Queridos hermanos:
En tres meses estaremos celebrando la Fiesta de Tabernáculos en más de 40 lugares alrededor del mundo. Este año, la fecha cae un poco más tarde en el año, pero la expectativa ya está creciendo. La mayoría de los miembros ya ha elegido el lugar de la Fiesta y ha hecho los arreglos para el alojamiento. Para la Fiesta de Cabañas de este año, se han registrado más de 5000 miembros en los Estados Unidos, lo cual es nuestra mayor asistencia en los últimos tres años. Cada año, tenemos la meta de elegir sitios para la Fiesta que estén estratégicamente localizados para servir a los miembros; y oramos y le pedimos a Dios que esté involucrado en este proceso. Cuando hacen su registro para la Fiesta esto nos ayuda enormemente en nuestra planeación año tras año.
En el antiguo Israel durante el período del segundo templo (515 a.C hasta el año 70 d.C.), era fácil saber adónde iban a ir todos a la Fiesta —la ciudad de Jerusalén era el único lugar. Aunque Israel era una nación pequeña, implicaba un largo viaje y una gran planeación para todos aquellos que vivían en Galilea, lejos al norte (Deuteronomio 14:24-26).
Lucas 2 nos narra una historia interesante de José y María y el joven Jesús, cuando viajaron desde su hogar en Nazaret a Jerusalén para celebrar la Pascua con un grupo de personas que incluía “parientes y conocidos” (Lucas 2:44). En esta ocasión, el joven Jesús de 12 años se quedó rezagado y sus parientes viajaron todo un día antes de darse cuenta que él no estaba cerca. Tuvieron que viajar otro día de regreso y luego, después de tres días de búsqueda, finalmente lo encontraron en el templo. Debió haber sido aterrador para ellos estar separados del joven Jesús durante cinco días. La historia nos da una perspectiva interesante de lo que era la vida judía en el primer siglo. Ilustra el tamaño de las multitudes y el trabajo y planeación que se requería de los participantes para poder asistir a la Fiesta y luego regresar a casa en “compañía” de muchas personas, incluyendo a los parientes y los conocidos.
A lo largo de los años he tenido la oportunidad de servir en varios lugares de la Fiesta como coordinador —Cape Cod, Massachusetts; Saratoga Springs, Nueva York y Corpus Christi, Texas. Cape Cod fue mi primera experiencia como coordinador, y cuando fue elegido como lugar de Fiesta, todos los involucrados estaban convencidos de que Dios había abierto una puerta para que pudiéramos utilizarlo como tal. Pero esto no significaba que no tuviéramos algunos desafíos.
Nuestro primer año en Cape Cod tuvimos 4.500 personas y en el tercer año llegamos a tener más de 6.000. Luego, sin ninguna advertencia, en enero de 1984, el coliseo en el que nos reuníamos fue vendido a un grupo privado que planeaba convertirlo en una bodega. No existía nada en Cape Cod que tuviera la capacidad de acomodar a 6.000 personas, entonces nos vimos obligados a encontrar un nuevo sitio unos pocos meses antes de la Fiesta de Tabernáculos.
Aprendí una lección muy importante ese año. Cuando estamos buscando lugares para celebrar la Fiesta, siempre buscamos un sitio conveniente y creemos que Dios está dirigiendo nuestros esfuerzos, pero esto no significa que tenga que ser fácil. No existe un aviso de neón intermitente que diga: “Dios ha escogido este lugar”. Y algunas veces lo que parece ser una respuesta obvia de Dios puede convertirse en una prueba, bien sea por una decisión personal en su vida o una hecha por la Iglesia como organización.
Al revisar la historia de la Iglesia nos damos cuenta que las pruebas no son necesariamente una forma de castigo de Dios y que no son una prueba de que Dios no está agradado de nosotros. Las pruebas pueden venir para probarnos o plantearnos un reto o desafío (Santiago 1:2; 2 Timoteo 3:12). Tenemos mucho que agradecer, pero no podemos dormirnos en los laureles y esperar que todo vaya a suceder exactamente como queremos en todo momento. Debemos buscar la voluntad de Dios y aceptar su respuesta, aunque ésta no sea la que queramos oír.
La vida nos traerá desafíos de vez en cuando, a nivel personal y a la organización. Nuestra responsabilidad como cristianos es acercarnos a Dios (Salmo 73:28) y buscar su voluntad en todo lo que hacemos (Salmo 69:32). Oramos y ayunamos, pidiéndole a Dios que se involucre en todas nuestras decisiones. En 1984 tuvimos que enfrentarnos a un verdadero reto cuando nos informaron que el lugar en el que nos reuníamos en Cape Cod no estaría disponible para la Fiesta de Tabernáculos ese año aunque teníamos un contrato. Una puerta se cerró y tuvimos que apurarnos para encontrar otro sitio. Al final encontramos un nuevo sitio en el estado de Nueva York y tuvimos una temporada de más de 10 años de Fiestas allí. No esperábamos perder un sitio para la Fiesta a mediados del año, pero pasó, y con esa experiencia aprendimos una valiosa lección. No creo que esto se debiera a que a Dios no le gustaba Cape Cod; sino que ante una puerta cerrada inesperadamente, Él abrió la puerta para otro lugar en Nueva York que se convirtió en un sitio muy popular para la Fiesta.
Sé que muchos hermanos están enfrentando pruebas y desafíos críticos y no algo rutinario como dónde nos vamos a reunir para la Fiesta este año. Las pruebas llegan para todos y vienen de diferentes direcciones. La prueba es si estamos dispuestos a confiar en Dios y a aceptar su respuesta aunque no sea la que queramos oír en ese momento. Con cada prueba, creemos que Dios nos abrirá una puerta y nos mostrará la salida (1 Corintios 10:13).
Las pruebas no son fáciles nunca, y deberíamos orar diariamente por nuestros hermanos que las están experimentando. Cuando en 1984 se cerró la puerta en Cape Cod como sitio para la Fiesta, se abrió una nueva en el estado de Nueva York. Deberíamos pedirle a Dios que intervenga de forma similar en el caso de los hermanos que están en medio de una prueba. Tal vez no siempre sea obvia la salida, pero debemos poner siempre nuestra confianza en Dios y saber que Él nunca nos va a abandonar.
Sinceramente, su hermano en Cristo
Jim Franks