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Carta a los miembros – 11 de septiembre de 2025

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    Carta a los miembros – 11 de septiembre de 2025

    Por IDDAM | Cartas del Presidente | Comentarios cerrados | 11 septiembre, 2025 | 0

    Queridos hermanos:

    La Biblia está llena de promesas —miles de ellas. Todavía tengo un libro que compré muchos años atrás llamado Todas las promesas de la Biblia, por Herbert Lockyer, que hace un catálogo de más de 8.000. Entre ésas para mí, dos sobresalen de las demás. Al cierre del evangelio de Mateo, Cristo aseguró a sus discípulos: “he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Y en Hebreos 13:5 leemos: “él dijo: No te desampararé, ni te dejaré”.

    Aunque los discípulos originales vivieron y murieron casi dos mil años atrás, creemos que las promesas que les dieron a ellos se extienden hasta nosotros en la actualidad. La tradición registra que con la posible excepción de Juan todos los discípulos murieron como mártires —The search of the twelve apostles [La búsqueda de los doce apóstoles] por doctor William Steuart McBirnie. La tradición nos dice que Pedro fue azotado severamente y luego fue crucificado con la cabeza para abajo. Y según McBirnie, los otros también sufrieron muertes brutales —algunos fritos en aceite, apaleados hasta morir, o quemados vivos. Al final de primer siglo de los doce originales sólo quedaba Juan.

    Sin embargo, Cristo prometió que siempre estaría con ellos. Él no prometió que estarían libres de pruebas y la muerte, pero Él sí les prometió que nunca los iba a abandonar. La realidad es que esas pruebas, el sufrimiento y la muerte, ocurren aún con aquellos escogidos y llamados por Dios. Esto no disminuye para la nada la promesa de que Cristo nunca nos dejaría, que siempre estaría con nosotros.

    En una nota personal, el 5 de septiembre (hoy, a medida que empiezo a escribirles esta carta), marcó un hito importante para mí: terminé el programa de la rehabilitación cardiaca, después de la cirugía de corazón para reemplazar mi válvula aórtica el 1º de julio. Ahora que he terminado cuatro semanas de rehabilitación, mis doctores me han permitido volver a trabajar y a retomar todas mis actividades normales sin restricciones. Regresé a la oficina el martes 9 de septiembre, el aniversario de mis diez semanas después de la operación.

    Como muchos de ustedes saben por experiencia propia, las pruebas severas —ya sea relacionadas con la salud o con otras cosas— pueden probar nuestra fe en las promesas de Dios. Nos preguntamos: ¿Está Dios realmente conmigo? ¿Acaso sabe Dios por la que estoy pasando? ¿Escucha Él mi oración? He experimentado en verdad malos días como esos durante mi vida y sé que muchos de ustedes los han experimentado también. Sin embargo, a través de todos ellos he visto la mano de Dios obrando. Aun cuando los sucesos no se desarrollen de la forma en que nosotros preferiríamos, su presencia y cuidado siguen constantes.

    A medida que nos aproximamos a los días santos de este otoño (primavera en el hemisferio sur), se nos recuerda que Dios tiene un maravilloso plan —un plan de ofrecer salvación para toda la humanidad. Y en el proceso a través de la forma en que guardemos estos días, Él confirma la promesa que nos ha hecho, Él nunca nos va a dejar. Aunque algunos rechacen ese ofrecimiento de salvación, su plan permanece inalterable: todo ser humano recibirá la oportunidad de salvación —en esta vida o en la resurrección que vendrá. El plan de salvación de Dios está establecido simbólicamente en los días santos, especialmente aquellos que ocurren en la temporada del otoño, que coinciden con la gran estación de cosecha en el antiguo Israel.

    Pronto estaremos celebrando la fiesta de Trompetas, el lunes 23 de septiembre. Esta fiesta simboliza el regreso de Jesucristo a esta Tierra y la resurrección de los santos. No creemos que Jesucristo deba regresar en este mismo día, pero este día es símbolo de ese evento futuro. Cristo claramente nos dijo que nadie podía saber el día y la hora de su regreso (Mateo 24:36).

