Queridos hermanos:
Acabo de regresar del fin de semana familiar de invierno en Louisville, Kentucky, y realmente hizo mucho frío. Doug Horchak y yo viajamos juntos desde Dallas, y la temperatura en el exterior era -18 grados cuando llegamos al aeropuerto de Louisville el viernes por la tarde el 23 de diciembre. Éste es uno de los fines de semana de invierno más fríos de los que yo me acuerde, pero también ha sido uno de los mejores. Nathan y Amanda Willoughby, el pastor local y su esposa junto con los miembros de la congregación de Louisville, hicieron un trabajo increíble para organizar las actividades y cuidar de las necesidades que todos tenían. Aunque algunos tuvieron que cancelar en el último momento debido al clima inclemente y terribles condiciones para manejar, todavía tuvimos casi 900 hermanos que asistieron el sábado y se conectaron 3000 personas vía internet.
Estoy realmente feliz de poder ver que ya estamos saliendo de la pandemia del COVID-19 y estamos ya experimentando cierto grado de normalidad. Si bien el virus todavía no se ha ido completamente, en la mayoría de las áreas de la nación su impacto actual es mucho menor que el que tenía hace un año. Aquí en Texas por ejemplo en noviembre hubo más personas hospitalizadas por la gripe que por el COVID. Unos pocos en la oficina han experimentado el efecto de la gripe de este año, que ha sido descrito como brutal pero nunca nada parecido a los primeros días de la pandemia del COVID.
Estoy muy contento de poder decirles que no conocemos de ningún caso ni de COVID ni de gripe que haya surgido como resultado o como consecuencia del fin de semana familiar de invierno. Esto no significa que no hubiera ninguno, sino que no me han informado de ninguno hasta el momento. Estoy seguro que durante muchos años dimos por sentado esta clase de noticias y ahora eso es cosa del pasado. Todos hemos aprendido a ser muy cuidadosos y a tomar precauciones razonables con el fin de impedir que se siga propagando el virus. Sabemos que hubo unos casos muy difíciles, otros fueron fáciles, pero en algunos casos, el virus del COVID-19 fue letal y causó la muerte en varias personas alrededor del mundo. Nosotros en la Iglesia no somos inmunes. Me he sentido muy triste al escuchar en los últimos dos años acerca de las experiencias de los hermanos que han tenido que sufrir con el virus y cómo algunos han muerto. Si bien las muertes han sido pocas, son sin embargo igualmente trágicas. Continuamos orando por las familias que han experimentado la muerte de sus seres queridos, bien sea por el virus o algo diferente. La vida es preciosa y cuando un miembro pierde un ser amado, todos sufrimos, (1 Corintios 12:26).
Yo creo que la mayoría de nosotros estamos familiarizados probablemente con la canción “El ciclo de la vida” del musical el Rey León. La canción tiene que ver con el inevitable camino que todos recorremos desde el nacimiento a la muerte y lo compara con un ciclo. Las frases de la canción son muy conmovedoras y hacen énfasis en lo corta que es la vida, y cómo se asemeja con un ciclo en cuanto a que el final y el principio tienen el mismo punto de partida. Si bien aceptamos lo corta que es nuestra vida física, también sabemos la verdad acerca de nuestro futuro final —vivir eternamente en la familia de Dios.
La historia de la vida tal como está descrita en las Escrituras está llena de muchas emociones —entre el desánimo y la esperanza— así como vemos la necesidad de la fe y el amor a lo largo de este camino. El sermón que di el sábado en Louisville tuvo que ver con la fe —caminar por fe y no por vista. Decidí enfocarme en ciertas historias, mis historias personales y de otros a los cuales he conocido en mis casi 50 años en el ministerio. Para mí la mejor forma de entender la fe es a nivel personal y por medio de relatos personales.
Los últimos dos años han sido muy estresantes en todo el mundo. Tuvimos que suspender momentáneamente los planes que teníamos para el Programa de Liderazgo Internacional en estos dos años. No pudimos seguir viajando a nivel internacional. En 2022 empezamos nuevamente el programa con conferencias en Chile, México, Barbados y las Filipinas. Descubrimos que las historias eran las mismas en todas estas regiones. Los efectos de la pandemia se sintieron en cada región, en algunas más que en otras, pero ciertamente en todas partes donde hemos viajado. Y por supuesto el virus no es la única prueba que los hermanos han tenido que enfrentar en los últimos dos años.
El apóstol Pablo le dijo a Timoteo que en los últimos días vendrían tiempos peligrosos (2 Timoteo 3:1). Después de hacer esta afirmación, Pablo procede a dar las razones para estos tiempos de estrés. La primera que aparece es: “los hombres serán amadores de sí mismos” (v. 2). Ésta es ciertamente la raíz de la causa de tantos problemas que están afectando al mundo en la actualidad. A medida que nos acercamos más al fin de esta era, el aumento del egoísmo, el amor por uno mismo es muy evidente.
La felicidad real y el cumplimiento de todo el potencial en la vida provienen de servir a otros, orar por otros, hacerles bien a otros, especialmente a aquellos que están experimentando una tragedia en su vida. Creo que todos entendemos esto y hemos visto cómo funciona a lo largo de los años. Cuando nos sentimos desanimados por una situación que estamos atravesando, pero aun así tomamos la decisión de pasarlo por alto y ayudar a alguien más, nos damos cuenta enseguida de la gran diferencia. Si bien nuestros problemas no van a desaparecer, los podemos ver desde una perspectiva diferente.
A medida que comenzamos un nuevo año calendario quisiera animarlos a todos a que avancemos y ayudemos a nuestros hermanos y hermanas que están pasando por pruebas difíciles, la pérdida de algún ser querido o cualquier otra tragedia. Es fácil pasar por alto a las personas. Algunas de las estadísticas más espeluznantes que he leído últimamente tienen que ver con la depresión y el suicidio. Los últimos dos años han desencadenado mucho más que una pandemia; como punto secundario, parte del daño colateral con el que no contábamos, fue causado por el temor y el aislamiento. Actualmente los suicidios se han elevado y todavía están en una tasa anual de más de 800 mil en todo el mundo. Desde el punto de vista de las estadísticas, una persona se suicida cada 40 segundos en alguna parte del mundo. Si bien hay muchas razones por las cuales una persona puede decidir ponerle fin a su vida, generalmente esto es causado por la tristeza y la depresión, o por la soledad y la depresión, e incrementado por el aislamiento.
Con un mundo en caos, ver a los hermanos ayudando a otros hermanos es algo maravilloso y nos anima y conforta nuestro corazón. Me alegra mucho haberlos podido ver en el fin de semana de invierno y ver el cuidado que tienen de los miembros. El compañerismo que podemos tener durante las actividades como el fin de semana familiar de invierno, en los campamentos de jóvenes, en la fiesta de Tabernáculos y en otras reuniones de muchas personas, es realmente muy animador; comprobar que podemos dar el ánimo que tanto necesitamos durante estos tiempos tan estresantes.
Los quiero animar a cada uno de nosotros a que continuemos esforzándonos, y nos aseguremos de que no quede nadie en la congregación local que dejemos de lado, sino que todos y cada uno reciban el amor y la atención que necesitan en estos tiempos de dificultad (Gálatas 5:13).
La vida es como un ciclo y se termina muy rápido. Servir y animar a otros son una de las cosas más animadoras y llenas de satisfacciones que podemos hacer con el don de la vida que Dios nos ha dado a nosotros.
Cordialmente, su hermano en Cristo,