La Biblia hace la analogía de nuestra carrera espiritual con una carrera literal, de manera individual como de manera colectiva, por lo tanto, el rendimiento individual como el colectivo importan.
En la Biblia reiteradas veces se hace la analogía de nuestra carrera espiritual con una carrera literal, que, si bien es individual, sólo lo es hasta cierto punto. Como miembros de la Iglesia todos estamos interrelacionados, tanto horizontalmente con la gente de nuestra generación, como verticalmente con la gente de las generaciones anteriores y posteriores a la nuestra.
Aunque muchas veces nos cueste aceptarlo, lo que yo haga ahora puede influir tanto a los que están a mi lado, a los que vienen después de mí, y puede incluso arruinar o mejorar lo que otros han hecho antes. Por lo tanto, más que una carrera individual, nuestra carrera espiritual es una carrera de postas en la que tanto el rendimiento individual como el colectivo importan. Al fin y al cabo, eso es lo que debemos hacer de una generación a otra, pasar la posta o el testimonio, para que las siguientes generaciones hagan su parte en mantener a la Iglesia de Dios viva hasta el regreso de Cristo.
Al observar cuidadosamente las carreras de postas (te animo a que revises algunos videos en internet) hay cuatro puntos clave que permiten establecer la analogía con nuestra carrera de postas espiritual en la Iglesia:
1. A pesar de que es una carrera grupal, cada integrante del equipo debe prepararse de manera individual.
Si tomamos como ejemplo al equipo olímpico de relevos de Jamaica, el cual posee el récord mundial en la carrera de postas, e investigamos a cada uno de sus integrantes: Michael Frater, Nesta Carter, Yohan Blake y Usain Bolt, podremos darnos cuenta de que además de formar un gran equipo, cada uno de ellos tiene destacadas carreras individuales. Todos son corredores de élite en las disciplinas de 100 y 200 metros planos.
¿Cuál es la clave del éxito individual y, en consecuencia, del éxito del equipo? Tal como se menciona en 1 Corintios 9:24-25, la clave del éxito de todo corredor es la autodisciplina. La autodisciplina es la capacidad de retrasar placeres actuales por éxitos mayores en el futuro. Para los cristianos, la autodisciplina es la capacidad de rechazar los deleites temporales del pecado (Hebreos 11:25-26). Es la capacidad de decir no al pecado, aun cuando nadie nos esté mirando.
Usain Bolt, considerado el corredor más rápido de la historia, jamás ha atribuido su éxito a su talento o a un “don innato” para correr. Siempre lo ha atribuido a su autodisciplina y esfuerzo. Él es reconocido por frases como:
- “Mi objetivo es asegurarme de poder mantener mi estilo de vida el resto de mis días. Tengo que seguir ganando y todo eso viene por el entrenamiento. A nadie le gusta el trabajo duro, pero tienes que hacerlo si quieres ser bueno en lo que haces”.
- “Entrené cuatro años para correr solo nueve segundos. Hay personas que por no ver resultados en dos meses, se rinden. A veces el fracaso se lo busca uno mismo”.
Cada uno de nosotros debe esforzarse por vivir una vida autodisciplinada porque es la única forma de mantenernos en la élite de los corredores por la vida eterna, y esto no tan solo contribuirá en nuestro éxito individual en nuestra carrera Cristiana, sino también al éxito del equipo que nos acompaña, ya que podremos ser un buen ejemplo para las generaciones que vienen y no dejaremos que mengüe el esfuerzo de las generaciones anteriores.
2. Todo corredor está atento al corredor anterior para adecuarse a su velocidad y poder recibir la posta.
Si mantenemos la analogía con esta carrera de postas espiritual, debemos ser conscientes de que ésta es una lección para todos en la Iglesia. La generación que viene está observando nuestro ejemplo, pero también las ganas, el empeño y la participación que tengamos en la Iglesia. Al mismo tiempo, nosotros dependemos mucho de lo que nuestros “hermanos mayores” estén haciendo ahora.
Por ejemplo, la velocidad con que los jóvenes inicien su carrera espiritual, puede estar determinada por la velocidad con que los adultos estén corriendo ahora. Y aunque quizá, como jóvenes, todavía nos falta madurez, desde ya debemos estar conscientes de que las malas decisiones que tomemos hoy, no sólo nos perjudican a nosotros, sino que perjudicarán a todos los corredores que vienen después. Es más, si un eslabón de la cadena falla, no sólo podemos echar a perder el trabajo de los corredores anteriores, sino que también podemos hacer que corredores futuros inicien en desventaja.
