El cine es un pasatiempo para muchas personas. Existe una variedad inmensa de películas, de géneros para todos los gustos como drama, comedia, suspenso, acción, etcétera.

A la fecha sería casi imposible contabilizar el número de películas producidas desde los inicios del cine en París, Francia, a finales de 1895.
Desde hace mucho tiempo, he descubierto que una de las partes más emocionantes y gratificantes de una película, es conocer el final con antelación. Aunque para muchos esto pueda parecer extraño o incluso arruinar la experiencia de ver la película, para mí, saber el final tiene un encanto particular que hace que disfrute más dicha película.
Conocer el final con antelación, para mí no significa perder el interés. Por el contrario, me permite anticipar momentos clave de la cinta y disfrutar cómo se van desarrollando los detalles de la película.
La incertidumbre de no saber el final de una película, personalmente me puede generar ansiedad. En cambio, saber cómo terminará la trama me permite relajarme, disfrutar del tema, escuchar atentamente la música y concentrarme en los detalles.
Conocer el final también me permite apreciar la actuación de los protagonistas y la habilidad del director. Puedo analizar cómo se van desarrollando los personajes y las motivaciones detrás de sus acciones.
El Mundo de Mañana
Todos los seres humanos guardamos muchos recuerdos de nuestra niñez. Algunos buenos y otros malos. En mi caso, los recuerdos más bonitos son los que tienen que ver con la fiesta de Tabernáculos, cuando íbamos al lugar de la fiesta en familia con mis padres.
Mis hermanos y yo nos sentábamos a los pies de mi papá y escuchábamos las historias acerca del Mundo de Mañana y nos describía con mucho detalle cómo sería ese maravilloso tiempo, que se describe en la Biblia. Nuestra imaginación volaba. Podíamos imaginar al león, al cordero, al lobo y al leopardo cerca de nosotros y poderlos abrazar y jugar con ellos: “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:6-9).
Y cómo no imaginarnos y soñar despiertos cuando nuestro padre nos relataba la nueva Jerusalén: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:1-4).
Todo esto para mí era el final de una película y el comienzo de otra… indefinidamente, porque esta historia no tendrá fin. “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo del Eterno de los ejércitos hará esto” (Isaías 9:7).
Sin embargo, mi padre no nos contó los detalles de lo que sucedería en el trayecto (porque él mismo no conocía estos detalles), antes de llegar a ese maravilloso Mundo de Mañana. Los detalles del camino al Reino de Dios los tendríamos que saber cada uno a medida que caminábamos hacia el cumplimiento de los tiempos.
Pero la visión que tuvimos del Mundo de Mañana, cuando éramos niños, sigue estando fija en mi mente hasta hoy.
La mirada puesta en el Reino de Dios
Es por eso que los animo a mantener la mirada puesta en el Reino de Dios. Ese Reino es el final de una película maravillosa. No es tan importante lo que pase entremedio de la trama, no importa la transición, ni los tragos amargos que podamos sufrir en el proceso. “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).
Pero sí importa el esfuerzo que pongamos ahora en cada cosa que hagamos por Dios y por su Obra. “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 1:10-11).
Mi preferencia por conocer el final de una película se basa en el deseo de evitar la incertidumbre para enfocarse en los detalles relevantes, disfrutar del trabajo del director, poder evaluar una buena actuación y una excelente música. Para mí, el encanto del final añade una capa adicional de disfrute, convirtiendo cada película en un viaje emocionante y satisfactorio.
Antes de terminar, quiero citar una parte del discurso de graduación dado recientemente por un profesor de la Universidad Católica de Chile. El profesor también es un experto en escalar el Monte Everest, en el Himalaya. Él dijo: “Conozco muy bien la cúspide del Monte Everest y con el tiempo me he dado cuenta de que es mejor caminar hacia la cima con tranquilidad, observando los detalles, aprendiendo del entorno y disfrutando del trayecto con buenos amigos. Esa es la mejor forma de viajar hacia la cima”.
En esta película de la vida cristiana que estamos viviendo, usted y yo ya conocemos el final y como bien lo decía el señor Herbert W. Armstrong: “Al final, ganamos”. Así que, disfrutemos de la película, pues ya sabemos el final.