Por Lauro Roybal
“¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor” (Santiago 5:14).
El apóstol Santiago nos enseña la maravillosa verdad de que la sanidad viene de Dios. En sus instrucciones se encuentra también una enseñanza importante: que acudamos a los ancianos de la Iglesia para que oren por nosotros cuando estamos enfermos. ¿Por qué nos instruye que acudamos a la Iglesia?
La respuesta es profunda y contiene varios aspectos. Una de las razones por las que debemos acudir a un siervo de Dios es para ser ungidos con aceite. El aceite simboliza el Espíritu Santo de Dios y representa el poder por medio del cual Él creó todas las cosas. Dios desea que entendamos que es a través del poder de su Santo Espíritu que Él nos sana.
El profeta Jeremías fue inspirado a escribir una pregunta que Dios hace directamente: “¿Soy yo Dios de cerca solamente, dice el Eterno, y no Dios desde muy lejos?” (Jeremías 23:23). Dios quiere que acudamos a la Iglesia para ser ungidos con aceite por uno de sus siervos, imponiendo sus manos sobre nosotros para que entendamos que Dios es omnipresente y omnipotente y nos puede sanar de cerca y de lejos. Igualmente importante es que comprendamos que Dios fundó su Iglesia y le dio autoridad a sus ministros para que realicen la función de ungir con aceite. Cuando acudimos a los ancianos de la Iglesia no sólo reconocemos que ellos tienen esta función de parte de Dios, sino también que al imponernos ellos las manos nos ponemos bajo la autoridad de Dios.
Somos ungidos en el nombre del Señor. Al escuchar el nombre de nuestro Sanador recordamos que la sanidad divina viene de Dios y que debemos poner nuestra fe en su nombre, su poder y sus promesas. No es malo acudir a los médicos. Pero al buscar la sanidad acudiendo primero al médico, ¿acaso no estamos poniendo nuestra fe primeramente en un hombre? ¿No deberíamos confiar primero en nuestro verdadero Sanador?
En el mismo pasaje, Dios nos dice que si hemos pecado seremos perdonados. Pocas veces pensamos que el perdón de los pecados viene por medio de la unción, pero Él lo afirma: “y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados” (Santiago 5:15).
Además, Dios desea que también pidamos la oración de intercesión. Somos sanados por el poder de Dios a través de la oración del justo. Si comentamos nuestras enfermedades entre nosotros los miembros de la Iglesia, podemos orar unos por otros pidiéndole a Dios que intervenga y nos dé alivio. Es una dinámica espiritual inclusiva y es la forma en que Dios desea que busquemos su sanidad como Iglesia, como miembros los unos de los otros en un solo cuerpo.
Ahora bien, la oración de los hermanos de la Iglesia cuando estamos enfermos, no sustituye a la unción por parte de un ministro. La escritura que analizamos incluye las dos cosas: la unción con aceite por parte de un ministro y la oración de los hermanos.
“De manera que, si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él” (1 Corintios 12:26). El apóstol Santiago también nos dice: “Confesaos vuestras ofensas (debilidades físicas, no está hablando de pecados) unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16).
Los beneficios de la unción son muchos, y seguramente existen más lecciones que podemos aprender cuando acudimos a los ancianos de la Iglesia. Cuando estemos enfermos, pidamos primero ser ungidos para obtener la sanidad divina. Tengamos siempre en mente la Palabra de Dios que afirma: “yo soy el Eterno tu sanador” (Éxodo 15:26). CA