Muchas de nosotras tenemos seis o más décadas de experiencia de vida. A medida que este proceso de envejecer avanza, ¿Es para nosotros solamente vivir un proceso de envejecimiento, o envejeceremos con gracia?
Cincuenta y cinco años atrás, una semana después de mi cumpleaños número 13, entré junto a mi mamá y hermanos, al Edificio Northern en la ciudad de Akron, Ohio, para asistir a nuestro primer servicio de sábado, a lo que en ese entonces era la Iglesia de Dios de la Radio.
¡Cincuenta y cinco años atrás! ¡Eso es mucho tiempo!
Este pasado mes de diciembre, fue el aniversario número 50 de mi bautismo. ¡Qué aventura! – He vivido algunos de mis mejores momentos (dados por la gracia de Dios) y algunos de mis peores momentos (dados gracias a mí) desde aquel entonces.
¡Cincuenta años bautizada! ¡Eso también es mucho tiempo!
Ahora, mi pelo está canoso, mi cuerpo se está oxidando y mi “contador de tiempo” dice ¡mejor apúrate!
Muchas de nosotras estamos en esta misma etapa, con alrededor de seis décadas de vida, llenas de inspiradores y buenos momentos, pero también de algunos momentos bajos.
Hablando de envejecer
Quince años atrás, un desorden en mi voz y una disfonía espasmódica cambiaron mi vida.
Una simple función, como hablar, es ahora incómodo y difícil para mí. Mis cuerdas vocales producían espasmos, en vez de vibraciones cuando el aire pasaba sobre ellas. Quienes me escuchaban debían luchar para poder entenderme.
Determinada a continuar con la enseñanza (mi trabajo hasta ese momento), interactué con estudiantes, algunos de los cuales estaban lidiando con discapacidades. Esos estudiantes me agradecieron por ser un modelo para ellos. No tienen idea de lo gratificante que fueron sus palabras de ánimo para mí.
Además de la disfonía espasmódica, como muchas de ustedes, tengo artritis. Abrir frascos es ahora un evento comunitario y no sé cuánto tiempo más podré tejer o tocar el piano, actividades que he disfrutado desde mi infancia.
En la Fiesta del año 2018, conversé con Richard Pinelli, asustada acerca de mi próxima operación de cadera. Él se compadeció de mi situación, ya que recientemente él había sido sometido a una cirugía de corazón. Con sus palabras de ánimo y con las oraciones y ánimo de otras personas, fui sometida a cirugía ocho días después de la Fiesta. Ocho meses más tarde, caminé incontables kilómetros junto a mi esposo Doug en el tour internacional a Israel del Instituto de la Fundación en el 2019.
Sólo un mes después de haber estado en el Monte de los Olivos, supimos de la muerte de Richard Pinelli.
Algunas de ustedes que están leyendo este blog, han perdido compañeros, familiares o seres queridos. La vida cambia de un día para otro. Algunas han cuidado, o aún ahora están cuidando, padres ancianos que están cerca de su muerte. Algunas cargan con el vacío de la infertilidad, abortos espontáneos o bebés nacidos sin vida. Algunas han criado niños con necesidades especiales, u otras han tenido el corazón destrozado por la muerte prematura de un hijo.
Nuestra fe ha sido probada, pero Dios por su gracia promete completar su obra en nosotros (Filipenses 1:6).
¿Qué es la gracia?
El instructor del Instituto de la Fundación, David Johnson frecuentemente define el concepto bíblico de “gracia” en sus clases como “un regalo dado por la bondad del dador, sin tener en cuenta el merecimiento del receptor”. Adicionalmente, en el diccionario Webster´s New Collegiate, la primera definición de la palabra gracia incluye “un acto o una exhibición de gran favor”.
Entonces, vale la pena hacernos la pregunta: A medida que pasamos los próximos años, ¿simplemente envejeceremos, o envejeceremos con gracia?
¿Dónde hemos estado?
