Ernesto Arteaga fue ordenado como anciano local durante la Fiesta de Tabernáculos, 2014 y servirá principalmente en la Ciudad de México.
El señor Arteaga fue bautizado en Noviembre de 1996. Hoy es un ejemplo de que, cuando Dios llama, hay que responder. Criado en la religión católica por su familia, Ernesto no se sentía pleno y estaba buscando respuestas.
Fue durante una huelga de su universidad cuando platicaba con la que ahora es su esposa, Sandra Vázquez, que Dios lo llamó. “Yo ya traía muchas dudas sobre mi creencia anterior y se fueron llenando esos huecos de lo que yo quería saber”, dijo Ernesto.
Con folletos provistos por Sandra comenzó a entender la Palabra de Dios y a asistir a la Iglesia en 1996, un poco antes de Pentecostés. “(Buscaba) darle sentido al propósito del ser humano en la Tierra y en la conversación me comentó lo que ella creía; de ahí fue que empecé a interesarme más y ella me empezó a dar folletos, y prácticamente me los bebía”, comentó Ernesto.
Aseguró que renunciar a sus antiguas creencias no fue algo complicado, que Dios le dio la actitud para cambiar y dejar sus malos hábitos, como jugar futbol los sábados.
Su cambio de actitud y el deseo por conocer más de la Iglesia fue tan notorio que lo llevó, tan sólo ocho meses después de haber asistido a su primer sermón, al bautismo. “Yo pedí una plática con el ministro, el señor Roybal, un domingo después de los servicios del sábado, y después de esa plática él me dijo que estaba preparado para el bautismo y me bautizaron él y otro ministro. En la primera plática sobre bautismo salí bautizado”, cuenta Ernesto.
Al pensar que ya ha celebrado 18 Fiestas, Ernesto aún recuerda su vida antes de que Dios lo llamara y asegura que está agradecido por poder criar a sus hijos dentro de la verdad.
“Dicen que una de las ventajas de haber conocido y haber estado entre muchas cosas que no son adecuadas de joven, es darse cuenta que existe otro camino que da felicidad y que es importante. Fue algo que me ayudó bastante para que, desde el primer momento, fuera el primer amor”.
—Paulette Delgado Roybal