Después de sorprenderme con una pregunta en una entrevista sobre mis ingresos anuales, me pregunté: ¿Por qué las amas de casa suelen ser reacias a reconocer su valor?
¿Cuál es su ingreso anual?
La pregunta me tomó por sorpresa. No es una pregunta inusual que se haga durante una evaluación para contratar un seguro. Aun así, no estoy acostumbrada a responder esta pregunta en el contexto de sólo mis ingresos, sin incluir el salario de mi esposo.
La pregunta para la que estaba más preparada me la hicieron más tarde: ¿Cuál es su cargo en el trabajo?
Al menos tenía una idea de cómo responder a eso: ama de casa, profesora de educación en el hogar, agricultora aficionada, editora… y más. Cualquiera de estas respuestas habría sido correcta. Pero es sólo el trabajo de editora lo que me hace ganar un pequeño ingreso, y esta fue mi respuesta para completar el formulario.
Así que lamento decir que cuando me preguntaron sobre mis ingresos, mi reacción inicial fue echarme a reír. Di un número muy pequeño en mi respuesta y dije que podría llegar a esa cantidad este año.
La respuesta: ¡Oh, Vaya! ¿Ese ingreso es porque acabas de empezar y no llevas mucho tiempo trabajando?
Oh-oh. Esto ahora se puso incómodo.
“No”, me reí incómoda. “Es porque es un trabajo sin fines de lucro, cobro tarifas baratas y las horas que reservo para hacer esto son de medio tiempo”.
La entrevista concluyó sin más incidentes y estoy cien por ciento segura de que el agente sólo se limitó a expresar su sorpresa por la baja cifra que mencioné y ya no quiso decir nada. Pero el intercambio de comunicación provocó que un molesto invasor, un dardo de fuego de duda y autocompasión, entrara en mi mente (Efesios 6:16).
¿Por qué dejé que esa pregunta me impactara?
Lógicamente, soy muy consciente de que lo que hago a diario tiene un gran valor para mi familia. Probablemente usted esté familiarizado con algunos estudios realizados que determinan cuánto “debería” recibir de pago una madre ama de casa en función de los trabajos que realiza durante todo el día. Los salarios anuales sugeridos superan los $ 100.000 dólares.
Y además de las cosas que hago todos los días (lavar platos, lavar ropa, preparar la comida, etcétera), es una alegría poder enseñar a mis hijos y descubrir cosas nuevas con ellos, a medida que aprenden. Incluso queda un poco de tiempo para pasatiempos, cuando los niños y yo compartimos los cuidados de un huerto. Reconozco las profundas bendiciones de no tener, necesariamente, que proporcionar un ingreso adicional. Estoy profundamente agradecida con Dios por eso.
Así que el impacto que tuvo esa conversación en mí fue enteramente mi responsabilidad.
“La congoja en el corazón del hombre lo abate”, nos dice Salomón (Proverbios 12:25). ¿Por qué fui particularmente susceptible a ese dardo de fuego ese día? No sé, pero me golpeó.
¿También le ha impactado a usted esa pregunta?
Señoras, lo que hacen es muy importante. Todos necesitamos que nos recuerden esto de vez en cuando, pero quizás las amas de casa y las mamás sean las que más lo necesiten.
¿No es interesante (¡y triste!) que a veces nos permitimos derivar nuestro valor de un sueldo o algún otro símbolo de estatus, en lugar del trabajo mismo? ¿Como si lo que hacemos fuera, de alguna manera, “inferior” porque no viene con un pago de seis cifras?
¿Y no es aún más interesante que de repente nos sintamos justificados y validados cuando ponemos ese valor de ingresos de seis cifras a lo que hacemos? ¡Así es, lo que hago como ama de casa vale $100.000 dólares!
Les digo todo esto porque hemos permitido que la forma en que nuestra sociedad ve y valora lo que hacemos afecta la forma en que nos vemos y valoramos a nosotros mismos. Si usted ha caído en esta trampa, como me pasó a mí recientemente, tal vez sea hora de recordar un proverbio familiar: “Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas (rubíes)” (Proverbios 31:10). Esta es la misma mujer que “Considera los caminos de su casa, y no come el pan de balde” (versículo 27).
En otras palabras, señoras, es muy bueno ser ama de casa.
(Por cierto, ¿sabías que los rubíes de calidad son más raros que los diamantes?)
¡El hogar es una ocupación honorable!
Cuando el apóstol Pablo le escribió a Timoteo, describió el manejo de la casa como una ocupación honrosa para las mujeres (1 Timoteo 5:14). En una carta a Tito, Pablo instó a las ancianas a animar a las más jóvenes en sus responsabilidades domésticas y en la buena crianza de los hijos (Tito 2:4-5). Estas no son ocupaciones vergonzosas. ¡Tienen un profundo significado para toda la familia!
Por supuesto, entiendo —como estoy segura de que usted también— que hay una descripción detallada de la esposa virtuosa. Va mucho más allá de los aspectos prácticos de administrar un hogar y atender las necesidades físicas de los niños. Pero el objetivo de esta publicación en particular es ayudarle a usted a ver el gran valor de lo que hace y de lo que es usted.
Señoras, ustedes no tienen precio. Son joyas preciosas. Lo que ustedes hacen sí importa… y mucho. Su ejemplo diario para su familia es importante. Ustedes tienen valor, lo que hacen durante todo el día tiene valor, y lo más importante, tienen un valor profundamente importante a los ojos de Dios.
Hacia adelante
Me llevó unos días de autocompasión quitarme la astilla de la mente. Afortunadamente, mi “tribu familiar” estaba allí con palabras de apoyo y cariño para animarme. Sus buenas palabras me ayudaron a levantarme de nuevo, junto con la oración, mientras le llevaba mi problema en privado a Dios.
Una buena palabra de ánimo hace maravillas. Ése resulta ser el final de un proverbio: “La congoja en el corazón del hombre lo abate; Mas la buena palabra lo alegra” (Proverbios 12:25, énfasis añadido).
Espero que estas buenas palabras y pensamientos las animen y apoyen, especialmente si se han sentido agobiadas últimamente.
Recuerden, amas de casa: ustedes tienen un precio muy alto, y lo que hacen sí importa.