Pensemos en nuestra vida como una película:
La guerra fría, simulacros de bomba, la carrera espacial, los Beatles, la crisis de los misiles cubanos, la primavera silenciosa, el asesinato del presidente John F. Kennedy, la Guerra de Vietnam, la Mística Femenina, disturbios raciales, la Guerra de los seis días, el asesinato del doctor Martin Luther King Jr y Robert F. Kennedy, el tiroteo del estado de Kent, Watergate, la Masacre de las olimpiadas de Munich, Roe v. Wade, la crisis del aceite, la guerra del Yom Kippur, la renuncia del presidente Nixon, Jim Jones, los acuerdos de Camp David, la erupción del monte San Helens, el asesinato de John Lennon, el “milagro en hielo”, los secuestrados en la embajada de Irán, la caída del muro de Berlín, el telescopio Hubble, la operación tormenta del desierto, la Unión Europea, el genocidio de Ruanda, Dolly la oveja clonada, la impugnación del presidente Bill Clinton, la destrucción de las torres gemelas, la muerte de la Princesa Diana, la creación del Euro, las guerras de Irak y Afganistán, huracán Katrina, recesiones, la elección del presidente Barak Obama, la primavera árabe, el tsunami en Fukushima, bombas en la maratón de Boston, la aparición de ISIS, la legalización de matrimonios del mismo sexo, #MeToo, Brexit, COVID-19, dos impugnaciones al presidente Donald Trump, los disturbios en el capitolio y una democracia profundamente dividida en todas partes del mundo.
¡Que lista! (Y eso que estoy solo raspando la superficie). Por supuesto, en medio de todos esos eventos, nosotros tuvimos muchas experiencias en la Iglesia de Dios – algunas buenas, y otras no tan buenas.
En mi adolescencia, estudié con mi mamá el antiguo curso bíblico por correspondencia del Colegio Ambassador, y constantemente hablábamos sobre eventos mundiales que aparecían en la profecía bíblica.
Tener un papá que no fue llamado a la verdad, presentó desafíos y adversidades. Constantemente, había una atmósfera difícil en nuestra casa. Su prohibición de que yo no pudiera asistir a las Fiestas de Tabernáculos y a los campamentos de verano golpeó directo en mi angustia adolescente.
En un discurso de despedida, después de que mi esposo y yo nos retiráramos de la dirección de uno de los campamentos de jóvenes en Estados Unidos, compartí mi historia acerca de no poder asistir a los campamentos cuando era joven. Este discurso pudo haber sonado como profético, ya que desde el Covid-19 los campamentos de preadolescentes y adolescentes debieron ser realizados de manera virtual. A pesar de la desilusión, el hecho de luchar contra este tipo de adversidad, tiene el potencial de desarrollar la tenacidad y la paciencia en nuestras vidas.
Soy una observadora del lenguaje corporal, el tono al hablar, gestos y comportamientos, y ha sido así desde mi infancia. Escuchaba a los adultos, observaba programas de noticias y comparaba comportamientos que había aprendido en las escrituras. Mientras estudiaba junto a mi mamá los folletos de la iglesia, notas de los sermones y el curso bíblico por correspondencia, mi mamá fue uno de los guías que me ayudó a conectar los puntos del pensamiento crítico.
Los proverbios y los principios espirituales tomaban vida con una aplicación práctica. Este ejercicio me enseñó cómo se ven y suenan conceptos tales como gentileza, gratitud, amabilidad y sabiduría. Por el contrario, hice lo mismo para el orgullo, la auto alabanza, enojo y vanidad.
Tuve muchísimo aprendizaje en mis primeros años. Aprendí mucho del sábado y de las fiestas santas, ciertamente, pero mi “primer amor” se intensificó cuando entendí que Dios me otorgaría la vida eterna en Su familia. ¡Una promesa llena de su gracia!
Dos semanas después de cumplir 18, dejé mi casa para ir a estudiar al Colegio Ambassador, y solo unas semanas después, felizmente pude viajar por primera vez a la Fiesta de los Tabernáculos, en el espectacular Squaw Valley. Además, me encontré y llegué a conocer, amar y respetar al hombre con quien me casaría. Su valor y lealtad al camino de Dios eran notables. Juntos entramos al ministerio, dejamos nuestras familias en Estados Unidos y fuimos enviados a trabajar en la obra en Canadá, donde además trajimos nuevas vidas al mundo.
De tiempo en tiempo reflexionamos sobre nuestro camino en todos estos años. Vimos a hombres levantarse a sí mismos como líderes, dividiendo a la iglesia. Mi esposo me confortó en la inoportuna e inesperada muerte de mi mamá. Consolamos a la familia y la congregación después de la muerte del Sr. Herbert Armstrong. Después de 16 años de estar viendo nuestro país a través de ojos de extranjeros, retornamos a los Estados Unidos. Consolé a mi esposo en la muerte de su padre. Sufrimos con la desaparición de nuestra querida Iglesia de Dios Universal y el subsecuente establecimiento de otras ramas de la Iglesia de Dios.
