Por Saúl Langarica
Cuando Salomón empezó su reinado sobre Israel, su actitud era muy humilde, pero con el tiempo cambió y llegó a ser soberbio, al punto de que se desvió de las leyes de Dios y empezó a tratar a sus súbditos de manera abusiva. Aparentemente el reinado de este famoso rey no terminó de la manera más pacífica. Su hijo Roboam —sucesor del reino— tampoco gobernó al pueblo de frorma correcta.
Como consecuencia, el reino de Israel, consistente de 12 tribus, se dividió. 10 tribus siguieron a Jeroboam, el líder de la disidencia, y se establecieron en el norte de la tierra de Judea, con su capital en Samaria. Rápidamente, Jeroboam condujo al pueblo aún más lejos de las leyes de Dios. Cambió la fecha de la Fiesta de los Tabernáculos, construyó sus propios centros de adoración y puso sobre ellos a sacerdotes que no eran levitas. Como consecuencia, pronto la Casa de Israel —estas 10 tribus— se alejó aún más de Dios y dejó de guardar el sábado, las fiestas de Dios y todos sus mandamientos.
Anticipadamente Dios les había dicho que si ellos dejaban de guardar sus leyes, Él permitiría que fueran llevados en cautividad. La Casa de Israel no se arrepintió y fue llevada al cautiverio a Asiria. De hecho, estas 10 tribus siguen perdidas hasta el día de hoy. Le recomendamos leer el folleto: Estados Unidos, Gran Bretaña y la Mancomunidad en la profecía.
El resto de las tribus se establecieron en el sur de Judea, adoptaron Jerusalén como su capital y decidieron apoyar a Roboam. Aun cuando ellos reconocían al Dios verdadero, tampoco le obedecían. Cometieron el mismo tipo de desobediencias que sus hermanos del norte y como consecuencia también fueron llevados al cautiverio, en este caso a Babilonia.
En cuanto a la Casa de Judá —las tribus del sur— Dios le dijo que regresaría a su tierra después de 70 años de cautividad en Babilonia. La Palabra de Dios se cumplió como siempre.
Empieza la restauración
Para llevar a cabo el plan de la repatriación de la Casa de Judá a su tierra original, Dios primero tenía que trabajar en la mente de los reyes que los tenían cautivos. Obviamente Dios no tiene ningún problema en trabajar aun en la mente de los inconversos para llevar a cabo su plan:
“En el primer año de Ciro rey de Persia, para que se cumpliese la palabra del Eterno por boca de Jeremías, despertó el Eterno el espíritu de Ciro rey de Persia, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito por todo su reino, diciendo: Así ha dicho Ciro rey de Persia: el Eterno, el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá” (Esdras 1:1-2). De la misma manera Dios trabajó en la mente del rey Artajerjes (Nehemías 2:5-6).
Dios quería restaurar la verdadera adoración en la ciudad de Jerusalén y para ello decidió que muchos judíos de la cautividad en Babilonia regresaran a su territorio original. Fue así como Dios trabajó en la mente de los reyes Ciro y Artajerjes para que dejaran ir a los cautivos y les proporcionaran todos los medios físicos para reconstruir el templo y la ciudad de Jerusalén.
Dios también trabajó en la mente de tres de los judíos cautivos para que lideraran el regreso de muchos de la Casa de Judá a su territorio y dirigieran la restauración de la adoración al Dios verdadero. Estos personajes fueron: Zorobabel, el constructor; Nehemías, el gobernador; y Esdras, el sacerdote.
Estos tres personajes trabajaron incansablemente no sólo en la reconstrucción del templo, de las murallas de la ciudad de Jerusalén y de la misma ciudad. También estaban totalmente unidos en el propósito de restaurar la adoración al Dios verdadero, incluyendo guardar el sábado y las fiestas santas.
Se restauran las fiestas de Dios
Cuando el templo estuvo listo y todas las condiciones se dieron, el pueblo recomenzó la adoración al Dios del cielo. La tercera temporada de fiestas santas, es decir, la temporada de Tabernáculos, marcaría el reinicio de la adoración al Dios verdadero. Después de haber estado cautivos por 70 años sufriendo y sin poder obedecer a Dios libremente, todos estaban extremadamente emocionados y contentos de poder adorar al Dios de la Biblia otra vez.
El relato de Nehemías en cuanto a la restauración de las fiestas de Dios incluye no solamente las fechas correctas, y el lugar correcto, sino más importante aún, las actitudes correctas.
Las actitudes correctas que Esdras y Nehemías les enseñaron al pueblo de Judá, deberían penetrar en nuestra mente aun hoy en día. Las actitudes correctas son vitales para guardar las fiestas de Dios. ¿Cuáles fueron esas actitudes correctas?
- Se juntaron todos como un solo hombre
Cuando llegó la fecha para celebrar la primera fiesta santa de la tercera temporada, la Fiesta de Trompetas, todos estaban juntos.
“Y se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, y dijeron a Esdras el escriba que trajese el libro de la ley de Moisés, la cual el Eterno había dado a Israel” (Nehemías 8:1).
