Dado por Álvaro Matamala
El deseo de Dios constantemente es el de renovar todas las cosas, y por medio de esa renovación Él plantea una transformación desde adentro hacia afuera. El sacrificio de Cristo que limpia, con su sangre preciosa que lava nuestros pecados, permite que vayamos sacando lo malo y vayamos renovando no tan solo nuestra mente, sino también nuestro corazón . . .