Cristo no volvió. Nuestros hijos crecieron.
Tanta vida pasó.
Y pasó tan rápido.
Cincuenta y cinco años después, miramos atrás y nos preguntamos si solo envejecimos o envejecimos con la Gracia de Dios.
¿Dónde estamos ahora?
Poco tiempo atrás, antes del COVID, un círculo de amigos con cabezas canosas conversaba mientras compartían un snack después de los servicios. Un poco más allá, estaba un grupo de adolescentes, y me preocupó que nuestra conversación, llena de quejas sobre nuestra salud, les diera la impresión de que Dios era negligente en ayudarnos con nuestras pruebas.
Las personas jóvenes se sienten mucho más animadas y motivadas de seguir a aquellas personas que dicen que representan a Dios, si ellos lo ven a Él en nosotros (Mateo 7:16-20). Tenemos la responsabilidad hacia ellos de envejecer con gracia, sin importar cuan duras sean nuestras pruebas.
Llamados a cambiar
Nuestra cultura tiene muchos estereotipos en cuanto a envejecer. Algunos son poco halagadores e incompatibles con lo que deberíamos ser como cristianos, no importando nuestra edad. Dios nos asegura que podemos producir frutos y estar frescos y florecientes, incluso en nuestra vejez. (Salmos 92:14), Pero, ¿cómo?
Cristo consideró importante predicar sobre el arrepentimiento desde el inicio de su ministerio (Marcos 1:15). Podemos entonces inferir que este llamado a la acción no tiene fecha de expiración en la vida de un cristiano. No hay nada que nos excuse de nuestra culpabilidad y de nuestra responsabilidad de cambiar a medida que envejecemos. Cambiar es, de hecho, nuestra meta en la vida y debe ser algo permanente (Mateo 5:48).
Nosotros fuimos llamados para cambiar nuestros pensamientos, palabras y acciones. Se nos han dado décadas para madurar y desarrollar un mejor discernimiento (Hebreos 5:14).
Consideremos entonces cómo podemos hacer cambios positivos que nos ayudarán a envejecer con gracia:
- Podemos evitar comentarios insensibles sobre la crianza actual, racismo, tendencias morales preocupantes, o asuntos políticos complejos. Debemos evitar hacer comentarios como: “así no es como eran las cosas en mis tiempos”.
- Podemos detenernos antes de mirar en menos a cualquier persona más joven que nosotros llamándolo o llamándola como “solo un bebé”.
- Podemos decidir luchar contra los rasgos de personalidad que se han arraigado en nosotros con el tiempo y que podrían no contribuir a la edificación de los que nos rodean. En ese sentido debemos traer todo pensamiento y comportamiento cautivo a la obediencia a Cristo (2 Corintios 10:5).
- Podemos tratar de guiar a las generaciones más jóvenes a “conectar los puntos”, tal cual como otros guías espirituales nos ayudaron en nuestra juventud, para que aprendan a aferrarse a ese primer amor.
- Podemos pedir en oración diariamente por sabiduría y entendimiento buscando SU rectitud, no olvidando que nos queda mucho por crecer (Mateo 6:33).
- Podemos meditar en nuestra ciudadanía en los cielos, y que, por tanto, solo somos espectadores y no participantes en la política de nuestros países. Después de todo, con todos los eventos que hemos visto o hemos atravesado, hemos comprobado que ningún aspecto del gobierno de Satanás, ni ninguna causa social es salvable o susceptible de ser reformada. Por lo tanto, no deberíamos involucrarnos en aquello.
- Podemos reconocer la gracia de Dios diariamente, dándole a Él muchas gracias en todas las cosas.
¿Para dónde vamos?
¡Conocemos nuestro futuro!
Física y emocionalmente, hay caminos concretos en los que podemos vivir nuestros años de ocaso al máximo.
Espiritualmente, tener la edad que tenemos, demanda que reconozcamos el destino de nuestro viaje, “la ciudad…quien el hacedor y constructor es Dios” (Hebreos 11:10). Hemos sido llamados a cambiar nuestras vestimentas y ponernos nuestros trajes de boda (Mateo 22:11). Nosotros, de todas las edades, estamos más cerca de este anhelado acontecimiento que otros que fueron antes que nosotros.
Nuestros pasados no son insignificantes.
Nuestro futuro es glorioso
Nuestras cabezas canas pueden ser fructíferas y florecientes y encontrar rectitud.
¿Estamos simplemente envejeciendo, o estamos envejeciendo con la gracia de Dios?