Hay una escritura que me llama mucho la atención. Está es Lucas 2:40-52, y habla sobre la estancia de Jesús en Jerusalén durante tres días después de que ya había terminado la fiesta de la pascua (que en este caso incluye también la Fiesta de los Panes sin Levadura), cuando ya su familia se encontraba de regreso a Nazaret, la que tuvo que devolverse a buscarlo. Todo esto coincide justamente con el comienzo de la etapa de la adolescencia en la vida Jesús, es decir, a sus 12 años. Es por ello que este acontecimiento es muy curioso e interesante para nosotros los jóvenes.
En primera instancia cuando Jesús decide quedarse en Jerusalén, se puede ver que algo pasó en su mente y que probablemente tiene que ver justamente con esa fiesta… negarse al pecado y a la tentación. A consecuencia de un cambio en su madurez mental, quizás Jesús tomó esa decisión de quedarse en Jerusalén y eso cambió su vida de ahí en adelante. Aquí nacen varias preguntas: ¿qué pasó en aquellas Fiestas Santas a diferencia de los otros años? ¿De qué se dio cuenta Jesús en esos dias de fiesta? ¿Qué pasó por su mente?
Probablemente esto se ve respondido en el versículo 49: “Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? Aquí Jesús se dio cuenta de una necesidad, la necesidad de saber más de Dios, de obedecerle y de estar más cerca de Él. Seguramente vio que a su corta edad —12 años— comienzan a llegar las tentaciones, las presiones del mundo, etcétera. Para resolver los problemas existenciales, Cristo se dio cuenta que tenía que buscar una dependencia de Dios y por consiguiente tenía que envolverse en los negocios del Padre.
En alguna medida todos sabemos que tenemos esta incapacidad para resistir al mundo desde los 12 años. Por alguna razón a esta edad empiezan los campamentos de los jóvenes. Pero, ¿somos realmente conscientes de ello los jóvenes? ¿Vemos esta necesidad que Jesús pudo ver a su corta edad? ¿Le damos la importancia que Él le dio a los negocios de su Padre? Resulta impresionante ver la mentalidad que tuvo Jesús, a tan corta edad, y debió haber sido mucho más impresionante para sus propios padres, que no pudieron entender la profundidad tan tremenda de estas palabras.
Esta necesidad profunda de Dios la tenemos todos, pero depende de cada uno verlo. Debemos buscar una dependencia de Dios real, consciente y asumida, que viene acompañada con un sentimiento de inseguridad e incapacidad, sentimiento que Jesús pudo percibir en esa Fiesta. Y esto implica simplemente una aceptación a no poder seguir solos por la vida, y luego a buscar genuinamente la ayuda de Dios.
Esta última parte suele ser la más difícil, dado que nuestra mente joven quiere vivir y disfrutar en el mundo. Es por ello que este sentimiento de incapacidad debe ser avivado por Dios, pero nosotros necesitamos pedírselo, a través de una oración constante y diaria.
Cada día que no le oramos a Dios será un día en el que despreciamos su esencial ayuda, y quedamos expuestos a cualquier error y pecado.
Esta necesidad de depender de Dios que Cristo sintió a los 12 años no solo constituye un simple reconocimiento de su ayuda, sino también incluye un deseo de aprender más, conocer más acerca de Él, lo cual también Jesús muestra en el versículo 46: “Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles”.
Si nos fijamos, Cristo no estaba enseñándoles a los doctores de ley, sino más bien estaba oyéndoles y preguntándoles. Él estaba aprendiendo.
Pidámosle a Dios el conocimiento que debe ir acompañado de un estudio diario y constante. Pero también debemos preguntar a los maestros: a nuestros padres o a los ministros, para de esta manera crecer en sabiduría como también lo hizo Jesús.
En conclusión, todos tenemos el deseo, en mayor o menor medida, de cambiar y mejorar, pero muchas veces carecemos de constancia y voluntad, al no ser conscientes de nuestra necesidad de estar cerca de Dios en continua oración y estudio. Pero ya terminadas estas fiestas que acabamos de pasar, en las cuales tuvimos la oportunidad de reflexionar (y que aun tenemos), hagamos el cambio de mentalidad que tuvo Jesús: nosotros no somos capaces por nosotros mismos de llevar a cabo estos cambios, necesitamos estar junto a Dios, necesitamos estar en los negocios de nuestro Padre en los cielos. No perdamos el tiempo, Jesús se dio cuenta de esto apenas comenzó su adolescencia a los 12 años de edad.
Busquemos a Dios porque es lo que más necesitamos para poder crecer en sabiduría y en gracia para con Dios y los hombres, siguiendo el ejemplo de Jesús.