Queridos hermanos:
Cada año, al prepararme para la Pascua y los días de Panes Sin Levadura, examino mi vida, tanto espiritual como físicamente, tal como se nos pide en las Escrituras (1 Corintios 11:28). Estoy seguro de que ustedes hacen lo mismo. Como parte de este proceso, trato de recordar cómo era mi vida cuando comencé este viaje siendo estudiante de primer año en la Institución Ambassador muchos años atrás y los cambios que he hecho desde aquella época.
No creo que fuera muy diferente de otros estudiantes de 19 años durante esos años. Disfrutaba mis clases y tenía un trabajo que disfrutaba mucho, en las instalaciones de la institución. Podía manejar tractores, montaba a caballo, arreaba ganado y disfrutaba estar al aire libre. Era un tiempo despreocupado de muchas formas, pero prepararme para el bautismo hizo que empezara a pensar un poco distinto. Me pusieron en la posición de tener que tomar una decisión acerca de mis creencias, mi conducta y mis relaciones.
Cada Pascua debo enfrentar las preguntas acerca de quién soy yo, qué creo, y cuál es mi relación con otros. Por supuesto, no es sólo en Pascua que analizo estos temas, ya que nunca están demasiado lejos de mis pensamientos. Mis creencias han estado firmemente ancladas a mi carácter, que define quién soy yo. Es la tercera área, relativa a las relaciones, que con frecuencia me despierta por la noche. Las relaciones son importantes para todos nosotros, y sin embargo muy fácilmente las podemos dar por sentado. Las personas vienen y van de nuestra vida y cómo nos relacionemos con ellas dice mucho acerca de lo que somos.
El meollo de mi carta este mes es simplemente agradecerles a todos ustedes por el amor, la amistad y el respaldo que le han dado a la Iglesia y a todos los que hemos trabajado en la Iglesia en la última década.
Les he contado varias veces la historia de lo que me ocurrió en un restaurante en Antigua, Guatemala, el año pasado; recibí una llamada de mi yerno en el Salvador. Él nos advirtió que debíamos tomar el próximo avión para regresar a casa, porque tal vez no podríamos salir de Centroamérica por un tiempo. Hicimos caso de su consejo y nos devolvimos el viernes 13 de marzo, tuvimos la bendición de encontrar asientos en uno de los últimos vuelos de Guatemala a Estados Unidos en los siguientes tres meses. La razón de todo esto era un virus misterioso que nadie parecía entender, pero que se estaba propagando rápidamente alrededor del mundo. En ese tiempo fue llamado el coronavirus, pero más tarde aprendimos su nombre oficial, COVID-19.
Esto ocurrió en marzo de 2020. En las siguientes 14 semanas no pudimos tener servicios en persona en los Estados Unidos. En otras áreas del mundo, los confinamientos llegaron unas pocas semanas más tarde, y en muchas áreas, o bien toda la nación o toda la ciudad, continúan hasta este día con esos confinamientos. Esto ha durado más de un año, y si bien hay buenas noticias en ciertos países, es obvio que no se ha terminado la experiencia con este virus.
En medio de todo esto, he sido inspirado y animado por todos ustedes. Si bien algunos requisitos no son placenteros, como por ejemplo las máscaras, no poder darnos abrazos, ni un apretón de manos, no acercarse demasiado cuando habla con alguien —nuestra asistencia los sábados continúa aumentando. Tuvimos una asistencia excelente a la fiesta de Tabernáculos del año pasado, y hemos tenido un “récord de asistencia en la era de la pandemia”, en el primer día de Panes Sin Levadura de este año.
Su fidelidad a Dios y su respaldo a esta obra ha sido algo muy inspirador. Nuestros ingresos aumentaron consistentemente en el último año, lo que hizo posible que refinanciáramos el préstamo que hicimos para la oficina de la Iglesia. En nuestro préstamo anterior, estábamos pagando 5,1 % de interés, pero en el que acabamos de hacer el interés es de 2,94 %, lo que le ahorra a la Iglesia miles de dólares anualmente. Con el nuevo préstamo, tenemos planeado pagar la totalidad de la deuda en los próximos seis años. Actualmente podríamos pagar totalmente el edificio, sin tener un gran impacto en nuestras operaciones diarias, pero hemos decidido esperar un poco y mantener nuestras reservas. ¡Qué bendición!
Y hay más. Unos años atrás, cuando nuestra congregación del oriente de Texas tuvo la oportunidad de comprar un edificio que había sido remodelado para nuestras necesidades, los animamos a que hicieran el negocio. En ese tiempo, hicimos un préstamo con la garantía de la propiedad, en un banco de la región, y estoy feliz de anunciarles que el mes pasado (marzo) terminamos de pagar la deuda. Recibimos la noticia justo antes de la Pascua.
Le doy gracias a Dios por todas estas bendiciones, pero en mi propio autoanálisis antes de la Pascua, decidí que iba a apreciar más a los otros en cuanto a la parte que tienen en mi vida. También quiero estar seguro de agradecer a todos nuestros empleados, incluyendo a los pastores y ministros que nos han servido a todos a pesar de las difíciles circunstancias por las que hemos tenido que pasar. Ellos han continuado sirviendo, a pesar de que visitar a los miembros, dar sermones en vivo ante una audiencia y reunirse con grupos de personas, no fue posible en muchos momentos. El contacto personal es muy importante y estoy seguro de que a todos nos hace mucha falta. Pero los tiempos están cambiando y anhelo que llegue pronto el momento en que las cosas vuelvan a la normalidad en nuestras congregaciones. No pasará todo de una vez, y no pasará en todas partes al mismo tiempo, ya que algunos países todavía están en confinamiento. Aún en los Estados Unidos no va a pasar al mismo ritmo en todas las congregaciones, pero creo que va a pasar en pocas semanas.
En todo esto he encontrado muy significativo lo que Pablo les escribió a los miembros en Roma. “A todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Primeramente, doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo. Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones, rogando que de alguna manera tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros” (Romanos 1:7-10).
El contacto personal es una parte importante de la obra de la Iglesia. En la mayor parte del año pasado, no hemos podido viajar y visitar a los miembros en varias partes del mundo. Oro diariamente para que llegue el momento en que podamos volver a viajar y visitar a los miembros, tanto en los Estados Unidos como en otras naciones. Visitar a los miembros en las naciones en que viven, es uno de las mayores alegrías en mi ministerio.
Gracias por su fidelidad, por su amor, por su generosidad, y por encima de todo, por responder al llamamiento que Dios nos ha hecho a cada uno de nosotros, y que aunque no lo merezcamos, hayamos sido “llamados a ser santos”. Es un privilegio estar en este viaje con todos ustedes.
Cordialmente, su hermano en Cristo,