¿Cuántas veces nos hemos sentido solos y rechazados por los demás? ¿Cuántas veces hemos fracasado en nuestros sueños, deseos o metas? ¿Cuántas veces ha sucedido algo desastroso, triste o desalentador en nuestras vidas, algo totalmente fuera de nuestro control, como la pérdida de un ser querido? Estoy seguro que todos nosotros podemos recordar algún pasaje de nuestras vidas en que esto ha ocurrido.
Cuando los problemas son muy grandes o duran mucho tiempo empezamos a sufrir y cuando esto sucede tenemos dos caminos posibles: uno es más fácil y otro es más difícil. Paradójicamente el camino más fácil nos quita toda esperanza de aliviar el sufrimiento y el camino más difícil nos da una salida verdadera.
El primer camino, el más fácil y aparentemente el más natural, se nos da de manera espontánea y sin ningún esfuerzo, por lo tanto, es el que normalmente seguimos la mayoría de nosotros. Este camino fácil es el de deprimirnos mucho ante el sufrimiento prolongado.
Cuando caemos en la depresión, nuestra mente deja de pensar racionalmente, se llena de pensamientos negativos y caemos en un pozo del que cada vez que queremos salir solamente nos hundimos más. La depresión es como si hubiera alguien que nos está recordando constantemente nuestro problema y se asegura de que la más mínima intención de escapar del pozo desaparezca rápidamente, generando nuevos pensamientos que solo contribuyen a tirarnos a lo más hondo del pozo. Ese algo o alguien que nos tira a lo más profundo del pozo es real y se llama Satanás, “el dios de este mundo” (2 Corintios 4:4).
Creámoslo o no, Satanás el diablo siempre está intentado infundirnos pensamientos negativos para que no salgamos del pozo. Nos hace creer que estamos en un estado del que no podemos salir y no nos deja ver más allá de nuestros problemas. Él ha ocultado el verdadero propósito de nuestras vidas y nos hace ir tras cosas vanas, haciéndonos pensar que la única manera de ser felices es obteniendo cosas materiales.
Satanás nos hace creer que debemos vivir solamente para trabajar y así poder comprar lo que queremos. El problema es que este tipo de metas materiales no tienen fin, ya que siempre se busca tener más y más por lo que nos sentiremos insatisfechos y así estaremos apartándonos de la felicidad deseada. Vivir de esta manera, sin esperanzas ni propósito, nos llevará a caer en depresión aún más y después no podremos salir de ella, ya que no hay nada de real valor que nos motive a luchar. Si es que logramos escapar de este pozo, pero no cambiamos las metas, inevitablemente los problemas y el sufrimiento volverán. Mientras no descubramos el verdadero propósito del sufrimiento, nuestra vida estará siempre llena de tristeza y de dolor. Como diría Sigmund Freud, padre del psicoanálisis: “yo curo las miserias de los neuróticos para llevarlos a la miseria normal de la vida”.
Afortunadamente existe un segundo camino, una vía alternativa a la depresión, vía desconocida por muchos, ya que no es tan natural y para encontrarla debemos esforzarnos y luchar. Esta ruta alternativa al sufrimiento es la que nos proporciona Dios mismo, dándole un propósito a nuestra vida y junto con esto, un propósito al sufrimiento.
Como escribió el apóstol Pablo en 2 Corintios 12: 9-10: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Al entender el plan de Dios podemos llegar a sentir gozo y fortaleza en nuestras debilidades como sentía Pablo. Esto sólo se puede lograr al entender que existe algo más allá de lo que ven con nuestros ojos, algo por lo que vale la pena luchar y que trasciende lo material.
Dios nos promete un increíble galardón, algo mucho más grande que las metas materiales que Satanás quiere que busquemos y que nos nubla el poder ver este maravilloso camino alternativo. Dios nos promete la vida eterna y formar parte de su reino, trabajando como reyes y sacerdotes. Sin embargo, como se mencionó anteriormente, este segundo camino no es el más fácil y para entender este increíble plan se requiere esfuerzo y dedicación. Esta es la única manera para que Dios nos saque el velo, dejemos de ser cortos de vista y podamos ver el propósito de nuestras vidas.
Una vez que somos obedientes a las leyes de Dios y Él nos da el entendimiento de su plan, entonces podemos ver también el verdadero propósito del sufrimiento: El sufrimiento es la vía más rápida para formar el carácter de Dios. Cuando logramos entender esto, podemos ver que si queremos alcanzar la vida eterna, el sufrimiento no tan sólo es algo inevitable, sino que es algo necesario. Es algo por lo que tenemos que pasar para hacernos más fuertes, más humildes y más mansos, como dice en 2 Timoteo 2:3: “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.”
Cuando Dios nos abre los ojos y nos muestra este segundo camino, ya no hay razón para deprimirnos por largo tiempo, ya que Él nos muestra que de todo lo malo que nos pudiera acontecer podemos siempre sacar algo bueno, que todo sufrimiento tiene un propósito (Romanos 8:28). No habrá ningún problema que no podamos superar (1 Corintios 10:13). Si sufrimos aun haciendo las cosas bien no debemos bajar los brazos, antes bien debemos luchar con más fuerza en pos del galardón (1 Pedro 2:20).
Es cierto que este segundo camino requiere de muchísimo esfuerzo y perseverancia, pero al mismo tiempo nos muestra algo por lo que vale la pena luchar, le da un propósito a nuestra vida y nos anima a no quedarnos varados en el pozo de la depresión. Al tomar este segundo camino el sufrimiento deja de ser algo destructivo y pasa a ser algo constructivo, una herramienta más para alcanzar la meta más importante, el Reino de Dios.