Recientemente, un amigo me prestó un libro que me pareció muy interesante, debido a los momentos que estamos viviendo. El título del libro es: Fear Itself: The Causes and Consecuences of Fear in America [El temor en sí mismo: causas y consecuencias del temor en América], marzo de 2020). El libro es la obra de cuatro autores, todos profesores de universidad, y está basado en un estudio de cinco años acerca del tema del temor y cómo afecta esto nuestra vida diaria.
La contraportada del libro nos da un breve resumen:
“Desde preocupaciones acerca de inmigración y control de armas hasta la ansiedad por el terrorismo y los desastres naturales, los norteamericanos están viviendo en una cultura del temor. Aunque el miedo se menciona típicamente en términos poéticos o emocionales —como lo opuesto del valor, o como un obstáculo para vencer— tiene unas consecuencias muy personales y sociales, incluyendo el aumento de la ansiedad, prejuicio que aumenta, confianza que decae, respaldo para las políticas sociales punitivas, y un descenso en el compromiso cívico. Y cuando las personas se sienten vulnerables, se vuelven fácil presa de los políticos y los que hacen mercadeo que manipulan los peligros imaginados o exagerados. Para combatir las consecuencias negativas, primero debemos entender el temor…
“El Temor en sí mismo es un trabajo novedoso que examina ampliamente las consecuencias del temor y finalmente sugiere que hay una buena razón para tener ‘temor del temor’”.
De sus investigaciones, el autor saca una lista de los 10 temores más comunes en Norteamérica. Veamos algo de esta lista: oficiales del gobierno corruptos, ataques terroristas, no tener dinero suficiente para el futuro, la contaminación y una futura guerra mundial. El estudio de cinco años concluyó antes de la llegada del COVID-19, por lo tanto, no aparece el coronavirus en la lista de los mayores temores en Norteamérica. Pero estoy seguro de que, si hubieran hecho las investigaciones ahora, probablemente éste sería el primero de la lista.
El libro hace énfasis en lo que sucede cuando la gente se queda paralizada por el temor —incapaz de actuar, o si actúan, hacerlo de una manera racional. El libro no pregunta si deberíamos tener temor cuando enfrentamos problemas como los que vemos actualmente. El libro está más enfocado en cómo reaccionamos al temor que en determinar su validez. En su conclusión, los autores establecen algunos principios básicos para ayudarnos a bregar con el temor sin permitir que controle nuestra vida.
Creo que todos estaríamos de acuerdo en que el 2020 ha elevado los niveles del temor y la ansiedad a unos niveles sin precedentes. El nivel se elevó por el número de infecciones del virus, la preocupación por la seguridad de nuestros amigos y familia, y la elección presidencial de Estados Unidos son motivos más que suficientes para detenernos en seco.
Aquí en la oficina, recientemente tuvimos que tomar dos decisiones muy difíciles, no basados en el temor, sino basados en la necesidad de minimizar la exposición a un virus que se está propagando y se espera que lo peor vendrá en diciembre. Cancelamos el fin de semana familiar de invierno y el campamento de invierno de este año, ambos programados para diciembre. Después de analizar toda la información disponible que teníamos, incluyendo las restricciones del gobierno en Kentucky y Wisconsin, parecía la decisión correcta. Pero estas decisiones no significan que vamos a abandonar estos programas tan exitosos en el futuro. Es verdad el dicho de que, si usted no está haciendo planes para el futuro, usted ya los está haciendo. “No tener un plan” es realmente “un plan”, simplemente que no es un plan bueno. Planear para el futuro es una gran parte de lo que hacemos diariamente en la oficina.
En los próximos dos meses, tendremos reuniones virtuales para todos los campamentos de jóvenes en el 2021. Y con la fiesta de 2020 apenas acabada de pasar, hemos empezado a planear para la fiesta del año entrante, firmando contactos y confirmando los términos del contrato. Después de estas dos reuniones, tendremos la reunión anual de la Junta Ministerial de Directores para discutir nuestro presupuesto y plan estratégico para el 2021.
Aun durante la pandemia, nunca hemos dejado de trabajar y de planear. Estamos cerca de terminar nuestro nuevo estudio, que es uno de los proyectos principales del 2020 en el que llevamos trabajando más de un año. Desde la dedicación de la nueva oficina, casi dos años atrás, nuestra meta ha sido tener un estudio de calidad profesional para hacer nuestros videos. Nunca nos imaginamos cuán importante sería el estudio y nuestro salón de clase del Instituto de la Fundación, hasta que tuvimos 14 semanas consecutivas trasmitiendo los servicios vía Internet, a comienzos de este año. Inicialmente los transmitimos desde el estudio y luego desde el salón de clases.
En el nuevo estudio tenemos planeado construir tres sets, y cada uno será multiuso. Uno tendrá una pantalla verde, otro será usado primordialmente para sermones y presentaciones especiales y un tercero será el escenario permanente para el In Accord y presentaciones especiales. Este tercer set será la pieza principal del estudio. Fue diseñado por los empleados del departamento de medios de comunicación y construido por un miembro local que recientemente se trasladó de California al norte de Texas. Es bastante grande y fue necesario llevarlo en piezas para ensamblarlo en el estudio. Actualmente ya está en su lugar, esperando varios monitores que van a ser instalados en la parte central. Es muy moderno y debe funcionar muy bien. No quiero darles muchos detalles, ya que tenemos planeado presentárselos a todos en un futuro In Accord.
