Queridos hermanos:
¡Otra Fiesta de Tabernáculos ha llegado y se ha ido! Mi familia y yo hemos estado asistiendo a la Fiesta desde 1962, pero empezamos a observar las fiestas en los años 50. No puedo decirles adónde se han ido todos estos años. Parece que hubiera sido ayer que era un niño de 12 años, asistiendo a la noche de apertura de la Fiesta en una enorme tienda metálica justo unos pocos kilómetros al oriente del pequeño pueblo de Big Sandy, Texas.
Es fácil para uno en la Fiesta pasar a la próxima sin realmente detenerse a pensar: “¿qué aprendí este año?” Con los años, uno tiende a identificar la Fiesta con donde estuvimos y con quién estuvimos. De 1962 hasta 1971, estuve en Big Sandy. Desde 1972, he asistido en la Fiesta en muchos lugares diferentes en Estados Unidos y en varios lugares fuera de Estados Unidos. Mi familia y yo asistimos a nuestro primer sitio internacional en 1993, y fuimos a Francia. Desde entonces, hemos estado en Australia, Filipinas, Argentina, Guatemala, Italia, Jamaica, Santa Lucía, Bahamas y Barbados.
Pronto la Fiesta de 2018 será un tenue recuerdo. Pero antes de que eso suceda, quisiera animarlos a cada uno a responder la pregunta: “¿qué aprendí este año?”. Tal vez no haya sido una lección estremecedora y tal vez no pueda resumirlo todo en una sola lección. Personalmente, creo que los sermones que escuché este año han sido uno de los mejores en años recientes. Sharron y yo estuvimos en Barbados para la segunda mitad de la Fiesta y cómo allí hay pocos ministros, la mayoría de los hombres que hablaron no eran ministros ordenados. Me sentí muy agradado de escuchar sus mensajes y me sentí animado por el futuro de la Iglesia. Tenemos varios hombres (con sus esposas) muy dedicados y maduros que dieron un buen ejemplo durante esta Fiesta en su conducta y su habilidad para explicar el plan de salvación de Dios de una forma inspiradora.
Mi lección de este año fue un resumen de la Fiesta y su significado para el mundo actual. No fue una lección nueva, pero estuvo presente más de una vez en los mensajes. El concepto de que Dios es quien llama de este mundo y que Dios será el que un día enseñará al mundo entero acerca de su plan de salvación (Juan 6:44-45) fue enfatizado en este año de una forma de la que no tengo memoria en años recientes.
Si pensamos en esto, los primeros tres festivales —Pascua, Panes Sin Levadura y Pentecostés— explican el enfoque de Dios en esta época con los primeros frutos. Se nos dice que somos “primicias de sus criaturas” (Santiago 1:18). Somos aquellos que hemos recibido el privilegio de recibir el llamado de Dios en esta vida. Según las estimaciones más precisas, 100 mil millones de personas han vivido en esta tierra en los últimos 6.000 años. Sólo pensemos en ello —que en medio de 100 mil millones de personas sólo una pequeña porción ha sido el recipiente del llamado de Dios. Al compararnos, somos unos pocos granos de arena en una playa.
Cuando miramos todo con esta perspectiva, es realmente un privilegio muy especial el estar entre los primeros frutos. Pero con este privilegio también llega una gran responsabilidad. Espero sinceramente que usted considere un privilegio el haber sido llamado en este tiempo y tener la oportunidad de participar en los festivales anuales tal como aparecen en las Escrituras.
Los últimos cuatro festivales se enfocan en una parte diferente del plan de Dios —la salvación del mundo. La mayoría de las personas en la actualidad está confundida, creyendo que Dios está tratando de salvar al mundo AHORA. Si eso fuera cierto, entonces Él estaría haciendo una labor lamentable. Pero esto sencillamente no es verdad. La inmensa mayoría de la humanidad será salva después del regreso de Jesucristo (representada por la Fiesta de Trompetas), después de remover a Satanás (el Día de Expiación) y comenzar el reinado de Jesucristo en la Tierra por 1.000 años (Fiesta de Tabernáculos), y continuando luego en la época del juicio del Gran Trono Blanco (Octavo Día o Último Gran Día).
Al celebrar estos festivales cada año, se nos recuerda este concepto tan importante, y entendemos nuevamente lo que Dios está haciendo realmente en este mundo. Muchos misterios aparentemente insolubles son resueltos al observar y entender el significado de estos festivales. Después de más de 50 años de asistir a la Fiesta y casi 60 años de observar los festivales, me recordaron más el privilegio del llamamiento de Dios este año que en cualquier otro año del que tenga memoria. Pero esto me lleva a hacerme preguntas acerca de la responsabilidad que conlleva ese privilegio. Debo preguntarme: “¿de qué soy responsable?”.
La respuesta obvia es que soy responsable de mi mismo. Soy yo el que controla lo que pienso y lo que hago. ¿Estoy reflejando la naturaleza y la mente de Jesucristo? Si no es así, entonces es falta mía. Como miembro privilegiado del venidero Reino de Dios, yo tengo esta responsabilidad. No puedo acusar a otros o a las circunstancias cuando se trata de mi conducta y mis pensamientos. Estoy decidido a hacerlo mejor al próximo año, a invertir más tiempo en analizarme a mí mismo y menos tiempo en juzgar o acusar a otros.
También tengo responsabilidad hacia mi familia. Nuestras tres hijas han crecido y todas tienen esposos e hijos, pero todavía me siento responsable de darles un buen consejo cuando me lo piden y mostrarles cómo un esposo trata a su esposa y cómo un padre trata a sus hijos —con el respeto y el honor que todos merecen.
También tengo responsabilidad hacia las primicias, de tratarlas con la dignidad y el honor que merecen. La Biblia se refiere a las primicias como joyas que Dios está reuniendo (Malaquías 3:17). Si alguien le da una piedra preciosa, tal vez un diamante o un zafiro, usted la tratará con mucho cuidado como algo de gran valor. De forma similar, tenemos la responsabilidad de tratar a los demás de una manera justa, con amor y amabilidad. La respuesta a la pregunta de Caín en Génesis 4:9: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”. Le respuesta es un contundente “¡Sí!”. De hecho, sí somos el guarda de nuestro hermano.
Esto es lo que me llevé de la Fiesta este año. Espero que ustedes puedan relacionar esta lección con otras que tal vez hayan aprendido. Antes de que enfoquemos nuestra atención en planear para el próximo año, tomemos unos minutos para meditar en lo que aprendimos este año.
Cordialmente, su hermano en Cristo,