Dios dotó a los seres humanos con la capacidad de pensar. Los tiempos que vivimos actualmente son críticos y todo lo que hay en el ambiente que nos rodea puede perjudicar nuestros pensamientos. ¿En qué piensa usted todo el día?
El hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, es el milagro más sorprendente sobre nuestro planeta y es, para muchos, un grande misterio. Como dice el doctor Peter J. Steincrohn: “el ser humano es la pieza de maquinaria más increíble en el mundo. Se autoconstruye, se mejora y se repara a sí misma. Posee reservas casi ilimitadas”.
Una persona normal puede prescindir de su vesícula, del bazo, de las amígdalas, del apéndice, de un pulmón, de un riñón, de la mitad del hígado, de una parte del cerebro, de gran parte del estómago, de los ojos, de las orejas, de los brazos y piernas y aun con todo esto puede seguir viviendo. Así de extraordinario es el hombre.
Pero lo más asombroso es nuestro cerebro, que es como una supercomputadora que regula todos los sistemas de nuestro cuerpo. A pesar de que sólo pesa un promedio de un kilo y medio, puede realizar más cálculos y funciones que Sophia, el robot humanoide más avanzado del mundo.
Según los expertos, el cerebro consiste de aproximadamente 12.000 millones de neuronas, las células nerviosas que envían las órdenes a todos los órganos del cuerpo. Una neurona normal está relacionada con otras 60.000 células nerviosas y hay otras neuronas que llegan a tener hasta 250.000 contactos con otras neuronas. De modo que, para entender todos los contactos neurológicos posibles se tendría que multiplicar 12.000 millones por 60.000, es decir, existen más o menos unos 720,000,000,000,000 contactos nerviosos en el cerebro, lo cual es más o menos el número de todas las estrellas que existen en 720 galaxias normales… todo esto dentro de nuestro pequeño órgano de un kilo y medio de peso.
Esto nos lleva a la parte aún más asombrosa que el cerebro: la mente humana.
Sin la mente humana no podríamos asociar ideas, tener imaginación, ejercer el libre albedrío, mostrar amor a otros, etcétera.
Y todavía hay más… dentro de la mente humana se anida algo aún más sorprendente: los pensamientos.
¿Se ha puesto a pensar por qué piensa usted?
Según el diccionario enciclopédico, el pensamiento es el producto de las construcciones mentales elaboradas por la actividad del cerebro. Qué fácil es decirlo, ¿verdad?
Pensar es una actividad que realizamos de manera natural y espontánea, cada instante, cada día… todo el tiempo. Todos los seres humanos de todo el mundo durante nuestra vida efímera hacemos eso todos los días: pensar.
Como en los días de Noé
Si hacemos un viaje al pasado, específicamente a los días de Noé, una de las razones por las que Dios tuvo que actuar con mano dura fue precisamente por los pensamientos enfermos en la mente de todos los individuos de esa época: “Y vio el Eterno que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5, énfasis añadido).
Ahora estamos viviendo los tiempos del fin y los pensamientos de los seres humanos son iguales o peores que en los tiempos de Noé. Basta con dar una mirada a las noticias de todos los días. Hay manifestaciones de quienes están a favor del aborto, del homosexualismo, del narcotráfico, de las guerras y de tantas otras cosas que están en contra de la ley de Dios. El mundo está lleno de pensamientos enfermizos.
Jesucristo tenía razón cuando dijo: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos” (Lucas 17:26-27).
Dios ha puesto en el ser humano la fuerza de voluntad para controlar muchos de sus pensamientos, aunque el hombre no puede controlar todos los pensamientos, porque necesita de la ayuda del Espíritu Santo. Pero, aun así, el Creador nos hace responsables por lo que pensamos que podemos y debemos controlar.
El profeta Isaías enfatizó: “Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Eterno, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Eterno. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:6-9, énfasis añadido).
Los hombres y las mujeres de la actualidad, por la maldad que hay en su corazón y por su ceguera espiritual, no le dan cabida a Dios en sus pensamientos, antes bien permiten que cada mente fragüe las maldades más extrañas que podemos imaginar. Cada quien define cómo pensar, qué pensar y qué hacer con esos pensamientos. Por algo el rey David dijo: “El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; No hay Dios en ninguno de sus pensamientos” (Salmos 10:4, énfasis añadido).
Nosotros haremos bien en controlar lo que pensamos y en recordar que Dios escudriña el corazón de cada uno de los seres humanos y no hay nada que podamos esconderle: “Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras” (Apocalipsis 2:23).
Nuestro compromiso
Algunos seres humanos, gracias al milagro de Dios que cambió nuestro corazón de piedra por un corazón de carne, por medio del Espíritu Santo, nos esforzamos todos los días para que nuestros pensamientos tengan presente a Dios.
También tenemos una herramienta muy poderosa: la Biblia, que nos ayuda a cambiar nuestros pensamientos. El apóstol Pablo dice: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12, énfasis añadido).
Dios creó al hombre con un propósito especial: llegar a ser eternos dentro de su familia. Las fiestas santas que vienen nos recuerdan este maravilloso propósito. En su plan maravilloso, lo primero que Dios quiere cambiar en los seres humanos son sus pensamientos. Entonces y sólo entonces el resto del plan divino se podrá llevar a cabo.
El apóstol Pablo, sabiendo que los tiempos del fin serían complicados para los cristianos, nos hizo una recomendación: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:7-8, énfasis añadido).
El resultado de pensar y de mantener nuestros pensamientos en lo honesto, en lo puro, en lo verdadero, etcétera, es que tendremos una vida de paz, como lo desea la gran mayoría de los seres humanos y no puede conseguirla, porque en sus pensamientos no tienen en cuenta al verdadero Dios.
Aprovechemos este maravilloso cuerpo que Dios nos dio para cuidar, pero principalmente cuidemos nuestra mente, para que nuestros pensamientos diarios sean lo más parecidos a los pensamientos de nuestro Creador.