Por Saúl Langarica
Como sabemos, Dios hizo a los animales y dijo que todo lo que había hecho era bueno: “Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así. E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno” (Génesis 1:24-25).
Cada especie de animal fue diseñada con un instinto específico. Este instinto es como una grabación en “un disco duro” que es puesta en el cerebro de los animales. Todos ellos están “programados” para actuar dentro de ese instinto. Es cierto que algunos animales aprenden ciertas cosas que son repetitivas, pero de ninguna manera razonadas.
El ejemplo del instinto animal
Los instintos de algunos animales pueden ser usados para que los seres humanos —que razonamos— podamos aprender de ellos. De hecho, la Palabra de Dios menciona algunos ejemplos de instintos de animales que deben darnos lecciones de lo que debemos o no debemos hacer.
“Escápate como gacela de la mano del cazador, Y como ave de la mano del que arma lazos” (Proverbios 6:5).
La gacela, por su velocidad y sagacidad, se escapa fácilmente del cazador, como nosotros deberíamos escaparnos de Satanás o de las situaciones o ambientes que nos llevan a pecar. Así lo hizo José, el patriarca, al huir velozmente de una situación muy comprometedora que lo hubiera llevado a pecar.
“Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la cual, no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento. Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de sueño, un poco de dormitar, y cruzar por un poco las manos para reposo; así vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre armado” (Proverbios 6:6-11).
El orden, la disciplina, la prudencia, el ahorro y el duro trabajo de la hormiga deberían ser una gran lección para los humanos. Esta es la receta perfecta para que los seres humanos no tengamos que pasar necesidades de comida y de bebida y de tener nuestras necesidades básicas cubiertas.
“No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti” (Salmos 32:9).
Dios quiere tener una relación voluntaria y profunda con los seres humanos. Él respeta el libre albedrío y no quiere presionar a nadie para que obedezca sus leyes y le vaya bien. ¿Por qué tenemos que ser necios y tercos al no acercarnos a Dios aun cuando las cosas nos salen mal? ¿Por qué no reconocer que Dios hizo todas las cosas y tiene el poder de bendecirnos si nos acercamos a Él voluntariamente?
Estos ejemplos bastan para mostrar que podemos aprender mucho del instinto de los animales. Es muy probable que Dios los haya creado para que los seres humanos, que razonamos y que tenemos el potencial de ingresar a la familia de Dios, los observemos detenidamente y aprendamos de ellos.
En este contexto quiero hacer una pregunta: ¿qué podemos aprender del salmón?
El salmón es un animal extraño. Notemos lo que se sabe de él: “Este pez nace en agua dulce, luego migra al mar y vuelve a su lugar de origen para desovar. Esa característica lo vuelve especial… El salmón es una familia de peces que habita en el mar y en agua dulce, viene de los salmónidos y sus especies son varias, aunque la mayoría son parecidas. La característica más conocida de esta especie es la de volver a su lugar de nacimiento para aparearse. Ya que vienen al mundo en agua dulce, luego migran al océano y a la hora de dar a luz regresan a su lugar de origen nadando contra la corriente. Algunos estudios revelan que al menos 90 por ciento de los peces de esta familia cumple con ese ciclo y se calcula que esto es logrado gracias al buen olfato que poseen. Otra cosa curiosa del salmón es que luego de desovar muchos de ellos mueren. Son pocos los que pueden realizar este ciclo más de una vez. En fin, esta especie es particular, llamativa, atractiva para la pesca y su carne es un excelente alimento” (https://blogdepesca.com).
Nadando contra la corriente
¿Qué podemos aprender de este extraño pez, que nada contra la corriente en medio de todo un conjunto de peces que van normalmente río abajo? Posiblemente Dios lo diseñó con este instinto para que aprendamos algo: que muchas veces tenemos que ir contracorriente para lograr nuestras metas más valiosas.
Nuestra meta principal es el Reino de Dios. Para ello, tenemos que ir contracorriente guardando el día sábado cuando casi todos guardan el domingo. Tenemos que ir contracorriente cuando guardamos las fiestas santas de Dios, mientras que casi todos guardan la Navidad, el Año Nuevo y todas las fiestas que nada tienen que ver con la Biblia. Tenemos que ir contracorriente cuando guardamos los Diez Mandamientos, mientras que todos infringen las leyes de Dios por inercia, simplemente porque todos pecan. Tenemos que ir contracorriente al decir la verdad, aunque casi todos mienten. Tenemos que ir contracorriente cuando defendemos el matrimonio de un hombre y una mujer hasta la muerte, aunque muchos se burlan de estos conceptos “anticuados”. Ya casi nadie se detiene a pensar si acaso lo que hacen está en contra de Dios y de sus leyes. Es más, Dios y sus leyes son ahora una burla para la mayoría de las personas en el mundo. Los cristianos verdaderos tienen que ir contracorriente cuando respetan, reconocen y obedecen al Dios de la Biblia.
Por todo el esfuerzo que el salmón hace al ir contra la corriente del río en la búsqueda de su destino, su carne es quizá la más musculosa y apreciada entre los peces. De la misma manera, por el carácter que el cristiano desarrolla al ir contracorriente dentro de esta sociedad adversa a Dios, algún día será apreciado como alguien muy especial entre los seres humanos.
“No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino (Lucas 12:32). CA