Uno de los mayores privilegios que Dios ha concedido a su Iglesia es que sea la representante de su plan, de su ley, su filosofía y su modo de vivir para la humanidad en este tiempo.
Por Jorge Iván Garduño
Dentro de muy poco estaremos dando inicio a la celebración de la tercera temporada de las fiestas santas de Dios: Trompetas, Expiación, Tabernáculos y el Último Gran Día, fiestas de gran significado para la Iglesia de Dios. Ya que estas celebraciones santas se relacionan estrechamente con el futuro de la humanidad, quiero que seamos reflexivos, que miremos en nuestro interior y nos analicemos como cristianos para saber si nuestra relación con Dios, con nuestros seres amados y con nuestro prójimo en general es buena.
Dios y nosotros
Hemos escuchado en múltiples ocasiones que para mantener una relación estrecha con nuestro Creador son necesarios la oración, el ayuno, el estudio de la Biblia, la meditación y guardar de manera responsable las leyes de Dios. Éstos son tópicos de los que estoy seguro que hemos escuchado con frecuencia y no ahondaré en ellos.
Sólo añadiré que, para edificar una relación estrecha con Dios, debemos vivir la oración, vivir el ayuno, vivir el estudio de la Biblia y vivir la meditación. Si no hay eso, entonces sólo estamos dedicándonos a juegos intelectuales y sin propósito.
En Apocalipsis 3:20 Jesucristo nos dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Lo relevante aquí es que Cristo no derriba la puerta. Él está afuera esperando como un caballero. Está esperando a que nosotros tomemos la iniciativa, le abramos y lo invitemos a pasar.
Ahora bien, ¿qué podemos hacer para conseguir una relación verdaderamente cercana con Dios?
Mi prójimo y yo
Además de mantener una relación estrecha con nuestro Creador, ¿cómo deben ser nuestra relación con nuestros hermanos en la fe y con el resto de las personas con las que convivimos?
Primeramente, aclaremos que nuestros familiares, además de ser nuestra familia de sangre, también son nuestro prójimo, así que nuestra esposa o esposo es nuestro prójimo más cercano.
Entonces, la relación que mantengamos con nuestro prójimo es vital para mantener una relación sana y estrecha con Dios nuestro Creador (Mateo 22:39-40).
A veces he escuchado en la Iglesia a personas que desean que sus congregaciones crezcan, que lleguen personas nuevas, y yo también lo deseo. Pero más importante que estar atentos a cuántas personas nuevas llegan o se van, es el estar conscientes de la responsabilidad que tenemos de ser un buen ejemplo al mundo entero para testimonio y gloria de Dios.
En una ocasión escuché de un ministro decir que nosotros podemos ser la única persona, miembro de la Iglesia de Dios, con la que el trabajador de una tienda, o nuestro vecino, o el policía de tránsito, o el limpiaparabrisas del semáforo de la esquina tenga contacto. Por consiguiente, pensemos: podemos ser los únicos hijos de Dios que vayan a tener contacto en toda la vida de aquella persona… ¡qué gran responsabilidad la nuestra! ¿Cómo nos vamos a comportar con nuestro prójimo si tenemos en mente esta rara probabilidad? ¿Cuál es el testimonio que daremos ante esa persona como miembros de la Iglesia de Dios? ¿Seremos amables? ¿Dejaremos una huella positiva en la vida de aquella persona? Si volviéramos a ver a esa persona después del Milenio, ¿qué diría de nosotros?
Somos hijos de Dios y, por tanto, nuestros rostros deben reflejar la sonrisa de Dios. Nuestras vidas deben estar llenas de amor al prójimo. Debemos ser bondadosos, considerados y corteses, no sólo a ratos, sino día tras día. Debemos tener una actitud positiva, volcada generosamente hacia los demás. Nosotros creemos que Dios extiende el conocimiento de su Reino, en parte, a través de su pueblo. Esa verdad debemos demostrarla a nuestro prójimo ¡siempre! ¡Cuánto más porque conocemos el maravilloso plan de salvación que Dios tiene para toda la humanidad, reflejado a través de sus fiestas santas!