A pesar de nuestros desafíos y cancelaciones de este año, Dios nos ha bendecido de muchas maneras. Debemos terminar el año con un aumento en nuestros ingresos y ahorros significativos en nuestros gastos. Uno de nuestros mayores gastos a nivel anual tiene que ver con los viajes internacionales, que desde marzo están detenidos. Mi último viaje internacional fue el 13 de marzo de este año, cuando Sharron y yo fuimos a Guatemala. Comenzando el próximo mes será posible volver a viajar a algunos países. Ahora ya están programados vuelos diarios desde Estados Unidos a las principales ciudades en Latinoamérica. Esto hace que los viajes internacionales sean posibles aún antes de terminar este año, pero nuestro plan es esperar hasta el año entrante para empezar a viajar fuera de los Estados Unidos.
Otro programa que está al frente de nuestros planes para el año próximo es el Programa de Liderazgo Internacional (PLI). Hace dos años empezamos este nuevo programa para entrenar a los hombres y mujeres para el liderazgo en áreas fuera de Estados Unidos. Ahora hemos completado dos fases de este programa y el PLI-3 está programado para comenzar en el verano de 2021. ILP-3 consistirá en 10 conferencias en todo el mundo. Tenemos la convicción de que el desarrollo de liderazgo en la Iglesia requiere contacto personal. Las clases en línea son valiosas, pero no pueden reemplazar el contacto personal.
También estamos planeando tener la próxima Conferencia Ministerial Internacional en 2021. Esto es de acuerdo con el programa original de tener la conferencia cada dos años. La última conferencia que tuvimos, cuando dedicamos nuestro nuevo edificio, fue en mayo de 2019. Planeamos esta nueva conferencia en agosto de 2021.
Hay muchas referencias escriturales acerca de la importancia de la planeación. En proverbios se nos dice: “Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena, pero bienaventurado es el que guarda la ley.” (Proverbios 29:18, La Biblia de las Américas). En lugar de estar inmovilizados por el temor, aún teniendo que enfrentar amenazas reales, la Biblia nos instruye que continuemos mirando hacia el futuro, enfocados en la visión de lo que vendrá y haciendo los planes para eso. Si nos vemos obligados por las circunstancias a cambiar de plan, como lo hemos hecho mucho en este año, podemos hacerlo. Después de este último año, siempre estaremos preparados para tal posibilidad. Pero la tragedia real sería no tener un plan para comenzar. Después de este año siempre estaremos preparados para esa posibilidad. Pero la tragedia real sería no tener un plan para empezar. Aun si no tenemos un plan, tenemos un plan, pero no es uno bueno. Planear hacer nada no es un buen plan, especialmente para la obra de Dios.
Hay una historia interesante acerca de los discípulos de Cristo y sus reacciones después de su muerte. En el día de la Pascua Jesucristo fue crucificado y tres días y tres noches después de estar en la tumba, Él resucitó. En Mateo se nos dice que los 11 discípulos que quedaban se fueron de Jerusalén para Galilea, en donde ellos se iban a encontrar con el Cristo resucitado (Mateo 28:10, 16).
Si bien la Escritura no lo afirma claramente, los discípulos debieron haber tenido muchas dudas, mucha ansiedad y un gran nivel de temor en esos momentos. Jerusalén era una ciudad en conmoción, y probablemente se sintieron aliviados de irse para Galilea. Tan pronto llegaron, algunos volvieron a pescar (Juan 21:1-3), asumiendo que su labor ya estaba terminada. Pero después de reunirse con Cristo en Galilea, los discípulos recibieron instrucciones de regresar a Jerusalén para continuar con la obra. Justo antes de ascender a los cielos Cristo los instruyó a que esperaran en Jerusalén hasta que ellos recibieran la promesa del Espíritu Santo (Hechos 1:4).
Éste es el mismo Espíritu Santo del que Pablo más tarde le escribió a Timoteo: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Es el mismo espíritu que nos han dado hoy, y lo debemos usar para el mismo propósito —para crecer en gracia y conocimiento, para servir a los demás y predicar el evangelio del Reino de Dios.
Mientras les escribo esta carta, Norteamérica está en medio de la elección presidencial más llena de contención que hemos tenido, y todavía no ha concluido. Hay mucho temor acerca del futuro. Como personas, hemos orado y aun ayunado pidiendo acerca de la dirección de nuestra nación y por su liderazgo (1 Timoteo 2:1-2. Pero no es sólo un problema de los Estados Unidos. Estamos viviendo en un mundo de gran temor y ansiedad —temor de corrupción del gobierno, temor del abuso de los líderes del mundo, temor del virus COVID-19, y temor de una depresión económica mundial. La recesión económica, que siguió después del confinamiento esta primavera y el verano, y la gran sequía que ya ha producido las más grandes carestías de alimentos en décadas, según la Organización Mundial de la Salud. Lo que predice la OMS es que esto va a provocar la muerte de millones de personas en el mundo, las más vulnerables, los niños y los pobres.
Cada día estamos haciendo planes para el futuro en tanto que constantemente nos estamos preguntando cómo podemos hacerlo mejor. Al saber que Dios está a cargo y poniendo nuestra fe y confianza en Él, no tenemos por qué estar paralizados por el temor. Estamos viviendo tiempos inciertos, pero no podemos “temer por temer” y con esto perder la visión y que esto nos impida hacer planes. Hemos probado ya que, si las circunstancias lo impiden, cambiaremos estos planes, pero no planear sería una vergüenza. Temer en estas épocas inciertas es algo entendible, pero la inacción no lo es.
Cordialmente, su hermano en Cristo,