Muchos años después, lo mismo sucedió cuando llegó el momento de guardar otra de las fiestas santas, la de Pentecostés: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos” (Hechos 2:1).
Por lo tanto, es obvio que una actitud correcta hacia las fiestas santas es que todos los creyentes nos congreguemos juntos en un mismo lugar.
- Todo el pueblo estuvo atento
Cuando nos presentamos delante de Dios para adorarle y escuchar su Palabra impartida por uno de sus siervos, todos debemos poner atención porque estamos delante del Dios Todopoderoso.
“Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley… Abrió, pues, Esdras el libro a ojos de todo el pueblo, porque estaba más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo estuvo atento” (Nehemías 8:3, 5, énfasis añadido).
- Y hubo alegría muy grande
Quizás ésta fue la actitud que más enfatizaron Esdras y Nehemías a la hora de guardar las fiestas santas de Dios. El Creador es el dueño de las fiestas santas y gentilmente nos invita a participar. Todo anfitrión quiere que sus invitados estén felices. Dios quiere que sus invitados —nosotros— estemos felices en sus fiestas. Mostrar amargura, desgano, negativismo, crítica no constructiva, etcétera, en las fiestas santas es no entender la grandeza de la invitación de Dios. Nehemías y Esdras hicieron mucho énfasis en que deberíamos estar contentos en las fiestas santas.
“Y Nehemías el gobernador, y el sacerdote Esdras, escriba, y los levitas que hacían entender al pueblo, dijeron a todo el pueblo: Día santo es a Jehová nuestro Dios; no os entristezcáis, ni lloréis; porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley… Luego les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os entristezcáis, porque el gozo del Eterno es vuestra fuerza. Los levitas, pues, hacían callar a todo el pueblo, diciendo: Callad, porque es día santo, y no os entristezcáis. Y todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a obsequiar porciones, y a gozar de grande alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado” (Nehemías 8:9-12, énfasis añadido).
Más tarde el relato menciona que todo el pueblo guardó la Fiesta de los Tabernáculos en cabañas de madera y de ramas, construidas por ellos mismos. Éstas fueron construidas sobre los terrados y en los patios. Esto implica que tenían que habitar fuera de sus casas durante sietes días. Así entenderían el significado de esta maravillosa fiesta: todos ellos eran peregrinos viviendo en habitaciones temporales.
Al final del relato se menciona que guardaron la fiesta y todos estaban muy alegres: “Y toda la congregación que volvió de la cautividad hizo tabernáculos, y en tabernáculos habitó; porque desde los días de Josué hijo de Nun hasta aquel día, no habían hecho así los hijos de Israel. Y hubo alegría muy grande” (Nehemías 8:17, énfasis añadido).
¿Cómo pudo haber tanta alegría en esta fiesta cuando la guardaron en cabañas incómodas de madera y de ramas construidas sobre los terrados y en los patios? La respuesta es simple: es cuestión de actitud.
¿Cómo podemos entonces lograr una actitud de verdadera alegría y gozo aun cuando las condiciones externas no sean fáciles a la hora de guardar las fiestas santas, en especial la de Tabernáculos?
La respuesta es simple y compleja:
- Debemos pedirle a Dios que nos dé una actitud de gozo por encima de las circunstancias. Bien lo dijo el apóstol Pablo: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).
- Debemos educar y aun forzar nuestra mente a pensar positivo. Pablo nuevamente dice: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8, énfasis añadido).
- Una buena comida, un buen vino y buena compañía colaboran para que la fiesta santa sea alegre. Como Nehemías aconseja: “Luego les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os entristezcáis, porque el gozo del Eterno es vuestra fuerza” (Nehemías 8:10).
Cuando ya hemos logrado la alegría que Dios quiere que tengamos en sus fiestas santas, aún nos falta un último paso para que la fiesta sea un éxito rotundo: debemos traspasar esa alegría a los demás. Muchas personas llegan a la fiesta con problemas, con carencias, con dificultades, pero se esfuerzan por obedecer a Dios, al igual que nosotros. Es el momento de colaborar para que todos pasemos una fiesta alegre, animadora y productiva:
“Y te alegrarás en tus fiestas solemnes, tú, tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, y el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda que viven en tus poblaciones. Siete días celebrarás fiesta solemne al Eterno tu Dios en el lugar que el Eterno escogiere; porque te habrá bendecido el Eterno tu Dios en todos tus frutos, y en toda la obra de tus manos, y estarás verdaderamente alegre” (Deuteronomio 16:14-15).
Cuando la Casa de Judá regresó de la cautividad en Babilonia después de 70 años, Dios usó a Esdras y a Nehemías para restaurar la adoración al Dios verdadero. En especial, ellos trabajaron en la restauración de las actitudes correctas en las fiestas santas. Estas actitudes deberían estar en todos los creyentes hasta el día de hoy, cuando guardamos las fiestas de Dios. Busquemos activamente estas actitudes para que tengamos las mejores fiestas de nuestra vida. CA