Queridos hermanos:
Estamos felices porque ya hemos traducido nuestro segundo folleto—¿Festivales paganos o fiestas de Dios? Dios tiene un plan para usted—y debe estar en nuestro sitio Web pronto. Estamos trabajando en otros folletos y antes de que nos demos cuenta, tendremos una librería bien provista para proclamar el evangelio. Espero que ustedes lo lean y se familiaricen con ellos a medida que los ponemos en la red—uno nunca sabe cuándo se lo puede recomendar a alguien que lo necesita.
Anoche, Dee y yo estábamos viendo un programa de TV, un concurso de canto, y la primera prueba consistía en que cada participante debía escoger y cantar “una canción que lo inspire”. Esto hizo que me hiciera preguntarme, no tanto acerca de canciones, sino del tema en sí—¿qué es lo que me inspira a mí? ¿Qué lo inspira a usted? La Fiesta de Pentecostés, que la estaremos celebrando en tan sólo un mes, también ha estado en mi mente; así que inspiración y Pentecostés están naturalmente conectadas y rápidamente me trajo a la memoria algo que he guardado y me ha inspirado durante muchos años.
No es muy frecuente que recordemos un mensaje que escuchamos hace cerca de 25 años, pero es difícil olvidar a un orador que habló con tal intensidad acerca de…¡un pepino! En ese día de Pentecostés, atrajo mi atención tan pronto comenzó a dar su sermoncillo, diciendo que él tenía algo muy especial para mostrarnos, que traía en una pequeña bolsa que había colocado en el atril: un pequeño pepino delgadito.
Él nos dijo que era un pepino muy especial, pero no nos dijo por qué. Seguramente no era por su apariencia, porque además de ser muy corto, en lugar de ser derecho tenía una extraña curvatura. Él reconoció algo de esto, y dijo que según los parámetros de los pepinos, era en cierta forma casero. ¡No sería el pepino más grande, el más recto, el más grueso, lindo o de mejor sabor! Y tampoco lo iba a llevar a una exposición porque ¡no quería que se rieran de él! Pero repetía que no había uno tan especial como éste.
Al hablar, por un momento hizo una pequeña digresión para explicar todo el trabajo que era necesario para producir verduras. La lista de todo lo que debe hacer un jardinero es inmensa: abonar el terreno, aporcar y preparar el suelo, regar el fertilizante, darle forma a las eras, planear el trazado, comenzar los semilleros, plantar las semillas, sembrar la guía para las plantas trepadoras, vigilar los insectos y por supuesto, regarlas continuamente y deshierbarlas. En otras palabras, la inversión de tiempo y energía es muy grande cuando uno quiere tener un jardín productivo y en verdad es una labor de amor.
Finalmente, volvió al tema del pepino. Él dijo que había estado caminando en su jardín por la mañana y había encontrado este pequeñito ejemplar. ¿Qué lo hacía tan especial? Es la primera cosa que he cosechado de todo mi trabajo. Para un jardinero, no hay nada tan satisfactorio como cosechar el primer fruto de su labor, y esto es verdaderamente lo primero que he cosechado en mi jardín este año. Sí, pronto habrá más pepinos, y serán más grandes y hermosos…pero no serán el primero. Por esto es que éste es algo tan especial para mí. ¡Su trabajo había dado fruto!
¡Ahora se dan cuenta adónde quiero llegar, ¿Verdad?! Luego, él lo relacionó con la fiesta de las primicias, nuestro llamamiento y cómo le agradaba a Dios ver cómo íbamos madurando espiritualmente y dando fruto de su Espíritu. De hecho, cuando Dios instruyó a Israel acerca de sus fiestas, Él describió lo que llamamos “Pentecostés” (de sus raíces griegas), como “la fiesta de la siega, los primeros frutos de tus labores, que hubieres sembrado en el campo” (Éxodo 23:16). Él quería que Israel relacionara el fruto que había dado su labor con el significado de esta fiesta. La cosecha física tiene un gran paralelo con lo que Dios está haciendo, de tal forma que aún hoy podemos tener en nuestras manos un pequeño pepino e identificarlo con la forma en que Dios nos ve. Dios está trabajando en nosotros; ¡Cuánto debe anhelar ver la cosecha de sus primicias espirituales!
Esta no era la única lección del sermoncillo. Algunas veces, el orador anotó, nosotros miramos a nuestro alrededor, a aquellos que Dios no ha llamado y nos preguntamos ¿Por qué yo? Como Pablo escribiera en 1 Corintios, nosotros no somos los sabios, los poderosos, los nobles—no somos los pepinos más grandes, derechos, sabrosos, lindos, del jardín de la humanidad. Pero no se trata de que nos comparemos con otros (2 Corintios 10:12). De lo que se trata todo esto es que Dios está trabajando con nosotros, y lo que está haciendo de nosotros. Al final del capítulo 1 de 1 Corintios, leemos acerca de lo “débil” [insignificante] del mundo y cómo lo menospreciado del mundo es lo que Dios ha escogido (v. 28) ¡y cómo es a Él a quien debemos darle gloria! ¿Cuánto ha invertido en nosotros? ¿Cuántas veces ha trabajado con nosotros, con paciencia, benignidad, entrenándonos en el camino por el que debemos ir, protegiéndonos de nuestros peores enemigos? Con la Pascua tan reciente, tenemos presente el sacrificio de Jesucristo y el amor de Dios el Padre, y no podemos analizar la cosecha de los primeros frutos sin reconocer que su plan de salvación es verdaderamente una labor de amor.
A medida que Pentecostés se acerca, todos estaremos leyendo escrituras y escuchando acerca de nuestro papel como primicias. Así, que nuevamente, ¿qué es lo que lo inspira a usted? ¿Qué sucede cuando analizamos que “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas”? (Santiago 1:18). ¿Qué puede ser más inspirador que pensar acerca de nuestra futura “cosecha”, o como lo dijera Pablo, “…nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8:23)?
Anoche, los cantantes me recordaron lo importante que es sentirnos inspirados, porque los seres humanos tendemos a actuar en la medida en que estamos motivados y estimulados. Con tantos “afanes del mundo” compitiendo por nuestro tiempo y atención, recordémonos diariamente lo que Dios ha hecho por nosotros, nunca lo demos por sentado, y seamos fervientes para producir el fruto espiritual que le complace a Él. Nunca he oído una canción inspiradora basada en un pepino, pero he escuchado hablar de él en un corto sermoncillo. Tal vez en esta historia, usted también encontrará un ejemplo práctico, de la vida diaria, que le ayudará a recordar ¡en dónde encajamos en el majestuoso plan de Dios!
Sinceramente, con unos saludos muy cordiales,
Clyde Kilough