Es fácil compararnos a nosotros mismos, y nuestra apariencia, con las personas más bellas del mundo. Pero esto no es lo que Dios quiere que hagamos.
Es fácilque nos comparemos con las mujeres que aparecen en la televisión, el internet o en las redes sociales. Mujeres hermosas que parecen tener cuerpos perfectos y no tienen problemas con su apariencia. A veces sentimos que, si pudiéramos hacer ciertos cambios en nuestro físico y apariencia, podríamos parecernos más a ellas y sentirnos más seguras.
Por supuesto, no hay nada de malo con la belleza física. De hecho, Biblia describe a muchas mujeres como “hermosas”. Por ejemplo, Sara en Génesis 12:11, Rebeca en Génesis 24:16 y Raquel en Génesis 29:17.
Las preguntas con las que he luchado
¿Está mal querer lucir bella? ¿Eso me hace culpable de vanidad? ¿Se enojará Dios conmigo por querer lucir más bonita?
Estas son algunas de las preguntas que me hice durante mi adolescencia. Recuerdo que cuando tenía 12 años comencé a prestar más atención a mi figura. Todo empezó un día cuando mi hermana mayor (que tiene cinco años más que yo) me prestó una de sus blusas. Cuando me la puse, me di cuenta de que me quedaba demasiado apretada. Me sentí un poco avergonzada, porque mi hermana era mucho más alta y a ella la camisa le quedaba holgada.
A partir de entonces, comencé a prestar atención a lo que comía, qué tan limpia me veía, si mi cabello se veía bien o no, y si mis dientes estaban limpios. Debido a mis esfuerzos por mejor mi apariencia, mi visión negativa de mí misma comenzó a disminuir. Me di cuenta de que, al cuidar esos detalles, me sentía mejor y con más confianza.
No fue suficiente
Sin embargo, cuando tenía unos 15 años, noté que todavía me sentía insegura. De vez en
cuando sentía que no era lo suficientemente inteligente, o que no conocía muchos temas
que parecían básicos para otras personas. Entonces, empecé a leer algunos libros clásicos para poder hablar sobre determinados temas de forma más inteligente.
Eso también me ayudó mucho, pero todavía no me sentía segura. Entonces, pedí a Dios que me ayudara a sentirme más segura, físicamente y también en mi intelecto.
Después de esa oración, hubo un cambio radical en mí. Me sentí más cómoda con mi apariencia y segura de poder mantener una conversación. Gracias a esta confianza, mi actitud también cambió, y desde entonces ya no tengo problemas con no gustarme como me veo. Traté de hacer mi parte, esforzándome por hacer ejercicio al menos tres veces a la semana, comer de manera saludable, tener un plan de lectura y, por supuesto, y lo más importante, orar todos los días.
La historia de Jacob, Lea y Raquel
Cuando leo la historia de Jacob, Lea y Raquel, tiendo a imaginar que Lea tenía una visión negativa de sí misma. Al comienzo de su historia en la Biblia, habla de que Jacob se enamoró por completo de la hermosa Raquel, la hermana menor de Lea, hasta el punto de que Jacob estuvo dispuesto a trabajar durante siete años para casarse con ella. Durante esos siete años, no hay registro en la Biblia de que alguien deseara casarse con Lea.
Al final de los siete años de arduo trabajo de Jacob, llegó el día de su matrimonio con Raquel, pero Labán engañó a Jacob y la cambió por Lea. Usó una costumbre local de que la hija mayor se casara primero, como excusa para engañar a Jacob.
Jacob, profundamente enojado, habló con el padre de las jóvenes, y el padre accedió a darle a Raquel en matrimonio, con la condición de que trabajara para él otros siete años. Jacob aceptó, pero hizo una clara distinción entre las hermanas. Amaba a Raquel más que a Lea, y Lea, por lo que podemos ver, sufrió a causa de esto.
Me imagino que Lea se comparaba constantemente con su hermana y, por esa razón, se sentía insegura y no amada.
El problema de compararnos con otros
Lea puede haber cometido el mismo error que la mayoría de nosotras probablemente cometemos de vez en cuando: compararnos con otra persona.
Creo que esto es algo muy diferente a tener modelos a seguir. Ciertamente, es algo fundamental tener modelos a seguir adecuados, que nos inspiren a mejorar en ciertos aspectos, pero no es saludable compararnos con otras personas. Eso puede llevarnos a la envidia y, en última instancia, a amargarnos.
Confianza adecuada
Es normal que a veces no nos sintamos lo suficientemente bonitas, pero es entonces cuando podemos pedirle a Dios que nos ayude a sentirnos mejor con nuestra apariencia, que no seamos vanidosas, y que nos ayude a crecer en carácter (que es lo que realmente importa).
Dios no quiere que tengamos miedo de preguntar cosas, ni miedo de hablar con gente nueva, ni de cometer errores por falta de seguridad. Él nos ayudará a tener más confianza en nosotras mismas si se lo pedimos, pero también debemos que hacer nuestra parte. Esta parte incluye obedecerle, orar, estudiar la biblia y tener una buena relación con Él, pero también incluye, esforzarnos en comer sano, estudiar, leer, hacer ejercicio y ser disciplinadas. Así, la confianza en nosotras mismas llegará y nos sentiremos bien con la forma en que nos vemos.