Tratar de ser una luz en la oscuridad nos puede acarrear ataques de este mundo. ¿Estaremos dispuestos a alumbrar de todos modos?
Cuenta una fábula que en cierta ocasión una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga y ésta huía muy rápido. La luciérnaga tenía miedo de su feroz depredadora. Pero la serpiente no pensaba desistir en su intento de alcanzarla. La luciérnaga pudo huir durante el primero y segundo días, pero la serpiente no desistía. Al tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga detuvo su agitado vuelo y le dijo a la serpiente:
¿Puedo hacerte tres preguntas?
“No acostumbro conceder deseos a nadie, pero como te voy a devorar, puedes preguntar”, respondió la serpiente.
“Dime: ¿pertenezco a tu cadena alimenticia?”, preguntó la luciérnaga.
“¡No!”, contestó la serpiente.
“¿Yo te hice algún mal?”.
“¡No!”. Volvió a responder su cazadora.
“Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo?”.
La última respuesta de la serpiente fue: “¡Porque no soporto verte brillar!”.
¿Cuántas veces nos hemos sentido como la luciérnaga? Intentamos vivir una vida correcta, tratando bien a todos, sin molestar a los demás, cuando de repente, por alguna razón desconocida, llegamos a ser blanco de ataques de alguien, simplemente por hacer nuestro esfuerzo de vivir como Dios nos manda.
Los ataques del mundo
En realidad, el mundo no necesita una buena razón para atacarnos. Vivimos en una sociedad que se ha alejado tanto del camino de Dios que ha llegado al extremo de no sólo rechazar sus mandamientos, sino que el mundo se enoja, se irrita, se molesta, se ofende cuando alguien está tratando de vivir como Dios manda. ¿Verdad que es así?
Quizás este ataque es porque nosotros en la Iglesia de Dios creemos que una masa de células, aunque todavía no haya tomado la forma de un bebé, sí es una vida. Una vida que no debe ser extinguida por incomodidad o inconveniencia.
Tal vez es porque nosotros en la Iglesia de Dios creemos que los únicos dos sexos son varón y mujer, algo que es biológicamente determinado por el Creador al momento de concebir, y que existe una sola forma correcta de concebir la sexualidad ante los ojos de Dios: la heterosexualidad. Únicamente deber haber relaciones sexuales entre un varón y una mujer en el santo vínculo del matrimonio.
Puede ser porque nosotros en la Iglesia creemos que vale la pena guardar el sábado, aunque esto signifique reprobar una clase, perder un trabajo o faltar a eventos o reuniones importantes con nuestros colegas, amigos o familiares el viernes por la noche.
A veces es fácil caer en la trampa de creer que, si somos obedientes a Dios, sólo nos llegarán bendiciones y que además no nos tocará vivir situaciones difíciles. Podríamos llegar a pensar que, si obedecemos a Dios, evitaremos completamente los problemas serios de la vida. ¿Acaso Dios mismo no nos dice que si le obedecemos, Él nos bendecirá (Deuteronomio 11:27)? Sin embargo, no debemos malentender ese concepto. Dios no miente, y sí, hay bendiciones físicas inmediatas y tangibles que vienen si le obedecemos. Pero eso no significa que estemos exentos de todas las dificultades que nos podrían pasar al vivir como cristianos en este mundo lleno de tinieblas. Las bendiciones de Dios son regalos porque nos ama, pero las maldiciones del mundo son ataques porque Satanás, el dios de este mundo, nos odia. ¡Muchas veces el mundo no soporta vernos brillar!
Brillar en la oscuridad
Vivir en un mundo de tinieblas, un mundo que de repente nos va a atacar sólo porque brillamos, es difícil. Es chocante que alguien nos ataque sólo por nuestra forma de ser, y a veces el daño que nos hace puede presionarnos a querer ocultar nuestra luz. No nos debe sorprender que nuestro camino de vida: cómo hablamos, cómo nos vestimos, cómo nos comportamos, haga que el mundo nos ataque. Los ataques y las presiones del mundo hacia los jóvenes suelen ser especialmente brutales. Es durante esta época de nuestra vida que Satanás, el líder de este mundo, sabe que, si nos puede hacer caer ahora, difícilmente nos levantaremos después.
