El mundo en que nos ha tocado vivir es competitivo, lleno de presiones y también lleno de injusticias en todos los ámbitos de la sociedad. Como consecuencia, las expresiones de desánimo, depresión, tristeza y preocupación son el pan del día para muchas personas. Para nadie es una sorpresa el aumento exponencial de los problemas psicológicos de muchos en nuestra sociedad moderna. El aumento en las consultas a los psicólogos y psiquiatras no solamente se ve reflejado en las personas adultas, sino también en personas cada vez más jóvenes y aun en los niños.
Los cristianos no estamos exentos a las presiones sociales, a los problemas económicos, a los problemas emocionales y a la tentación de vernos envueltos en la competencia diaria y en los afanes cotidianos. Como consecuencia, tampoco estamos exentos de experimentar a veces las mismas expresiones de desánimo, tristeza y preocupación.
Dios nos ordena estar alegres
Dentro de esta vorágine de preocupaciones que todos tenemos que enfrentar en nuestro mundo, Dios ordena a los cristianos, especialmente en las fiestas santas, que estemos “verdaderamente alegres”. ¿Cómo podemos nosotros y nuestras familias estar alegres al celebrar las fiestas del Eterno? Veamos primeramente la ordenanza de Dios en este sentido.
“La fiesta solemne de los tabernáculos harás por siete días, cuando hayas hecho la cosecha de tu era y de tu lagar. Y te alegrarás en tus fiestas solemnes, tú, tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, y el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda que viven en tus poblaciones. Siete días celebrarás fiesta solemne al Eterno tu Dios en el lugar que el Eterno escogiere; porque te habrá bendecido el Eterno tu Dios en todos tus frutos, y en toda la obra de tus manos, y estarás verdaderamente alegre” (Deuteronomio 16:13-15).
La Biblia en esta escritura está hablando en forma específica de la Fiesta de los Tabernáculos, sin embargo, la orden de estar alegres va más allá de esta fiesta santa, porque Dios dice aquí también: “Y te alegrarás en tus fiestas solemnes”. Es obvio que la orden de Dios es que nos esforcemos por tener alegría en todas las fiestas santas, incluidos los sábados semanales. También la orden de Dios es que aquellas personas que entran en contacto con nosotros—tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, y el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda—se vean influidas positivamente por nuestra alegría.
En otras partes de la Biblia, Dios es todavía más explícito en cuanto al tipo de alegría que Él espera que nosotros tengamos en sus fiestas santas.
“Y toda la congregación que volvió de la cautividad hizo tabernáculos, y en tabernáculos habitó; porque desde los días de Josué hijo de Nun hasta aquel día, no habían hecho así los hijos de Israel. Y hubo alegría muy grande” (Nehemías 8:17).
La alegría no sólo se basa en cosas físicas
¿En que estaba basada esta gran alegría que experimentó la Casa de Judá cuando guardó la Fiesta de los Tabernáculos al regresar del cautiverio de 70 años en Babilonia? Al leer el contexto de esta escritura nos podemos dar cuenta que esta alegría no fue experimentada debido a las comodidades físicas que ellos tuvieron en la fiesta. De hecho, lo más probable es que las comodidades físicas de esta fiesta estuvieron ausentes.
Recordemos que las personas tuvieron que construir sus cabañas con ramas de árboles de todo tipo. La implicación obvia es que ellos no tuvieron muchas comodidades. Entonces, ¿en qué se basó aquella alegría tan grande? La Palabra de Dios nos da una respuesta:
“Y todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a obsequiar porciones, y a gozar de grande alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado” (Nehemías 8:12).
Podemos ver que la causa de esa gran alegría que estas personas experimentaron se debió al entendimiento que recibieron de la Palabra de Dios. En otras palabras, el entendimiento del plan maravilloso de Dios revelado en sus fiestas santas debería ser el origen de la alegría.
En otra parte de la Biblia, Dios mencionó unas instrucciones profundas en relación a la alegría que los cristianos debemos buscar siempre, en especial en los días santos.
“Y Nehemías el gobernador, y el sacerdote Esdras, escriba, y los levitas que hacían entender al pueblo, dijeron a todo el pueblo: Día santo es al Eterno nuestro Dios; no os entristezcáis, ni lloréis; porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley. Luego les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os entristezcáis, porque el gozo del Eterno es vuestra fuerza” (Nehemías 8:9-10).
Dios está expresando aquí los efectos físicos y emocionales positivos que la alegría produce en el ser humano. Nuestro Creador nos pide en forma contundente que busquemos la alegría durante sus días santos porque en este sentimiento hay muchos beneficios de todo tipo. En cambio la tristeza también produce efectos negativos en lo físico y en lo emocional, como también lo dice otra parte de la Biblia:
“El corazón alegre constituye buen remedio; Mas el espíritu triste seca los huesos” (Proverbios 17:22). Así como la alegría influye positivamente en aquellos que entran en contacto con nosotros, de la misma manera la tristeza y el desánimo también influyen negativamente en aquellos que entran en contacto con nosotros.