No puedo pensar en mayor privilegio que éste: se nos ha llamado a salir de un mundo de engaño y pecado, de un mundo atrapado en las garras de Satanás y se nos ha dado la misión de representar aquí y ahora a nuestro Dios ante todo el mundo.
¿Cuál es la impresión que damos a los demás? ¿Les damos la impresión de ser personas positivas, constructivas y alentadoras? Un cristiano debe diferenciarse del resto de la gente.
Esto quiere decir que el cristiano debe ser la persona más amistosa de su vecindario, la más presta a ayudar a los demás. Por sus obras y por su manera de ser, el cristiano debe reflejar el carácter de Dios. Esto es lo que lo hace diferente del resto de la comunidad en que vive. Si realmente amamos a Jesucristo, si amamos a Dios y tenemos contacto a diario con Él, entonces habrá algo que irradiará de nosotros y será notado por los demás.
No se trata de presentar una fachada ante otros, para que crean que somos muy buenos, y luego en privado actuar de otra manera. No, no se trata de eso. Lo que Dios quiere es que seamos fieles a la verdad y sinceros, en cualquier situación en que nos encontremos.
El apóstol Pablo nos dice algo acerca de las características de la vida que deberíamos vivir. En 1 Corintios 13:1-2 dice: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy”.
¿Comprende usted que es posible alcanzar una perfecta comprensión de todos los misterios de Dios y lograr todo el conocimiento doctrinal, pero que eso por sí mismo no basta? Inclusive usted podría memorizar toda la Biblia, del Génesis al Apocalipsis, alcanzar todo el conocimiento y comprender íntegramente todo cuanto hay que saber acerca del futuro Reino de Dios, o tener una fe capaz de mover montañas, pero si no tenemos el amor de Dios, no seremos merecedores de ser llamados hijos de Dios. Este amor incluye al prójimo en general, no solamente a nuestros cercanos. Es esencial que llevemos una vida en la que esté incorporada la Palabra de Dios. Trompetas, Expiación, Tabernáculos y el Último Gran Día tienen que ver con el futuro de toda la humanidad… y nosotros tenemos parte en preparar ese futuro, impactando positivamente a tantas personas como entremos en contacto.
El maravilloso plan de salvación de Dios incluye a toda la humanidad. Las primicias con las que Dios está trabajando ahora no son los únicos seres que Dios quiere que formen parte de su familia. Desde Adán y Eva y hasta el último ser humano que nazca durante el Milenio, Dios le tiene preparada una oportunidad especial para llegar a ser parte de la familia de Dios. Esta maravillosa verdad la vemos revelada en la tercera temporada de las fiestas santas de Dios.
La cúspide del amor de Dios es que debemos amar aún a nuestros enemigos. Si usted realmente ama a su enemigo, entonces ayudará a todos y estará cumpliendo con el ejemplo de Cristo.
El cristianismo es un estilo de vida que está presente cuando nos arrodillamos para orar, cuando pedimos a Dios que nos mantenga alertas, despiertos y vigilantes para ser bondadosos y dar un buen testimonio a todos. La humanidad entera tiene el potencial de vivir eternamente en la familia de Dios. Algún día los veremos a todos, o a la gran mayoría, viviendo juntos en armonía en el Reino de Dios. “Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos” (Romanos 11:32).
Es en el amor a todos los seres humanos en donde casi todos fallamos con frecuencia. Sin embargo, Dios sigue respaldándonos si nos arrepentimos y cambiamos. Así que, cuando realicemos buenas obras en favor de cualquiera, hagámoslas teniendo en mente que podríamos estar dejando una huella imborrable en un futuro hijo de Dios.
De eso se trata el verdadero camino de Dios. ¡Feliz tercera temporada de fiestas santas! CA