3. El que recibe el testimonio ya está corriendo antes de recibirlo.
Este punto va más enfocado a los jóvenes que aún no han tomado la importante decisión del bautismo.
Si hemos observado cuidadosamente una carrera de postas, nos habremos dado cuenta de que el que recibe la posta no está parado esperando a que le llegue, sino que ya está corriendo cuando la recibe. Al principio, no corre a su propio ritmo, sino al ritmo del corredor anterior y cuando ha recibido la posta, puede empezar a correr a su propio ritmo con toda su fuerza.
En cuanto a nuestra carrera espiritual, depende de nosotros a cuáles ejemplos queremos seguir para correr al ritmo de ellos al principio, incluso cuando aún no nos haya llegado la posta. Generalmente los jóvenes mayores seguimos el ejemplo de un adulto y los jóvenes menores siguen el ejemplo de un joven mayor. No podemos evitarlo: el ejemplo impacta para bien o para mal. Nuestro tiempo en la Iglesia es siempre de entrenamiento. Los bautizados ya empezamos nuestra preparación para ser reyes y sacerdotes, y desde ya debemos hacer el esfuerzo por comportarnos como tales. Los jóvenes mayores ya deberíamos comportarnos como líderes de la Iglesia y los más pequeños ya deberían comportarse como futuros líderes, para así, cuando la posta llegue, estar preparados para recibirla.
Josué, en la Biblia, años antes de recibir el liderazgo de Israel, ya se había mostrado apto para el cargo. Demostró que no doblegaría su fe por la opinión y el pesimismo de los demás (Números 13). Luego en Josué 1:17, por sus frutos previos, Dios lo puso como líder y el pueblo lo aceptó como tal. Josué ya estaba preparado para recibir la posta de parte de Moisés, incluso 40 años antes de recibirla.
Debemos mostrarnos aptos desde ya para ser futuros líderes. Tal como dijo el señor Armstrong en su libro El misterio de los siglos: “Un entrenador jamás pondrá a jugar en un partido oficial a un jugador que no ha demostrado que es capaz de hacerlo en los entrenamientos”.
4. Los últimos que corren deber ser los más veloces.
Una estrategia común en las carreras de postas es poner al corredor más rápido al final. Por ejemplo, Jamaica siempre utiliza a Usain Bolt como el último relevo. Ellos ponen toda su confianza en que, aunque los corredores anteriores puedan haber flaqueado, Bolt no fallará y correrá tan veloz y firmemente que los hará ganar el oro. De la misma manera, Dios sabe a quién poner en cada época de la Iglesia para que ésta prevalezca hasta la segunda venida de Jesucristo. Así como antes a los corredores se les exigía menos porque las marcas olímpicas eran pequeñas, a medida que han surgido nuevos y mejores corredores, a cada corredor se le exige más.
Así también sucede en la Iglesia: en cada generación que va pasando, Dios nos exige más, pues cada vez la situación en el mundo es peor. Las pruebas son más difíciles y las tentaciones son más grandes. Esto es especialmente cierto en el grupo de jóvenes de la Iglesia, pues cada vez la juventud en el mundo corre hacia la maldad a un paso mucho más apresurado. Aun así, Dios quiere que en su Iglesia sigamos siendo jóvenes santos y puros. Es posible que esta generación de jóvenes de la Iglesia sea la última, antes del regreso de Cristo. Es por esto que Dios nos pide más rendimiento, más velocidad y más empuje.
En las carreras de relevos, mucha esperanza está puesta en el último corredor y todo el equipo confía en que no fallará. Como jóvenes debemos rendir más que la generación anterior. Debemos continuar sobre lo recorrido y no retroceder sobre lo avanzado. Dios pone su confianza en que daremos la talla para ser una gran generación de la Iglesia, para los tiempos difíciles que vivimos, que pueden ser los tiempos
del fin.
Preparémonos individualmente y seamos autodisciplinados. Observemos y aprendamos de los ejemplos de las generaciones anteriores en la Iglesia. Empecemos a correr desde ya, y cuando llegue el momento de tomar la posta, corramos como nunca nadie lo ha hecho.