Esta alegría de la cual estamos hablando es sinónimo del “gozo del Eterno” que mencionamos en la escritura mencionada. Debido a que Dios nos ordena que busquemos ese tipo de gozo en especial en sus días santos, podemos hacer entonces la pregunta: ¿cómo podemos tener ese gozo y esa alegría?
Algunas sugerencias
1. El gozar de una buena comida, una buena bebida o un buen cuarto de hotel puede contribuir, en parte, a que estemos contentos en la fiesta. Pero el gozo basado solamente en estos aspectos físicos estaría sujeto al sabor de la comida, a lo abundante de la comida, o a la comodidad del cuarto de hotel. Pero este aspecto físico, por si mismo, no puede ser el origen único del gozo que Dios pide en sus fiestas santas. Sin embargo, aun estas cosas físicas que mencionamos, cuando se disfrutan con la actitud correcta, con el ánimo de compartir con otros, con el genuino deseo de dar y de servir a los demás, se convierten en uno de los orígenes de la alegría personal y también la de los demás. Servir a otros con nuestras cosas físicas en la fiesta ayuda mucho en nuestra propia satisfacción personal.
2. Un segundo origen del gozo que Dios quiere en sus fiestas santas está basado en el enfoque espiritual de la fiesta. Quiero repetir las palabras usadas por Nehemías en la celebración de uno de los días santos: “Y todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a obsequiar porciones, y a gozar de grande alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado” (Nehemías 8:12). Si nosotros vemos el contexto de esta escritura, nos damos cuenta de que las personas entendieron las verdades de Dios porque:
- a. Los ministros se esforzaban por explicar con palabras sencillas y claras las verdades de Dios. Estos ministros ponían mucho énfasis en hacer entender al pueblo (vv. 8-9).
- b. Todas las personas hicieron su parte para estar “unidos como un solo hombre” durante la fiesta (v. 1).
- c. Todas las personas se humillaban y adoraban a Dios con profundo respeto (v. 6).
- d. Todos estaban muy atentos a las enseñanzas que se les impartían (v. 3).
Podemos aquí ver que las personas que estaban asistiendo a esta fiesta santa pusieron mucho énfasis en las cosas espirituales de la fiesta y ese enfoque fue fundamental para que Dios les diera entendimiento y ellos experimentaran la verdadera alegría.
3. Finalmente, el “gozo del Eterno”, que Dios quiere que tengamos en especial en sus fiestas santas, es una parte del fruto del Espíritu Santo. La Biblia dice que Dios da el Espíritu Santo por primera vez a aquellos que se arrepienten, se bautizan y reciben la imposición de manos de un ministro verdadero. Después de haber pasado por este proceso inicial, Dios dice que Él da más del Espíritu Santo a aquellos que le obedecen (Hechos 5:32). Esto quiere decir que la obediencia a los mandamientos provoca que Dios nos dé de su Espíritu Santo y con ello nos facilita la producción del fruto del gozo. Lo contrario también es cierto, el pecado—infracción a la ley de Dios—frena el crecimiento en el Espíritu Santo y genera tristeza en lugar de gozo.
Tener el Espíritu Santo no es suficiente
Sin embargo, aun teniendo el Espíritu Santo no es una garantía de que tendremos el fruto desarrollado del “gozo del Eterno” automáticamente. Normalmente un árbol frutal dará su fruto por lo menos una vez al año. No sabemos con certeza cuáles son los procesos internos para que un árbol produzca su fruto. Pero, sí sabemos que el fruto será pequeño, mediano o grande en la medida que cultivemos y reguemos el árbol. Así también el gozo, como fruto, puede ser pequeño, mediano o grande en la medida que pongamos el enfoque y el esfuerzo en producirlo con la ayuda del Espíritu Santo. A muchos de nosotros nos cuesta producir el fruto del gozo en un mundo con tantos problemas, pero al tener el Espíritu Santo en nosotros, podemos y debemos hacer el esfuerzo por producir este hermoso fruto, en especial durante las fiestas santas de Dios. Si lo hacemos, los resultados serán visibles. Por otro lado, cuando nosotros sabemos que nos cuesta mucho tener y expresar el fruto del gozo, Dios nos insta a pedírselo con convicción y Él nos lo dará (Lucas 11:5-13).
El Dios Todopoderoso y Creador de todas las cosas nos invita cada año a celebrar sus fiestas santas. Pronto estaremos celebrándole a Él cuatro de sus fiestas. Tenemos el privilegio inmenso de ser invitados a estos grandiosos eventos que nos revelan el mapa de la salvación de toda la humanidad. Por ello, Dios nos ordena que guardemos esos días con un corazón alegre. ¿Lo estaremos? Depende en buena parte de nosotros.
—Por Saúl Langarica