que perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus enfermedades” (La Biblia de las Américas). Dios es el sanador de todas nuestras enfermedades espirituales y físicas.
Deberíamos entonces buscar primeramente a Dios cuando estamos enfermos y no buscar primeramente ayuda en la medicina. Él dejó indicaciones específicas, por medio de sus apóstoles, de cómo debemos pedir oración y unción a sus ministros para ser sanados por medio del sacrificio de Cristo (Santiago 5:14).
Pero al mismo tiempo es importante que tomemos conciencia de que es negligente que las enfermedades se presenten por descuidos nuestros y reiterados en nuestra salud. Dios espera que nosotros seamos ejemplo en todo, incluso en el cuidado de nuestro cuerpo.
Podemos concluir entonces que debemos cuidar de nuestro cuerpo porque es el templo del Espíritu Santo. Debemos ser conscientes de que nuestros hábitos pueden influir positiva o negativamente en nuestra salud, por lo que tenemos la responsabilidad de educarnos y poner en práctica las leyes de la salud de la Biblia y de la ciencia médica. CA