    El 2 de octubre estaremos celebrando el día de Expiación, un día de ayuno que representa el momento en que Satanás y sus demonios son apresados, justo antes de que comience el reinado de mil años de Jesucristo sobre la Tierra. Tenga en mente que ambos machos cabríos involucrados en la ceremonia que se realizaba una vez al año en este día, tal como aparece en Levítico 16 —uno era muerto como una ofrenda por el pecado (Levítico 16:15; un símbolo del sacrificio de Cristo), y un macho cabrío debía ser liberado en el desierto (Levítico 16:22; representaba Satanás). Si bien Satanás no será destruido al momento del regreso de Cristo, él será atado por mil años, más tarde será brevemente soltado y luego será arrojado en el lago de fuego, antes de ser arrojado para siempre a las tinieblas totales (Judas 1:13).

    Esto nos conduce directamente a la fiesta de Tabernáculos, que es la increíble celebración de mil años maravillosos del reinado de Jesucristo sobre esta Tierra (Apocalipsis 20:6). La remoción de Satanás permite fijar el escenario para un mundo totalmente diferente. Sin la influencia de Satanás, el mundo va a experimentar paz y gozo. Dios nos ordena que vayamos a la fiesta y nos regocijemos, pero también nos ordena temerlo y obedecerlo. Este año la fiesta comienza el martes 7 de octubre (con la noche de apertura al atardecer del lunes 6 de octubre), continúa durante siete días hasta el lunes 13 de octubre. Por siete días el antiguo Israel habitaba en tiendas sabiendo que Dios lo cuidaría. Durante siete días adoramos a Dios sabiendo que Él no nos ha olvidado. Así como Él proveyó el maná cada día para los israelitas en el desierto, tenemos la fe de que Él nos cuidará, y nos proveerá nuestras necesidades diarias también. La fiesta de Tabernáculos es realmente un acontecimiento fundamental en el año —una degustación del mundo que está por venir.

    Sin embargo, el plan de Dios no termina ahí. Hay un estimado que sugiere que más de 100 mil millones de personas han vivido desde la creación. Sin embargo, sólo una pequeña porción de estos ha entendido la verdad y ha tenido una relación con el verdadero Dios. la humanidad ha estado sumergida en la idolatría, la violencia y la destrucción desde el comienzo. Si Dios planea ofrecer salvación a toda la humanidad, ¿qué va a hacer con todas estas personas? El octavo día de la fiesta, el Último Gran Día, nos da la respuesta. Estas personas serán resucitadas a una vida física después del Milenio y después de que Satanás haya sido arrojado y puesto afuera de una manera definitiva (Apocalipsis 20:5,10). Es en este momento en que les será dada la oportunidad de salvación a todos. Como todos los demás, ellos se deben arrepentir de sus pecados y aceptar a Jesucristo como el Salvador. Creemos que la inmensa mayoría hará esto, pero a aquellos que rechacen voluntariamente a Dios les quedará una resurrección final —una resurrección a juicio y a la segunda muerte en el lago de fuego (Apocalipsis 20:14-15).

    Cuando el Último Gran Día concluya este año, nuevamente habremos repasado el plan de salvación. Estas fiestas también confirman la promesa dada a los discípulos y subsecuentemente a cada uno de nosotros. No importa lo que estemos experimentando, no importa qué pruebas tengamos, Dios está con nosotros. Por medio de estos festivales aprendemos acerca del plan de salvación, confirmando que Él está a cargo. Jesucristo prometió nunca abandonarnos. El mundo podrá rechazarnos, aún nuestras familias nos rechazarán, pero Jesucristo nunca lo hará. Es cierto que necesitamos recargar nuestra vida y aceptar la responsabilidad de las decisiones que hayamos tomado, pero no importa qué pruebas vengan a nosotros, tenemos fe en las promesas de Dios y sabemos que no estamos solos.

    Ésta será mi última carta a los miembros antes de la fiesta. Dondequiera que usted asista, oro para que su fiesta sea llena de gozo y de profundo significado. Si usted no puede asistir este año, lo animo a revisar el plan de Dios y a consolarse con su promesa que nunca cambia: “No te desampararé, ni te dejaré”.

    Cordialmente, su hermano en Cristo,

    Jim Franks

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