El adversario sabe que el hombre tiene el potencial de ser superior a lo que son hoy día los seres angelicales, inclusive superior a él mismo. El objetivo del adversario es destruir al hombre y de esa manera eliminar ese potencial de ser parte de la familia de Dios.
Dentro de ese contexto podemos entender un poco mejor la condición actual del hombre. Es impresionante darnos cuenta de lo enferma que se encuentra la humanidad. Los sentimientos de tristeza brotan al ver tanta delincuencia, drogadicción, prostitución, pedofilia y tantos otros males que tienen a nuestra sociedad a punto de colapsar como consecuencia de altas dosis de adicción a los diferentes males.
El doctor Joseph María Fericgla (Antropólogo y terapeuta catalán, autor de varios libros relacionados a la adicción), postula que la adicción como tal no existe, más bien lo que existe es una dependencia física a los diferentes tipos de males que hay en nuestra sociedad provocadas por un vacío interior. Esta dependencia se puede suplir, dice el señor Fericgla, descubriendo el vacío y la razón que provoca ese espacio y la persona procura llenar con la adicción.
El señor Fericgla llegó a concluir que lo que provoca la dependencia no importando cual sea (al sexo, a las máquinas de echar monedas, hacia alguna sustancia psicoactiva, al trabajo, hacia una secta o hacia cualquier cosa que lo ate como un vicio), es el resultado de un comportamiento compulsivo.
El comportamiento compulsivo, lo define el doctor Fericgla, como aquellas conductas que obligan a la persona a reaccionar de una determinada manera, incluso dándose cuenta que va en contra de sus propios intereses, que la hieren o dañan, pero no puede evitar hacerlas.
Esta conclusión me recuerda lo que Dios ya había definido hace muchos años atrás por medio del apóstol Pablo: “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago… Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. (vers. 19) Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.” (Romanos 7:15-19).
El doctor Fericgla confirma que el problema de las adicciones radica en el corazón de los seres humanos, si bien el entorno influye en estas conductas, están más causadas por un problema espiritual que físico. En una entrevista que dio a una organización dedicada a difundir información en forma seria y responsable acerca de las adicciones, el doctor Joseph María Fericgla comenta: “Entonces todo comportamiento compulsivo lo que hace es estar llenando algún vacío interior de la persona, bien sea emocional o existencial, depende. Entonces, la adicción lo que hace es llenar el espacio de este vacío interior y lo que hay que hacer no es cortar con la adicción; por eso las terapias conductistas no funcionan, o funcionan en un 3 por ciento de los casos, que es como decir que no funcionan. Lo importante es descubrir qué es el vacío de cada persona, de dónde surgió el problema”. (Fuente: Entrevista al doctor Fericgla http://www.mind-surf.net/drogas/adicciones.htm).
Todos nosotros tenemos muchas carencias y vacíos que eventualmente podemos llenar con adicciones: La mentira, la falta de compromiso, la impuntualidad, el desprecio por otros, etc. En realidad cualquier conducta que se haga un “vicio” es motivada por una carencia espiritual. Por ejemplo: Alguien que miente reiteradamente para justificarse por alguna mala acción, muestra que en ella hay una carencia en su autoestima al querer aparentar que la culpa no es de ella y hace responsable a otros y no asume su error. Si esto se vuelve una costumbre se corre el riesgo de estar desarrollando una adicción a la mentira.
¿Qué podemos hacer?
Para poder luchar contra nuestras adicciones debemos seguir tres principios básicos descritos en la Biblia:
Reconocer que todos tenemos adicciones. Si estamos pensando en hacer correcciones en nuestras vidas, debemos reconocer que la mayoría de nuestras faltas se debe a una tendencia al mal. Es decir, nuestras conductas normales siempre tenderán a ir en contra de las leyes inmutables y perfectas de Dios (Génesis 6:5; Romanos 7:15-19).
Pedirle a Dios que nos ayude a encontrar nuestras carencias espirituales que están motivando comportamientos compulsivos. Como las adicciones surgen de una falencia en nuestras mentes, debemos buscar en nuestro interior la causa que está provocando nuestras adicciones. Nuestro Creador es quien puede ver nuestros corazones (1 Samuel 16:7). El profeta Jeremías inspirado por el Dios Todopoderoso nos dice lo siguiente: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? (vers. 10) Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17:9-10). Debemos necesariamente buscar la ayuda de Dios para que nos revele lo que está en nuestros corazones y de esta manera llegar a la causa que motiva nuestra adicción.
Hacer los cambios necesarios llenando los espacios vacíos con algo positivo. Dios en su Palabra nos dice que no sólo debemos dejar de pecar, sino que además debemos volcar nuestras conductas hacia algo positivo. Es decir, si alguien tiene la adicción a robar, no sólo debe dejar de hacerlo, sino que debe trabajar para poder tener que compartir con otros que tienen necesidad. Si alguien es adicto a la mentira no sólo debe dejar de mentir, además debe necesariamente hablar la verdad (Efesios 4:22-32).
Conclusión
Muchos años atrás leí en un artículo que decía que nuestros malos hábitos era más fácil poder vencerlos en su origen. El autor de ese artículo lo comparaba con saltar un río caudaloso, contaminado y profundo. Río abajo el caudal lleva mucha agua y arrastra todo lo que encuentra a su paso, inclusive en su curso las aguas se contaminan. Sin embargo, en su inicio el río tiene un pequeño caudal, limpio, sin mucha fuerza, al que se puede inclusive cambiar el curso y desviarlo hacia otro rumbo.
A través del tiempo nuestras conductas, buenas o malas, se van fortaleciendo con las experiencias y forman un gran caudal.
Para poder romper con nuestras adicciones, debemos necesariamente reconocer que nuestra naturaleza humana tiene la tendencia al mal. En segundo lugar debemos pedirle a Dios que nos muestre nuestras debilidades espirituales y por último debemos tener la fuerza de carácter para cambiar nuestras conductas negativas por aquellas positivas que se describen en la Palabra de Dios.