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Debemos anhelar nuestra nueva nacionalidad

Por IDDAM | Blogs | Comentarios cerrados | 13 junio, 2025 | 0

Casi todas las personas tienen la nacionalidad del país en el que nacieron. Por diversas razones puede que en su vida obtengan otra nacionalidad, pero los cristianos debemos anhelar obtener la nacionalidad que Dios recomienda.

A los 21 años me casé con un peruano. Ésta fue la razón para mudarme desde Alemania a Perú. Desde entonces seguí teniendo la nacionalidad alemana y a la vez adquirí la residencia legal en mi nuevo país. El año pasado se dio la oportunidad de finalmente aplicar por la nacionalidad peruana. A esas alturas me parecía un mero trámite. Sin embargo, con el pasar de las semanas cada vez estaba más emocionada de poder ser finalmente parte de esta cultura dónde hoy en día tengo mi familia. Yo quería obtener los mismos derechos que los demás integrantes de mi familia. Cuando finalmente tuve el documento de la nacionalidad en mis manos, lloré de emoción. Fue un sentimiento muy fuerte y muy profundo de alegría. Muchas personas luego me felicitaron, pero la verdad es que sólo aquellos que habían pasado antes por dicho trámite de la nueva nacionalidad, podían realmente entender esa emoción. Todo ello me hizo reflexionar profundamente en la nacionalidad que todos los cristianos deberíamos anhelar. 

1. Ingresar a un nuevo país

Llegar a obtener el documento de nacionalidad de otro país conlleva varios pasos. El primero de ellos obviamente es entrar a dicho país, ya sea como turista o con alguna visa, de acuerdo a las leyes vigentes. Las razones por ello pueden ser diversas: trabajo, matrimonio, jubilación, etcétera. Igualmente sucede cuando por primera vez llegamos a la Iglesia. Los medios pueden ser muy diversos: puede que la hayamos encontrado por medio del internet, que un familiar o amigo nos haya hablado la verdad, que en algún lugar hayamos encontrado una revista de la Iglesia, etcétera.

2. Obtener la residencia con derechos y deberes

Cuando ya haya pasado cierto tiempo y se cumplan los requisitos, es posible pedir la residencia en el nuevo país. Por lo general, primero se obtiene una residencia temporal y luego una definitiva. Ello implica asumir nuevos derechos y deberes, por ejemplo el tiempo que se puede pasar fuera y dentro del país. Con cada día que pasa, se puede ir entendiendo mejor la nueva cultura. Algo muy similar sucede con el tiempo que estamos asistiendo a la Iglesia. Cada vez entendemos mejor la “cultura cristiana verdadera”, la cultura de las leyes de Dios. Empezamos a guardar los mandamientos que vamos entendiendo. Muchas veces empezamos guardando el sábado y diezmando, según lo entendemos en la Biblia.

3. Iniciar trámite de la nacionalidad

Las leyes de cada país varían respecto de cómo y cuándo se puede iniciar el trámite para obtener la nacionalidad. Pero hay algo que nunca cambia: nadie puede iniciar el trámite por nosotros. Tenemos que dar este paso. Debemos buscar cumplir los requisitos y con el avance del trámite, debemos seguir entregando documentos y cumpliendo ciertas tareas. Hay un “trámite” muy similar que solamente nosotros mismos podemos iniciar en la Iglesia. “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautizate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22:16). Para poder llegar a ser bautizados, tenemos que dar el primer paso e iniciar las charlas de bautismo con nuestro ministro. Él es quién nos aconseja a través de todo el proceso y nos dará toda la guía necesaria para llegar a la meta deseada.

4. Juramentación y entrega de documento de la nueva nacionalidad

Cuando por fin se haya cumplido con todos los requisitos solicitados, seremos citados a una ceremonia de juramentación para obtener la nueva nacionalidad. En ella prometemos que de aquí en adelante cumpliremos con todos los derechos y deberes que tienen todos los demás ciudadanos del país. Luego de ello se nos entrega el documento de nacionalidad. Como resultado somos legalmente iguales a todas las demás personas con esa nacionalidad.

Al final de las charlas de bautismo, el ministro le comentará una fecha para la ceremonia del bautismo. En ella, primeramente declaramos habernos arrepentido de todos nuestros pecados y haber aceptado a Jesucristo como nuestro Salvador. Además prometemos  en adelante cumplir fielmente las leyes de Dios. Luego de ello viene el bautismo en agua, mediante la imposición de manos se recibe el poder de Dios: el Espíritu Santo: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). Después de este gran compromiso, debemos cuidar con suma atención todas las leyes de Dios. Por ello nos espera una gran recompensa: “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5).

5. La nacionalidad nos puede ser quitada

No es nada común, pero hay situaciones en las que se les ha quitado la nacionalidad a algunas personas. Para Dios, el bautismo no es un simple trámite. Si nos burlamos luego de sus leyes y no las tomamos en serio, nos quitará la promesa de nuestra gran recompensa y nos entregará a un gran castigo: “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (Hechos 10: 26-27).

Es Dios mismo quien nos llama a seguir su camino. Luego de nuestro llamamiento somos nosotros quienes tenemos que dar el próximo paso. Quizás al inicio no podamos entender exactamente el por qué del bautismo, pero con el tiempo Dios nos mostrará su importancia con más claridad. Será de gran emoción llegar a la meta de la ceremonía del bautismo. Pero más grande será el momento de obtener nuestro documento eterno de nacionalidad del Reino de Dios. 

Credito de la imágen: iStockphoto.com/Juststock

Este artículo fue escrito por Annika Peters.

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