¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a tener la visión del venidero Reino de Dios y hacerlo algo personal?

Nuestra visión de un futuro después del gobierno y el reinado de Satanás, y la avaricia y la corrupción que tan claramente definen el mundo actual, es una visión maravillosa que nos hace estremecer. Cada año asistimos a la Fiesta de los Tabernáculos y escuchamos mensajes que reafirman nuestra visión. Con cada sermón, agregamos color y claridad, así como un tono esperanzador perfecto que le da vida a esta visión y aviva el deseo del regreso de nuestro Salvador.
Desafortunadamente, estos sermones, que pueden ser tan inspiradores para nosotros los adultos, pueden pasar desapercibidos para los más pequeños. Sin embargo, sólo porque nuestros hijos no pueden comprender totalmente los puntos de un sermón, no significa que ellos no puedan compartir la visión de un mundo mejor.
Nuestros hijos ven las noticias. Ellos escuchan acerca de muchos eventos horribles alrededor del mundo y en muchos casos se ven afectados directamente por el mal que existe en nuestra sociedad. Luego, van a la escuela y ven las trampas, el acoso, la mentira y la ira. Ellos establecen contacto con personas que no respetan la ley de Dios. Muchas veces ellos entienden más de lo que nos imaginamos. A medida que ven el mal en el mundo, ¿les estamos dando un buen filtro a través del cual ellos puedan ver por qué el mundo necesita el Reino de Dios? Los padres y los abuelos tenemos la responsabilidad no sólo de enseñar a nuestros hijos, sino de ayudarlos a construir una visión propia del Reino de Dios.
No les esconda la realidad
¿Discutimos con ellos el propósito de la Fiesta y del regreso de Cristo? ¿Les estamos ayudando a ver el cuadro de lo que este mundo será cuando los gobiernos del mundo sean reemplazados por los líderes del pueblo de Dios? ¿Les estamos ayudando a entender que ellos —nuestros hijos— van a desempeñar los papeles de liderazgo, enseñando el camino de Dios, de paz y amor?
Hable con ellos acerca de lo que les disgusta del mundo. Pídales a ellos que le digan lo que los preocupa. Luego, pídales que terminen con la siguiente frase: “cuando yo esté en el Reino, yo haré…”.
Las respuestas que va a recibir lo sorprenderán, y esta costumbre plantará una semilla en su mente, que Dios puede nutrir y que nosotros podemos seguir alimentando año tras año hasta que los sermones empiecen a tener sentido y su visión total comience a crecer.
Por boca de infantes
Un año en la Fiesta, mi esposa les pidió a nuestros nietos que completaran la frase: “cuando yo esté en el Reino, yo haré…”.
Nuestro nieto más pequeño dijo que él acabaría con el hambre de los niños. Dijo que les enseñaría cómo cultivar alimentos e iba a detener a todas las personas que trataran de robarles. Le hicimos más preguntas acerca de cómo haría todo esto y quién le ayudaría a hacerlo. Él nombró primero a su abuela y a su abuelo. ¡Qué hecho tan maravilloso será el poder ser esa fuente en el Reino! En nuestra visión personal, nos vemos claramente estando allí, ayudándole a él a llevar a cabo su plan para servir a otros. Luego le ayudamos a formular un plan que pudiera seguir para alimentar a los niños que se están muriendo de hambre en África; y en el proceso, le ayudamos a pintar un cuadro en su mente de lo que podría ser el Reino de Dios.
La nieta más joven respondió que cuando esté en el Reino, ella se va a asegurar de que los padres que no sepan cómo amar y enseñar a sus hijos de la forma correcta, puedan aprender a hacerlo. Ella se había visto involucrada personalmente en ciertos sucesos que la llevaron a concluir que esto era necesario. Continuamos edificando esa imagen en su mente preguntándole lo que pensaba que serían los resultados de ese plan. Hablamos acerca de cómo la Biblia sería una gran herramienta que le ayudaría a enseñarles.
Otro de nuestros nietos, que tenía 12 años en esa época, tenía una postura diferente. Él respondió: “cuando esté en el Reino, voy a impedir que los chicos malos acosen e intimiden a los demás niños”. Él explicó que necesitaban que les enseñaran acerca del amor y la amabilidad. Nuestro nieto veía que había un problema generalizado con los padres que no podían controlar su ira y que luego les pasaban esa falta de control en su carácter a sus hijos. Su plan era ayudarles a los padres a amarse entre sí y a sus hijos. Él dijo que creía que en amarse el uno al otro estaba el meollo de la resolución del problema, y nosotros estuvimos de acuerdo.
Nuestra nieta mayor, que siempre había hablado de ser una maestra, dijo: “cuando yo esté en el Reino, yo voy a establecer Iglesias en todo el mundo para empezar a enseñarles a todos la verdad”. Por haber escuchado todas las respuestas que habían dado, ella empezó a pensar todo su plan y podía exponer los resultados que tendría sin que le preguntáramos.
Desde entonces, cuando estamos en la Fiesta de Tabernáculos y les pedimos a nuestros nietos que completen esta frase, algunas veces sus respuestas son las mismas, y otras varían de acuerdo con los acontecimientos que hayan tenido que afrontar en el último año. Pero algo es constante: ellos están pensando en el Reino. Ellos están conformando su propia visión.
Nosotros tenemos nuestra visión; y cada año, cuando vamos a la Fiesta de Tabernáculos, esa visión se aclara más. Nuestro deseo de ser parte de él, se acrecienta. Haga algo ahora para plantar esa semilla de esperanza en las mentes de sus hijos. Ayúdeles a ellos a desarrollar su propia visión del regreso de Cristo y el Reino y el gobierno que va a traer con Él. Ayúdeles a tener esa visión al participar activamente en el proceso de reparar una parte dañada del mundo actual. Ayúdeles a apropiarse de la visión que tengan. Pídales que completen esta frase: “cuando esté en el Reino de Dios, yo haré…”. Sus respuestas lo sorprenderán o divertirán, pero con su guía y ayuda, su visión aumentará, se fortalecerá y aclarará.
Deles esa visión.