Entonces, si ser una luz le llama tanto la atención a un mundo que con gusto nos haría daño, ¿para qué querríamos brillar? ¿Por qué debemos brillar si nuestra luz le molesta tanto al mundo?
La respuesta es muy sencilla, pero también profunda: porque es parte de nuestro llamamiento. Cuando sentimos que sería más fácil simplemente difuminarnos entre las tinieblas, debemos recordar que somos llamados a ser luces. En Mateo 5:14-16 Cristo nos dice lo siguiente: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
Tener en mente que ser una luz es parte de nuestro llamamiento cristiano nos debe dar paz y animarnos durante los momentos en que dudamos si vale la pena seguir brillando ante los ataques del mundo. Ser atacado por el mundo puede ser una de las consecuencias de ser hijos de Dios. Somos personas que van en contra la corriente de la sociedad.
Cuando llega la adversidad
Como ocurre con muchas cosas en la vida, debemos recordar que la adversidad es “parte del paquete”. Eso nos puede ayudar a no desanimarnos frente a los ataques del mundo. Pregúntele a cualquier atleta profesional. Vemos su talento, lo bien que juega, la habilidad que posee, su salario, su fama y es fácil asumir que ese éxito se logró simplemente con cumplir con lo más fundamental: practicar. Pero olvidamos que ser atleta es mucho más que sólo entrenar. Es tener el cuerpo adolorido tras entrenar duramente en el gimnasio. Es ser extremadamente disciplinado en mantener una dieta estricta que suele no incluir sus comidas favoritas. Es hacer el sacrificio de pasar horas incontables practicando ciertas técnicas en vez de estar con seres queridos o disfrutando de otros intereses.
Cualquier cosa que valga la pena conseguir requiere tiempo, esfuerzo y sacrificio. Llegar a ser grande suele conllevar el pasar momentos de dificultad, dolor y adversidad. Es una parte inherente del proceso. Si en lo físico consideramos que la recompensa de la victoria, el sueldo, una buena calificación y otras cosas parecidas, vale la pena, ser una luz en un mundo de oscuridad, a pesar de la persecución que podamos sufrir, ¡vale mucho más la pena!
En Efesios 5:8, el apóstol Pablo nos dice que somos “luz en el Señor” y que debemos andar como “hijos de luz”. En el versículo 11 del mismo capítulo, él nos deja la siguiente exhortación: “Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas”.
Notemos que, por ser hijos de luz, nos veremos expuestos a las tinieblas y sus ataques, sus presiones y sus tentaciones. Pero si aceptamos que la persecución que experimentamos por brillar es algo que podría venir por el hecho de ser un verdadero cristiano y nos enfocamos correctamente, esto nos ayudará a combatir la tentación de querer ceder a la presión de apagar nuestras luces conformándonos con las tinieblas de la sociedad.
En Juan 15:18 y 25, Cristo nos dice que la razón por la que odiarán nuestra luz es porque odiaron la suya primero. Los mismos mandamientos, leyes y principios que Cristo guardó, los principios que provocaron su crucifixión son las mismas leyes que nosotros guardamos hoy. Esto hará que el mundo nos quiera atacar, tal como lo hizo con Cristo. Jesús advirtió a sus discípulos de aquel tiempo y nos advierte a nosotros, sus discípulos de hoy: “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros… sin causa me aborrecieron”.
Seguir el ejemplo de Jesucristo
Vivimos en un mundo oscuro, uno que sigue oscureciéndose a medida que se acerca el momento del regreso de Cristo. Sin embargo, podemos consolarnos con el hecho de que la luz que reflejamos es una que proviene de una fuente divina: de Cristo mismo. En Juan 8:12 leemos: “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Cuando nos sentimos abrumados por los ataques de este mundo tan oscuro, cuando pensamos que sería mejor disminuir la intensidad de nuestra luz para evitar problemas con esta sociedad en tinieblas, recordemos que enfrentar esa adversidad es parte del proceso de vivir este camino de vida. No nos sorprendamos porque el mundo nos odie. Atacó a Cristo y por lo tanto nos atacará a nosotros.
Ser una luz en un mundo de tinieblas es lo que Dios espera, lo que Cristo hizo y es lo que nos toca hacer también. Esto es una parte fundamental de lo que nos llevará a la vida eterna, es la razón por la cual brillamos, sin importar cuánto el mundo aborrezca nuestra luz.